Todos quieren una salida rápida a la crisis en Venezuela, pero entre los países de la Unasur existen diferencias sobre las responsabilidades que les caben al oficialismo y a la oposición. Con el bloque regional como auspiciante, el gobierno de Nicolás Maduro y el antichavismo retomaron esta semana las negociaciones para poner fin a la violencia. En la Unasur se distinguen al menos cuatro posiciones frente al cuadro venezolano.
Primero están los países que cerraron filas con Maduro y denunciaron un intento golpista de la oposición. Ecuador lidera a la ALBA en esa postura: su canciller Ricardo Patiño es uno de los tres representantes extranjeros en la mesa de negociaciones, junto a sus pares brasileño, Luiz Alberto Figueiredo, y colombiana, María Angela Holguín.
La Argentina tiene una postura cercana a la de la alianza bolivariana. CFK habló de un intento de “golpe de Estado suave” en Venezuela. “Héctor Timerman fue el único canciller que no mostró predisposición a colaborar con el diálogo y a considerar nuestros reclamos”, aseguró a PERFIL el diputado antichavista Julio Borges. La liberación de sus dirigentes presos es la exigencia clave de la oposición, algo que Maduro rechaza.
Brasil lidera a otro grupo con una mirada más pragmática sobre Venezuela. No dejan dudas sobre su respaldo político a Maduro: el uruguayo José Mujica habló de intentos “destituyentes”. Pero promueven concesiones del oficialismo y de la oposición para acelerar una salida a la crisis. “Se rechaza el golpismo y se promueve un marco de negociación sin injerencia de los Estados Unidos, pero tampoco se va a defender cualquier cosa que haga Maduro con tanto calor como la Argentina”, graficó a PERFIL un embajador latinoamericano.
Según Folha, Dilma Rousseff instruyó a su asesor Marco Aurelio García para que se reuniera con Maduro a fin de garantizar la presencia de la Unasur en el diálogo. Y buscó sumar a la chilena Michelle Bachelet a un eje “moderado”. El diario brasileño indicó que “el apoyo de Brasil a Venezuela ayudó a excluir a los EE.UU. de toda negociación”.
Brasilia piensa la crisis venezolana en términos de influencia estratégica. La representación brasileña ante la OEA, donde los EE.UU. tienen una banca, votó contra el envío de una misión de ese organismo a Venezuela. No por nada diplomáticos estadounidenses subrayan que Washington “observa con atención iniciativas de integración regional como la Unasur, pero sigue creyendo que el ámbito americano de discusión debe ser la OEA”.
En el extremo opuesto al ALBA y a la Argentina está Colombia, cuyo gobierno criticó al venezolano por la muerte de manifestantes. Holguín presionó para que los estudiantes venezolanos fueran incluidos en el diálogo, pero su par ecuatoriano le respondió que la Unasur “no puede ir a hacer lo que se le da la gana”.
Perú y Paraguay optaron por la “neutralidad”. Llamó la atención la actitud del paraguayo Horacio Cartes, quien, a pesar de su encono con Maduro por su papel en la crisis que siguió a la destitución de Fernando Lugo, evitó tomar partido.
Un año de Maduro presidente
El presidente venezolano Nicolás Maduro cumplió ayer un año en el poder, en medio de una delicada situación económica y una crisis política con derivaciones violentas que ya se cobraron al menos cuarenta víctimas fatales.
Maduro asumió en el Palacio de Miraflores el 19 de abril de 2013, cinco días después de haber derrotado en elecciones al dirigente opositor Henrique Capriles por poco más de un punto porcentual.
Maduro llegó a la presidencia en un contexto de creciente polarización política y de un virtual vacío de poder en el oficialismo luego de la muerte de Hugo Chávez. La inflación, el desabastecimiento y la escasez de divisas completan hoy un cuadro extremadamente difícil para su gobierno.
“Un año de unidad y batalla, ejerciendo con el pueblo el poder, para hacer la revolución socialista y bolivariana de Chávez”, tuiteó ayer Maduro.