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Escándalo en Nueva York: Los políticos piensan que las prostitutas son menos riesgosas que las amantes

El gobernador de Nueva York renunció luego de una aventura con una prostituta. Su mujer estuvo en todo momento a su lado. ¿Por qué lo perdonó?

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| Cedoc

Los hombres que manejan poder en serio prefieren las prostitutas caras a las amantes fieles, por aquella vieja regla no escrita que dice que las mujeres que se pagan bien son aquellas que cuestan menos. Y es por esa precisa razón que suelen ser perdonados por sus esposas.

Esas son las conclusiones a las que han llegado la mayoría de psicólogos, analistas políticos y escritores convocados en distintos foros mediáticos de diversos países para contestar las preguntas surgidas del último y fulgurante escándalo estadounidense, el que terminó con una de las carreras más estelares de la política de ese país, la del gobernador del estado de Nueva York.

Es que a los 48 años Eliot Spitzer, conocido como “el Sheriff de Wall Street”, quien había asumido 16 meses atrás con la promesa de “limpiar la política”, tenía fuertes posibilidades de convertirse dentro de pocos años en el primer presidente judío de Estados Unidos.

Hacía poco, Spitzer había promulgado una ley que implementaba duros castigos contra la prostitución. Pero el hombre tenía una doble vida: más allá de su esposa ejemplar, Silda, y de sus tres hijas, le gustaban las prostitutas de lujo y el sexo arriesgado, tanto que se calcula que en los últimos seis años gastó en ese rubro unos 80 mil dólares.

Fue el escritor Jay McInerney, autor de Las mil luces de Nueva York y mujeriego a tiempo completo (“En eso puedo considerarme un experto”, dice), quien mejor explicó qué le sucedió al poderoso político demócrata. “El peligro es un afrodisíaco irresistible: piense en la droga o en el juego de azar. La vida de Spitzer estaba tan robotizada que tenía necesidad de reservarse un espacio completamente caótico, loco, riesgoso”, contó McInerney al diario italiano Corriere della Sera.

Y cuando la periodista le preguntó por qué una prostituta de lujo en lugar de una amante leal, él contestó, con sabiduría seguramente aprendida en la práctica: “Una amante habría implicado para él un compromiso sentimental que con la prostituta no existe”. Por eso, la esposa continúa a su lado.

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