¿Alguien alguna vez pensó por qué izamos la Bandera todas las mañanas en las escuelas? Una acción tan internalizada desde muy chicos tiene una razón: crear la costumbre para la conformación de una identidad nacional en un país donde el Estado fue anterior a la Nación. Esta creación de costumbre también explica, en parte, el voto obligatorio en Argentina. La idea central fue intentar consolidar una norma social para darle legitimación al régimen democrático. Algunas leyes no son creadas para hacerse cumplir sino para limitarse a enunciar la postura del Gobierno respecto a lo que debe ser la responsabilidad de los ciudadanos. Son leyes con efectos educativos. Nuestra historia, con sus múltiples golpes de Estado, nos muestra que una ley por sí sola no logra esta consolidación, pero la obligatoriedad ayuda a que haya un alto grado de participación en las contiendas electorales que, a su vez, legitiman a las autoridades.
“Los que están contra la obligatoriedad argumentan que esta norma no es coherente con la libertad asociada a la democracia. Para ellos, el voto no es una obligación intrínseca; por lo tanto la aplicación de la ley es una violación a la libertad de los ciudadanos. Así, la obligatoriedad es funcional a desalentar la educación política de los electores, porque las personas obligadas a participar reaccionarán contra la fuente percibida de opresión (el Gobierno). Además, argumentan que una consecuencia del voto obligatorio es el posible aumento de los votos al azar. Los votantes que votan contra su libre voluntad lo hacen por un candidato al azar. Asumen que al votante no le importa por quién vota siempre que el Gobierno esté satisfecho de que cumpliera con su deber cívico.
Ahora bien, la obligatoriedad le permite a los partidos políticos ser más atractivos. Cuando el Estado asume la responsabilidad de que los ciudadanos asistan a votar, los partidos y candidatos pueden concentrar sus esfuerzos en promover programas e influenciar votantes, en vez de gastar energías tratando de convencerlos para que se hagan presentes. Es cierto que el voto obligatorio aumenta la cantidad de votos nulos/blancos como forma de protesta. Pero esto debe ser leído como útil. La emisión de un voto blanco/nulo conlleva un mensaje político de insatisfacción como ocurrió en las elecciones de octubre de 2001.
Es más fácil interpretar estos votos que la mera abstención ya que implica un acto positivo. La abstención constituye el simple acto de no participar por complacencia o apatía.
*Politólogo (Universidad de San Andrés).
En twitter: @martinkunik