Si San Petersburgo es noticia en sí misma porque será una de las sedes más importantes del próximo Mundial, el Zenit quiere subirse a la ola y sacudir al fútbol europeo. Una vez lo hizo. Fue en el 2008, cuando ganó la entonces Copa UEFA y después superó al Manchester United en la Supercopa de Europa. Ahora, para la reconstrucción, para volver a ser protagonistas en la Europa League, apuestan por jóvenes argentinos: gastarán 40 millones de euros entre Leandro Paredes y Sebastián Driussi, y todavía analizan si es conveniente desembolsar otros 22 millones para incorporar a Cristian Pavón.
El Zenit era una institución sin historia en el fútbol ruso. Se convirtió en protagonista con la fórmula que transforma a la mayoría de los equipos en Europa: a través de inyecciones económicas exageradas. En 2005, al tiempo que Roman Abramovich –un ruso dueño de pozos petroleros- manejaba el Chelsea inglés, el consorcio de gas Gazprom adquirió la mayor parte de las acciones del equipo. Gazprom no es una compañía más: es la más grande del país más extenso del mundo, la más importante del planeta en su especialidad. Hasta el desembarco del gigante del gas en el club, el Zenit tenía 80 años de historia, un título y jamás un argentino había integrado sus planteles. Desde entonces, Alejandro Domínguez, Cristian Ansaldi y Ezequiel Garay vistieron la camiseta celeste del equipo que ganó otras cuatro veces la Premier League de Rusia. El número de argentinos que tuvo el conjunto en toda la historia podría igualarse en solo un mercado de pases.
En River no querían que la perla de sus inferiores cayera en la seducción del contrato voluminoso que le acercó el Zenit. Rodolfo D’Onofrio, antes de que su goleador optara por ejecutar la cláusula de rescisión, se lo advirtió: “Driussi está para jugar en un lugar más competitivo que Rusia”. Paredes, apenas recibió el llamado, dudó. Los rusos hicieron lo que mejor saben hacer: una propuesta económica difícil de rechazar. Le ofrecieron cerca de cuatro millones de euros por temporada, además de la promesa de convertirse en el dueño de la mitad de cancha. Aunque todavía no firmó contrato, la decisión está tomada: seguirá su carrera en San Petersburgo.
Para recuperar terreno a nivel europeo, el Zenit contrató a Roberto Mancini, el italiano que en algún momento entrenó al Manchester City. La única receta que conoce Sergey Fursenko, el presidente del club surgido del riñón de Gazprom, para mejorar conseguir títulos es contaminar el mercado de pases con cantidades de euros desorbitantes. Fursenko no compra futbolistas en el ocaso de sus carreras, sino que los busca en el apogeo. Así, en el 2012, gastó 60 millones de dólares en el brasileño Hulk y otros 40 en Axel Witsel, el volante central belga. Ambos siguieron camino a oriente: tiempo después fueron vendidos al fútbol chino. La mayor parte del último plantel estaba integrado por jugadores rusos. Solamente el 34% eran extranjeros. De momento compraron a dos miembros de la selección local que no superó la primera rueda de la Copa Confederaciones: Alexander Erokhin y Dmitry Poloz.
Por estos días la ciudad está sumergida en un cielo blanco y tenue. Entre mediados de mayo y fines de julio hay cincuenta días en los que la oscuridad son un recuerdo anhelado: a ese periodo lo llaman las noches blancas y revoluciona San Petersburgo con bares abiertos durante todo el día. En ese contexto -y un invierno con temperaturas que se ubican cómodamente debajo de los diez grados bajo cero- Driussi va a pasar los mejores años de su carrera y Paredes la temporada previa al Mundial. El invierno ruso puede significarles el olvido.
Demasiado cerca de Siberia
Leandro Paredes y Sebastián Driussi se suman a la breve lista de argentinos que jugaron en el Zenit. Para Alejandro Domínguez, Cristian Ansaldi y Ezequiel Garay integrar ese equipo significó alejarse de la órbita del seleccionado. Domínguez fue el primer futbolista argentino en mudarse a San Petersburgo. A pesar de sus buenos rendimientos, jamás fue tenido en cuenta por los entrenadores nacionales.
Cristian Ansaldi vivió dos etapas en el Zenit. Sus participaciones fueron bajas: apenas nueve encuentros en el primer periodo, y ninguno en la segunda parte. Aunque Sergio Batista y Diego Maradona lo habían llamado para disputar amistosos, desde que se instaló a orillas del río Neva no volvió a ponerse la celeste y blanca.
La temporada 2014/2015, la única que duró el exilio de Ezequiel Garay en Zenit, representó la marginación de la órbita de Gerardo Martino. El rosarino lo citó para el partido frente a Alemania. Después, lo borró. Garay, entonces, firmó con Valencia. De a poco vuelve a ser considerado por Jorge Sampaoli.