Desde que asumió como presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger busca darle a la entidad un lustre más cercano a otras autoridades monetarias del mundo, y por eso, cada vez que habla en público, por ejemplo, lo hace leyendo cuidados discursos. Sin embargo, ayer por la tarde pareció estar a punto de pisar el barro de la discusión mundana cuando tuiteó: “Es sorprendente la cantidad de defensores que tiene la inflación en nuestro país. Por ello es bueno recordar los beneficios de bajarla”, y remitió a una nota del economista Martín Tetaz sobre “diez consecuencias nefastas de la inflación”.
Se trató de su única declaración en medio de cuestionamientos dentro y fuera del Gobierno a su decisión el martes pasado de aumentar de 24,75 a 26,25% la tasa de interés de referencia de la economía. El directorio del Central basó la medida en que la inflación se aleja de la meta del 12 al 17% dispuesta para este año luego de que en el primer trimestre redondeara 6,2%, con malas perspectivas para abril.
Las críticas llegan, ya que subir la tasa implica encarecer el crédito y, por ende, complicar una muy incipiente reactivación en un año de elecciones, al tiempo que alimenta una “bicicleta financiera” para capitales que invierten en letras y luego aprovechan para pasarse a dólares mientras el tipo de cambio está quieto o a la baja. Pero todas estas afirmaciones chocan contra el pensamiento inamovible de Sturzenegger, el verdadero “superministro” de la gestión, que –con total respaldo del presidente Mauricio Macri y la tríada Marcos Peña-Gustavo Lopetegui-Mario Quintana– no tiene pruritos en ser el “capitán frío” de la reactivación 2017.
Aquí, un viaje a la mente del jefe del Banco Central a partir de sus diálogos con funcionarios del Gobierno en las últimas horas:
- Economía real. Para Sturzenegger, si hay algún impacto en la economía real “de corto plazo” está justificado ya que su objetivo central es domar la inflación. “Y no hay nada más reactivante que bajar la inflación”, repite como un mantra. En su entorno escuchan siempre que menciona el ejemplo de los créditos hipotecarios indexados. “Son un boom porque la gente prevé que baja la inflación” es el relato. “No usamos atajos de devaluación o baja de tasas, porque el sendero de menos inflación es positivo para la actividad”. Sturzenegger remarca un dato del Relevamiento de Expectativas de Mercado: la proyección para el año calendario subió de 20,8 a 21,2%, pero para los próximos 12 meses bajó 6 décimas.
En lo concreto, desestima un gran impacto en la actividad: “Los préstamos personales y las tarjetas de crédito ya cobran intereses mucho más altos que el 26,25%; sí puede haber un impacto en los créditos y adelantos de cuenta corriente para empresas, pero es transitorio porque seguramente se verán favorecidas por la baja de la inflación”, dice uno de los hombres que lo respaldan en el Poder Ejecutivo.
- Stocks. “Cuando una pyme ve que suben las tasas, liquida el stock, paga las deudas y trata de quedar lo menos expuesta posible ante el banco”, dice Marina Dal Poggetto, del estudio Bein, que tras la suba de tasas redujo su proyección de crecimiento y de inflación para el año. Pero en el mundo de Sturzenegger las empresas no tienen por qué estar sobrestockeadas. “Ese es un pensamiento típicamente inflacionario, tener mercadería para especular con los precios, pero así no funciona el mundo” es una explicación en este punto.
- Consumo. El jefe del BCRA no cree que sus metas “se lleven puesto el consumo” si lleva al Gobierno a atar aumentos salariales a esos topes. Y en su entorno fijan un dato: aún no hay comparación interanual de la inflación, ya que el IPC nuevo arrancó en abril 2016. Allí, dice, se verá que quizás no hubo una pérdida tan grande de poder adquisitivo en algunos gremios que cerraron subas del 35 al 38% el año pasado. ¿Fue muy agresivo con pasar de inflación de 40 a metas de menos de la mitad? Sturzenegger pide estudiar la paritaria de 1991, cuando tras una inflación del 84% hubo acuerdos por menos de la mitad.
- Dólar ultrabajo. Ya se lo ha oído al jefe del Central responder que si el dólar estuviera tan barato, alguien lo compraría y eso balancearía su precio. Y frente al boom de carry trade, la bicicleta financiera de moda (ver aparte), quienes lo bancan en el Gobierno recuerdan que el año pasado los que jugaron con eso “perdieron mucho con el Brexit”. En la calle Reconquista, a su vez, relativizan el fenómeno y hasta subrayan que es positivo el ahorro en pesos, sean plazos fijos o Lebacs.
- Competitividad. Sturzenegger también rechaza los pedidos de sostener el dólar para beneficiar la competitividad de las empresas exportadoras. Sostiene a fondo que la intervención cambiaria implica emitir pesos y por ende es inflacionaria. Y es duro con los empresarios que dan aumentos de sueldos y luego esperan pasarlos a precios o licuarlos con una devaluación. “Esa inercia inflacionaria se cortó, tienen que ser más responsables”, dicen sus interlocutores en la Casa Rosada. Su equipo no ve un tipo de cambio atrasado sobre todo si se coteja con Brasil. Y en la Casa Rosada advierten: recién se podrá intervenir sobre el dólar cuando la inflación sea de un dígito.
- Reputación. El arma central de Sturzenegger contra la inflación es su credibilidad. Recuerda que cuando Brasil cambió las metas en 2002 y 2003 por la devaluación, tampoco las cumplió.