El domingo 11 de julio, en ciudades del interior y en La Habana se desarrollaron protestas masivas, inéditas en Cuba. El único antecedente similar – a escala más reducida – fue el “maleconazo” de 1994, en pleno “período especial”, apaciguado personalmente por Fidel Castro. Pero tanto Fidel como Raúl y otros veteranos de la Revolución ya no están en el gobierno y han sido reemplazados por una nueva generación de dirigentes encabezados por el actual presidente Diaz-Canel.
Cuba confronta una situación económica y social compleja. La “actualización” del modelo económico y social que Raúl Castro asomó en 2008 y que fue refrendada por el Partido Comunista de Cuba en 2011 y en 2016, junto con la adopción de una nueva Constitución en abril de 2019 que reconoció la propiedad privada, no ha dado lugar, con la velocidad esperada, a las reformas estructurales necesarias para reformular el modelo existente y para adaptarse a la nueva coyuntura internacional y a las demandas de su población. El sector estatal sigue dominando la economía cubana pese a la aparición de un sector “cuentapropista”; el peso de la burocracia estatal y de las decisiones económicas gubernamentales sigue definiendo el ritmo de los cambios y de las dificultades que éstos enfrentan, y el incipiente sector privado local sigue contenido por las limitaciones y restricciones burocráticas. De hecho, el modelo no ha alcanzado las reformas estructurales como para definirlo como un modelo mixto estatal y no estatal. Sin embargo, son notables las transformaciones de la sociedad en términos de una creciente desigualdad social, de la consolidación de una elite político-militar con privilegios propios y de la emergencia de una generación de jóvenes desencantados con el sistema, pero provistos de acceso a celulares e internet.
Bajo el impacto inicial de la pandemia, en 2020 Cuba alcanzó su peor crisis económica desde el colapso de la Unión Soviética y desde el “período especial” que siguió a la desaparición de la asistencia económica de la URSS. La pandemia incidió sobre una reducción de los ingresos externos de divisas y sobre una severa contracción en la balanza de pagos, restringiendo las importaciones de alimentos y de insumos médicos; forzó a la paralización de una parte de la economía y afectó los ingresos con la dolarización de la misma, luego de un ordenamiento monetario plagado de altibajos dónde se unificaron las dos monedas existentes previamente – el peso cubano (CUP) y el CUC regido por las divisas. La pandemia afectó también – de manera drástica – la principal fuente de ingresos del país: el turismo extranjero.
La pandemia afectó también – de manera drástica – la principal fuente de ingresos del país: el turismo extranjero
En este contexto, el 16 de julio de 2020, el gobierno lanzó la “Estrategia Económico-Social para el impulso a la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la COVID-19” en un esfuerzo de rescatar e impulsar algunas de las propuestas más importantes de la “actualización” para enfrentar la pandemia. Pero esta estrategia acentuó la escasez, e impactó sobre la vida cotidiana de la población, en disonancia con la narrativa oficial - siempre presente - de los logros de la Revolución pese a las presiones del embargo estadounidense.
Por otra parte, en el plano internacional, la crisis de Venezuela afectó la capacidad de este país de asistir y de cooperar con el gobierno de la isla mientras que las expectativas de que la llegada de Joe Biden a la presidencia de los Estados Unidos podría revertir muchas de las restricciones económicas impuestas por Donald Trump después del período de “normalización” de las relaciones durante la presidencia de Obama, no se cumplieron. De hecho, bajo la presión de la comunidad cubana de Florida, la nueva administración no ha dado muestras de responder, por lo menos a corto plazo, a las expectativas despertadas por la elección de un presidente demócrata.
En este marco, a más de seis décadas de la revolución, no se han producido las reformas estructurales necesarias para que la escasez y el costo de los alimentos, los bajos ingresos, la ausencia de insumos sanitarios en medio de la pandemia del COVID, los cortes de electricidad y otras reivindicaciones similares, no produzcan las turbulencias sociales que convulsionaron el domingo a la isla. En sus marchas los manifestantes asomaron, significativamente y por primera vez, consignas como “Libertad” y “Patria o vida” (en referencia a una canción de un joven artista) en contra del gobierno.
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Por otra parte, los jóvenes - que tuvieron un marcado protagonismo en las marchas – se muestran cada vez más críticos del gobierno y de la demora de las reformas esperadas mientras que las expectativas de que Biden impulse una nueva apertura de las relaciones con Cuba se desvanecen. A pocos meses de la aparición del Movimiento San Isidro y del grupo 27 de Noviembre de artistas, que pusieron en cuestión muchas de las medidas del gobierno - y en particular la censura -, la persecución gubernamental de los opositores políticos se ha incrementado – hecho denunciado tanto por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como por diversas ONG – y después de las protestas del domingo han sido detenidos numerosos opositores y manifestantes.
Este conjunto de factores ha sido determinante en provocar la eclosión social. La respuesta del gobierno ha sido un llamado a “combatir” las protestas y a convocar a los miembros del partido a hacerlo, en una escalada que probablemente pueda desencadenar más violencia, aunque la protesta no tenga aún una estructura orgánica ni un liderazgo que la coordine.