Los aumentos de precios tras la devaluación, en especial en los casos donde ya habían aumentado con anterioridad pero aprovechan el sacudón cambiario para justificar nuevas subas, encuentran en el esquema económico de Mauricio Macri un límite que se había perdido durante el kirchnerismo: la apertura de la importación.
Los precios internacionales son, incluso tras la devaluación, más bajos que los locales en sectores como textiles, calzados o tecnología, por ejemplo, aunque también en alimentos, una espada de Damocles para la industria local.
La política de apertura que remarcó el miércoles el ministro de Hacienda Prat-Gay incluye que “el que quiera importar, pueda importar”, un punto que preocupa a la industria local por el impacto que la competencia externa podría tener sobre los productos locales que, tras años de fronteras controladas, les permitieron llevar los precios dentro del país por arriba de los internacionales.
La advertencia sobre la posibilidad de importar carne que lanzó Agricultura tras los aumentos locales sería la punta de lanza. El mismo método puede aplicarse al resto de los productos, reconocen cerca de área comercial. “Será el mercado el que decida”, aclaran.
La apertura de las importaciones, en tanto, tendrá cierto monitoreo, como anticipó el ministro de Producción, Francisco “Pancho” Cabrera, que anticipó que regirá un sistema con unas mil posiciones arancelarias vigiladas (sobre un universo de 20 mil) y unas 600 licencias no automáticas para productos sensibles, el número que regía antes del desembarco de Guillermo Moreno en el área comercial.