El medallero olímpico mostró algo parecido a lo que muestra cualquier ranking económico de los que se difunden año a año: estamos ahí, ni tan cerca ni tan lejos. Ahí, dentro de ese lote aspiracional, expectante. Lo que algunos economistas llaman “emergentes” (emergiendo a quién sabe qué). Somos parte del G20 del deporte internacional, pero estamos afuera –y seguramente siempre lo estaremos– del G8: las potencias que lideran y protagonizan los 15 días de los Juegos Olímpicos.
La comparación tiene cierto sentido si se ven las medallas ganadas por Argentina en Río de Janeiro, la ciudad que hoy le pondrá fin a su fiesta olímpica, que tan bien retrató en la inauguración el fotógrafo Andrej Isakovic, de la agencia AFP: en la terraza de una favela carioca, apenas iluminada por un foquito colgado, cuatro personas veían los fuegos artificiales que salían del Maracaná. La historia en una foto. Unos adentro, otros afuera.
A diferencia de lo que sucedió en Londres 2012, Beijing 2008 o Atenas 2004, lo que marcó la diferencia en estos Juegos fue el color de las medallas. Argentina mejoró su posición porque, para el COI, una de oro vale más que cien de plata. Las tres medallas doradas argentinas hicieron que el país subiera en el escalafón: estaba, hasta anoche, 25º. Delante de países de mayor poderío económico –medido en PBI– como Polonia (28º) o Turquía (60º), y de otros con una población muy superior, como Sudáfrica (37º), India (64º) o México (64º).
La economía y la cantidad de habitantes, por lo general, sirven para explicar algunas situaciones en los Juegos Olímpicos. A eso, por supuesto, hay que sumarle políticas de Estado dirigidas a mejorar las condiciones de los atletas. De esos tres vértices, enlazados entre sí, se explica la posición de la mayoría de los países. El medallero, en ese sentido, no miente: en los primeros diez lugares están siete de los países del G8, ese grupo selecto de los “más desarrollados” del mundo. Sólo falta Canadá. Después, lógicamente, hay excepciones: sobre todo las de Estados de donde surgen atletas especializados en una disciplina en particular y que aportan muchas medallas. Kenya, con las carreras de fondo, es un ejemplo elocuente.
Sesenta años después. La victoria de Los Leones, que consagró por primera vez en la historia al hockey sobre césped masculino, hizo de los Juegos de Río un hito histórico: Argentina no se colgaba tres medallas doradas desde Londres 1948, cuando Pascual Pérez y Rafael Iglesias (en boxeo) y Delfo Cabrera (en maratón) sobresalieron en una delegación que se trajo ocho medallas en total.
En esta edición, salvo por Juan Martín del Potro, las conquistas argentinas llegaron desde deportes amateurs: los tres oros de Paula Pareto en judo (hasta 48 kilos), Santiago Lange y Cecilia Carranza Saroli en yachting (nacra 17 mixto) y Los Leones.
En ese sentido, Carlos “Chapa” Retegui, el entrenador del campeón olímpico de hockey, destacó la función del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard), creado por una ley nacional en 2009 y financiado a través del 1% de los abonos de la telefonía móvil en todo el país. “Hace algunos años no sabíamos si podíamos viajar, pero ahora nada más nos tenemos que preocupar por entrenar”, dijo Retegui, que agradeció al ex secretario de Deportes, Carlos “Camau” Espínola, y al actual, Carlos Mac Allister.
Hubo una mejora en el medallero, es cierto, pero la diferencia se puede atribuir también al azar. Como dijo Mark Spitz, el legendario nadador estadounidense, la diferencia entre éxito y fracaso es de una milésima de segundo. Algo que sucede también en los otros deportes. Una brazada, un movimiento, una ráfaga de viento. Un factor que, esta vez, estuvo del lado argentino.
Pocos deportistas sudamericanos en los podios
Brasil, Colombia, Argentina y Venezuela salvaron el honor de Sudamérica en estos Juegos. Los demás países de la región van a olvidarse rápido de Río de Janeiro 2016.
Uruguay (que llevó 17 atletas), Chile (42), Paraguay (11), Bolivia (12), Ecuador (38), Perú (29), Guyana (6) y Surinam (6) no pudieron subirse al podio en ninguna de las disciplinas.
El más destacado de los sudamericanos, sin dudas, fue el local, que hasta anoche contaba con 17 medallas (seis de oro), una marca superior a la que había concretado en Londres 2012 y Beijing 2008. Brasil creció para sus Juegos, pero eso no le impidió recibir cachetadas. Una de las más fuertes fue la del fútbol femenino, que a pesar de su favoritismo (Marta se convirtió en una estrella que hasta opacó a Neymar) no pudo ni conformarse con la medalla de bronce: perdió el tercer puesto frente a Canadá.
Colombia fue otra de las gratas sorpresas, con las ocho medallas que conquistaron (tres de oro).
Venezuela no pudo colgarse un oro, pero sí se subió tres veces al podio.