ECONOMIA
Reportaje A Alejandro Werner, Ex Fmi

Alejandro Werner: “Argentina no puede sostener el tamaño del Estado que actualmente posee”

En la secuencia de entrevistas que realiza el autor sobre diferentes miradas económica mundiales post pandemia y en plena guerra europea, el ex titular del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario habló sobre la necesidad de profundizar el consenso político en el país, para impulsar una transformación más profunda que la de los ’90. Y consideró que actualmente “el FMI está comprando tiempo para evitar el default argentino en junio”.

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Referente. Consideró que tal vez en la región se subestimaron los efectos negativos del Covid. | NA

Alejandro Werner fue Director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, entre 2013 y 2021, cuando el FMI otorgó un crédito importante al gobierno de Mauricio Macri. A pesar de haber nacido en Buenos Aires, creció en México y desarrolló buena parte de su carrera allá, donde fue subsecretario de Finanzas y Crédito Público y jefe de Gabinete del Secretario de Hacienda. Doctor en economía por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y actualmente a cargo del Georgetown Americas Institute, comparte en esta entrevista con Perfil una visión global sobre el futuro de la región. “Argentina tiene un potencial muy importante si resuelve su problema macro”, sostiene. Por qué considera que América Latina está frente a una oportunidad para acelerar el desarrollo.

—La economía global cambió tras la pandemia. ¿Cómo describe el escenario actual?

Tres factores generan cambios en la economía mundial: la pandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania, y las tensiones entre China y EEUU. La pandemia terminó, pero dejó cicatrices. Esto se ve en un menor crecimiento del PIB per cápita en los países emergentes y en la pérdida de capital humano, tanto por la mayor tasa de mortalidad como por el deterioro de la educación. Por otro lado, los riesgos comerciales distorsionaron el comercio internacional y llevaron a que las empresas pensaran en tener cadenas de producción más cercanas, lo que dio lugar al nearshoring. La pandemia tuvo también efectos positivos. Algunos analistas dicen que avanzamos siete años en la adopción de tecnología por la necesidad de trabajar a distancia, lo que se va a reflejar en la productividad. También impactó en la necesidad de la reorganización de la producción tomando en cuenta el distanciamiento social y los lockdowns, así como el surgimiento de ideas e innovaciones en multiples campos.

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—¿Qué cambió con la guerra en Ucrania?

—Además de ser un evento humanitario terrible, replanteó el mercado de las materias primas. Por la dependencia que Europa tenía del gas ruso. Esto incorporó en el mercado de commodities o de alta tecnología, como los chips, la posibilidad de que mi contraparte comercial utilice esa dependencia con objetivos geopolíticos. Fomentó así la búsqueda de suministros en países aliados, el llamado ally-shoring, que cambia la concepción puramente económica del mercado de materias primas. También vimos un uso más profundo de las sanciones económicas por parte de EEUU.

—¿Y con las tensiones entre EEUU y China?

—Las tensiones entre China y EEUU comenzó con un objetivo comercial y de protección de la propiedad intelectual durante el gobierno de Donald Trump. La administración Biden mantuvo los aranceles y profundizó el antagonismo con China, que no es solo comercial sino geopolítico. Es un cambio en la concepción de la relación con China. El objetivo de Washington ya no es acelerar la transición hacia una economía de mercado y una sociedad democrática, sino que ve al país como una amenaza a la supremacía de EEUU en el mundo. Por su parte, China ha adoptado una posición más asertiva en su rol geopolítico, profundizando la dinámica antagónica. Una política más antagónica exige alineamientos claros entre quienes son los aliados de uno y del contrincante. Esto hace que se reubiquen las cadenas globales de producción fuera de China. Es un cambio permanente, independiente del partido político en el poder. Uno de los pocos temas que unen a republicanos y demócratas en el Congreso de Estados Unidos.

—¿Qué implicancias tienen el nearshoring y el ally-shoring para América Latina?

—EEUU ve América Latina como una región que no está alineada con los jugadores antagónicos, como Rusia o China, aunque algunos puedan tener simpatías. EEUU se había olvidado un poco de la región, que no es relevante desde el punto de vista geopolítico, pero ahora regresa porque ve que estos países pueden ser fuente de alianzas en las cadenas de producción. Hablamos de litio, cobre y otros metales raros, necesarios para la transición energética. También están bien posicionados para trasladar parte de los procesos manufactureros, sobre todo México, Centroamérica y el Caribe. Por eso el gobierno de Biden planteó el America ‘s Partnership for Economic Prosperity. Si no viene acompañada de recursos y propuestas concretas de integración es bastante débil comparada con la agresividad y la visión con la que China implementa su política exterior. Por otro lado, el nearshoring implica el regreso de una ideología que cree en la política industrial, algo que no se veía en las últimas décadas.

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—¿A qué se refiere con la agresividad de la política exterior de China?

—Cuando América Latina necesitó vacunas contra el COVID, la respuesta de China fue mucho más rápida y contundente que la de EEUU. Lo mismo ocurre con ciertos créditos. Cuando algunos países de la región tuvieron situaciones de urgencia y necesidad, China dio respuestas. Si EEUU no cambia la manera de operar la política internacional, va a estar en una desventaja competitiva importante.

—¿Cómo ve el futuro próximo de la región?

—El 2022 nos sorprendió positivamente, con una economía colombiana muy dinámica, mientras que Brasil y México crecieron más de lo esperado. Tal vez los economistas subestimamos los efectos negativos del COVID a largo plazo. También influyeron los altos precios de las materias primas. En el caso de México, afectó el rápido crecimiento de EEUU. En el Caribe, la recuperación del turismo. Y la reapertura de China a finales de año también contribuyó a toda la región. Pero comparto la visión de una desaceleración importante de América Latina en 2023, con potenciales recesiones en algunos países como Chile. Sin embargo, América Latina está bien posicionada a futuro.

—¿Por qué?

—Se espera que las materias primas tengan precios históricamente elevados, es una región muy abundante en los recursos necesarios para la transición energética y puede recibir eslabones importantes de las cadenas globales de producción. Un ejemplo es el anuncio de la construcción de una mega planta de Tesla en Nuevo León, México. Estos procesos van a ser importantes, pero no creo que alcancen a inducir un proceso de crecimiento inclusivo que lleve a una convergencia de niveles de ingreso per cápita con los países avanzados. Más bien estamos hablando de un mayor crecimiento en los próximos 10 o 15 años. Para lograr un cambio en los niveles de desarrollo haría falta, además de factores externos, una aceleración en los procesos de transformación estructural.

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—¿Qué piensa de la situación actual de Argentina?

Como economista uno se queda enganchado con Argentina como si fuera una mala telenovela. Ve los capítulos y siguen los mismos problemas, que no se resuelven. Ahora visualizo una nueva temporada de ajuste y reforma. Argentina está sobrediagnosticada, la gran pregunta es cómo lograr los consensos políticos para llevar a cabo un proceso de reformas profundas en un plazo corto. Argentina no puede sostener el tamaño de Estado que hoy tiene. El nivel de impuestos, incluyendo el impuesto inflacionario, la convierte en una economía con niveles bajos de inversión y cerrada al mundo exterior. Porque si se abre, la fuga de capitales sería gigantesca. Nadie tiene confianza en que se puede sostener este modelo. Hace falta una revolución macro y microeconómica. Una reforma laboral y de pensiones, abrirse a la minería, proyectos de infraestructura muy importantes como la hidrovía y el plan de gasoductos, un marco claro para desarrollar el litio. Argentina tiene un potencial muy importante si resuelve su problema macro. Es necesario un consenso político para llevar a cabo la agenda más agresiva de transformación que el país haya visto desde los noventas.

—Argentina atraviesa la mayor sequía en décadas y algunos especulan con que el FMI otorgue una ayuda extraordinaria por esta situación. ¿Es posible?

—La sequía fue un choque negativo muy importante, pero Argentina tuvo un excedente en los dos años anteriores por exportaciones adicionales y no ahorró ni un centavo. De haberlo hecho, podría manejar la sequía. Dicho esto, es probable que el FMI esté dispuesto a invertir un monto pequeño para cerrar la negociación y que el ministro pueda regresar al país a decir que consiguió fondos adicionales. El FMI está comprando tiempo para evitar el default de Argentina en junio. Así postergaría la situación hasta después septiembre y eso lo pondría cerca de la toma de posesión del nuevo gobierno, con el que podría negociar un nuevo programa.

*Colaboró Francisco Uranga.