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Rapsodia para dos genios

Sabemos que Bohemian Rhapsody es extraordinaria, que Rami Malek debería ganar todos los premios que se le crucen por el camino de ahora en más y que gracias a la película la música de Queen volvió a sonar hasta en los taxis.

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Sabemos que Bohemian Rhapsody es extraordinaria, que Rami Malek debería ganar todos los premios que se le crucen por el camino de ahora en más y que gracias a la película la música de Queen volvió a sonar hasta en los taxis. Pero a este nuevo universo de la añorada y querida Reina le falta una escena, un momento en el que se cruzaron dos megaestrellas, una reunión cumbre de la que apenas quedaron un par de fotos que la documentan. Fue en la previa del tercer show que la banda ofreció en Buenos Aires, cuando Freddie Mercury y Diego Maradona se cruzaron en el backstage.

Ocurrió el 8 de marzo del 81, antes de que Queen se despidiera de Buenos Aires. El estadio de Vélez explotaba. Nunca una banda de semejante dimensión había llegado al país en su mejor momento. Ir a verlos era casi una obligación. Unos días antes Freddie había comentado en un asado que le gustaría salir al escenario con la camiseta de la Selección argentina. Alfredo Capalbo, el productor que lo había traído, le sugirió que no lo hiciera: en esos años el mundo de la música y de la pelota no tenían un buen vínculo. Es más: buena parte del público rockero consideraba que todo lo relacionado con el fútbol era medio grasa. A Freddie, por supuesto, no le importó. Y fue por más: pidió conocer a ese muchacho llamado Maradona que lo había deslumbrado con el Juvenil en el 79 y que hacía apenas veinte días había firmado para Boca.

Así llegó ese encuentro de estos dos grandiosos artistas. Cuando el último show en Vélez estaba por terminar, antes de los bises, Freddie salió con un pantalón de cuero rojo y la camiseta celeste y blanca, y anunció: “Quiero presentarles a un amigo de ustedes, Maradona”. Y ahí ocurrió algo notable: el público lo recibió con cierta tibieza, apenas se escucharon unos tímidos “Maradoooo, Maradoooo…”. En ese momento Freddie Mercury todavía era una estrella que eclipsaba al joven Diego. Con un jean y una remera azul, Maradona tomó el micrófono y como si recitara un libreto estudiado para un acto escolar dijo: “Le quiero agradecer a Freddie y a los Queen por hacerme tan feliz. Y ahora, ‘Otro muerde el polvo’”. El bajo de John Deacon, ahora sí, provocó un estallido en el estadio.

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Antes de esas paredes que tiraron sobre el escenario ocurrió el mítico encuentro en camarines. Hay un puñado de fotos que lo registraron: Maradona tiene una remera con la bandera inglesa, y Mercury, una camiseta de la Selección argentina. Faltaba un año para la Guerra de Malvinas y cinco para el gol del barrilete cósmico en el estadio Azteca. Todavía era posible cierta convivencia armónica, que se rompió con la absurda aventura del 2 de abril del año siguiente.

La formación original de Queen nunca más volvió a la Argentina. Pero esa noche en Vélez se podría tomar como un punto de partida donde encajaron dos pasiones multitudinarias: el rock y el fútbol. Desde entonces algo cambió, en los campos de juego y en las tribunas. El rock y el fútbol crecieron juntos y compartieron infinidad de espacios. Y todo porque al gran Freddie se le ocurrió cantar con una camiseta y compartir un show con otro genio.