Además de la Iglesia católica, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) es la única institución con influencia global que, en el futuro cercano, podría ser dirigida por un argentino. Rafael Grossi, actual embajador en Viena y ex número dos del OIEA, es uno de los dos hombres favoritos para presidir el organismo a partir de 2017. El otro es el actual director general, el japonés Yukiya Amano.
En el entorno de Grossi esperan que el gobierno argentino impulse su eventual candidatura, requisito imprescindible para competir (ver nota aparte). A poco de la cumbre sobre seguridad nuclear que se celebrará el próximo mes en Washington, el diplomático y experto en energía atómica dialogó con PERFIL sobre los desafíos que marcan la actualidad de la agenda mundial nuclear y sobre el rol de la Argentina.
—¿Cuáles son los mayores desafíos para el OIEA hoy?
—En el ámbito estratégico, se dio vuelta la página a la cuestión Irán. A partir del acuerdo firmado el año pasado, se entró en una nueva fase de implementación. El OIEA debe ir haciendo lentamente la transición desde la verificación de un programa altamente vigilado hasta la de un programa normal. El otro gran desafío es la nuclear safety: la operación segura de las instalaciones nucleares. El accidente en Fukushima de 2011 no fue el canto del cisne de la energía nuclear.
—¿Irán está cumpliendo con el acuerdo?
—El proceso va bien. La tinta del acuerdo está fresca. Si Irán comenzara a tener actitudes ambiguas, las consecuencias para el país serían catastróficas. El acuerdo es muy claro: si Irán no cumple, el levantamiento gradual de las sanciones económicas se suspende automáticamente.
—¿El acuerdo cancela la chance de que Irán haga uso militar de su plan nuclear?
—No la cancela, pura y sencillamente porque Irán tiene capacidades tecnológicas e industriales que es muy difícil quitarle. Es como volver a poner el genio dentro de la botella. Esto no es una crítica al acuerdo: lo mejor que se podía lograr en las circunstancias en las que se firmó era reducir fuertemente la velocidad y la actividad en las distintas áreas tecnológicas que abarca el acuerdo y poner en el congelador algunas cuantas. Pero no se las podía eliminar de cuajo. Irán no es una potencia vencida, ni es Irak en 2003: es un Estado soberano que se sentó en la mesa a negociar.
—¿Qué se espera de la cumbre en Washington?
—El gran mérito de las cumbres nucleares fue haber convertido el tema de la nuclear safety en materia de interés de los gobiernos. Se fue llegando a compromisos para minimizar la cantidad global de uranio enriquecido, y para proteger el material nuclear que podría ser robado con fines bélicos por actores no estatales. Esta cumbre buscará consolidar eso.
—¿Qué rol juega Argentina en la escena nuclear global?
—Argentina tiene el mayor plan nuclear de Latinoamérica. Posee tres centrales nucleares en funcionamiento y otra en construcción. Es el único país de la región con capacidad de diseño, fabricación y exportación de productos nucleares. Tiene un altísimo perfil en materia de no proliferación, y también en la aplicación de tecnologías nucleares en áreas como la salud, el agro, la gestión del agua o la generación eléctrica.
—¿Son verosímiles los anuncios de Corea del Norte sobre sus ensayos nucleares?
—Aunque el gobierno de Corea del Norte es proclive a las exageraciones retóricas, es evidente que se ha convertido en una amenaza a la paz. Tiene un arsenal nuclear con ojivas más o menos confiables, pero que existe. Hay consenso en que la última prueba no fue una bomba de hidrógeno, pero sí una bomba nuclear. Los inspectores del OIEA fueron expulsados en 2009, pero las informaciones de inteligencia y satelitales indican que el reactor que tienen está en funcionamiento, y que tienen una planta de enriquecimiento de uranio.
Esperan que el Gobierno impulse su candidatura. Quienes siguen el “contador de porotos” en la carrera por la dirección del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) dicen que, por ahora, los virtuales apoyos para Rafael Grossi y el japonés Yukiya Amano están fifty-fifty. Si se formalizara su candidatura, el argentino contaría con el respaldo de China, Rusia –dos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU– y los países del Grupo de los 77. Por ahora, Estados Unidos se mantendría neutral. Francia, en cambio, se inclinaría por el japonés, que va por su tercer mandato y que ya está en plena campaña.
Grossi necesita, además, que la Cancillería argentina impulse oficialmente su candidatura, requisito indispensable para que ésta prospere. Fuentes del Gobierno dijeron a PERFIL que lo ven como un “buen candidato”, aunque aún no se tomó la decisión de dar la venia oficial. En el ámbito diplomático advierten
que sería sensato evitar que ocurra lo mismo que en 2009, cuando otro argentino con chances de dirigir la OIEA, el embajador Rogelio Pfirter, vio frustradas sus posibilidades porque el gobierno kirchnerista le retaceó su respaldo por diferencias políticas.