El caso de las gemelas argentinas que saltaron al vacío desde el balcón del edificio donde vivían en España sigue ofreciendo nuevos testimonios. Compañeros de colegio de Leila y Alana –quien falleció tras la caída– contaron que cuando se defendían del bullying que les hacían, el colegio les aplicaba una sanción aún más dura.
“Esto es lo que recogí en la propia localidad de Sallent: que ellas, a veces, intentaban defenderse pero que, en ese momento, entendían en el instituto que era un quid pro quo (‘una cosa por otra’), es decir, ‘tú haces y ellas también hacen’, pero que ellas eran castigadas más severamente”, dijo a Clarín Carmen Cabestany, una profesora que preside la asociación española No Al Acoso Escolar (NACE).
La mujer participó el día martes en la marcha de silencio que se hizo en el pueblo de Sallent en el que las gemelas vivían desde 2020 con sus papás y su hermano dos años menor que ellas.
"Les decían sudacas": más testimonios sobre el bullying que sufrían las gemelas argentinas
Los alumnos fueron testigos
Algunos alumnos de la escuela pública Llobregat de Sallent, en la que Alana y Leila cursaban el primer año de Educación Secundaria Obligatoria, contaron que defenderse de las agresiones les costaba caro a las adolescentes: las dejaban recluidas en una sala congelada. Si la penitencia se hacía extensiva a sus agresores, ellas dos se llevaban la peor parte.
La presidenta de la asociación que lucha contra el bullying en España comentó: "Supe de dos castigos: dejarlas solas en lo que llaman ‘la nevera’ (la heladera), una sala muy fría. Y, por otra parte, expulsarlas pero por más tiempo de lo que expulsaban a los otros".
Y detalla: "Esto fue lo que a mí me dijeron. Que a veces las tenían seis horas castigadas en ‘la nevera’. Y que otras veces, castigaban a las dos partes, pero a unos los castigaban menos y a ellas las expulsaban por más tiempo".
La escuela pública de Sallent, que hace más de 25 años que está en actividad, no activó ningún protocolo antibullying. El padecimiento de las gemelas en el aula, aparentemente invisible para la dirección del colegio, se tornó agobiante para ellas.
“Frente al acoso, estamos ante un maltrato entre iguales, reiterado en el tiempo, con intención de hacer daño, por una parte, y generar indefensión, por la otra, lo cual provoca un desequilibrio de fuerzas, un abuso de poder”, añadió Cabestany.
La trágica historia de las gemelas y el viaje desesperado de sus abuelos a España
Respecto a los compañeros de las adolescentes que vieron las agresiones, la experta agregó: "Hay que saber que los testigos, generalmente, también dicen que no ha pasado nada. Porque están amenazados, porque existe la palabra ‘chivato’ (soplón)".
"Los profesores no lo suelen ver y al final el resultado de ese protocolo arroja que no es acoso escolar. Muchas veces lo que reconocen es que ha sido un conflicto. La diferencia es que el conflicto es puntual y el acoso escolar necesita del factor reiteración para ser considerado acoso o bullying", concluyó.
JP/ff