Es difícil saber cuándo empieza una película. Es evidente que no con el inicio de la filmación, pero también es improbable que sea cuando nos sentamos a escribir el proyecto.
¿Nace con una idea? En el caso de mi película Esto no es un golpe, fue hace varios años, presentando otra película mía, y empezó con una pregunta: ¿Qué pasó en la reunión entre Alfonsín y Rico aquel domingo de Pascua de la Semana Santa de 1987? Dos años después, mi productor, Gabriel Kameniecki, me propuso convocar a otro productor, Pablo Chernov, y asociarnos para hacer “la de Alfonsín y Rico”.
Era la primera vez que me metía en el resbaladizo terreno de los hechos políticos, y ante eso decidí que los personajes fueran excluyentemente aquellos que estuvieron en los lugares de decisión y filmar únicamente en los sitios donde había sucedido aquella historia, quizás la que dejó la marca de imaginario más indeleble y la única que atravesaba filiaciones políticas y generacionales en estos 35 años de democracia.
La historia era ideal para una estructura de thriller político, si lográbamos que los personajes evocaran la potencia emocional de ese momento. Una clave de la película era poder narrar “el medio” de esas historias, que era lo que nunca se había contado, y que era parte de la niebla que había caído sobre la resolución y el polémico segundo discurso de Alfonsín, al volver de Campo de Mayo.
Dicho de otro modo: solo se conocían el comienzo y el desenlace. Lo reconstruimos a través de los personajes y los lugares (y el archivo, que tiene maravillas desconocidas), para generar que el espectador viajara a ese pasado y sintiera esa vibración.
Teníamos dos grandes fuerzas: el presidente Alfonsín y Aldo Rico. El desafío era doble, porque Alfonsín ya no estaba vivo y porque su antagonista era portador de una carga dramática que nos empujaba al riesgo de “devorarse” al otro gran personaje ausente.
El Alfonsín que construye Esto no es un golpe no es el de los discursos públicos, sino uno cuya humanidad y dimensión de estadista se combinan. Por primera vez, tres nombres decisivos del “grupo carapintada” (además de Rico, Pedro Mercado y Gustavo Breide Obeid) cuentan el otro lado, ese nunca mostrado, incluidos los lugares de Campo de Mayo y sobre todo las historias ocultas de la trama, esas que la televisión nunca mostró.
A la pregunta de cómo contar los hechos políticos, Esto no es un golpe responde no desde la visión de un director que explica con la llamada “voz de Dios”, no cerrando el sentido sino abriéndolo, de tal modo que ese episodio se expanda cuando la película termina. Por eso no podía llamarse “Felices Pascuas” ni
“La casa está en orden”. El material que habíamos filmado no repetía lo ya visto y sabido, sino que desplegaba nuevos personajes, nuevos relatos, nuevos escenarios y nuevas perspectivas, por lo que el título debía hacer justicia a ese “pensar todo de nuevo”, y ahí nos decidimos por una expresión que los “carapintadas” repitieron en ese abril de 1987: Esto no es un golpe.
¿Lo fue? ¿Quiso serlo y no logró consenso? ¿O fue solo una amenaza al presidente Alfonsín para presionar el tratamiento de lo que luego se conocería como la Ley de Obediencia Debida? ¿Qué secretas claves contenía ese segundo discurso de Alfonsín? En vez de abrir tímidamente la puerta de la política de los 80 en el cine argentino, creo que Esto no es un golpe es una piedra que impacta en una superficie aparentemente calma, y espero que produzca esas mismas ondas y efectos expansivos.
*Sergio Wolf es director de documentales (Yo no sé que me han hecho tus ojos, Viviré con tu recuerdo y El color que cayó del cielo), guionista (Por tu culpa, Encarnación) y acaba de publicar el libro La escena documental - Apuntes sobre la película Esto no es un golpe. Fue director artístico del Bafici.