La visita del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a Cuba fue un punto de inflexión en las relaciones bilaterales entre ambos países. El mandatario viajó junto a su mujer, Michelle Obama, y sus dos hijas, Malia y Sasha, de 17 y 14 años respectivamente. Pero hubo otro integrante sorpresa en la comitiva, Marian Robinson, la suegra del dirigente.
Robinson, oriunda de Chicago, se trasladó a la Casa Blanca en 2010 con varias reticencias. La idea de mudarse y dejar la ciudad en la que siempre había vivido no era de su agrado, no obstante, logró convertir la residencia presidencial en su hogar: su habitación está en el tercer piso, mientras que el resto de la familia reside en el segundo.
La mujer, de 78 años, logró mantener desde la entrada de los Obama a la Casa Blanca un perfil bajo. De hecho, su primera aparición protocolar fue a finales de 2015 cuando participó de la comitiva presidencial estadounidense que visitó China.
Robinson es viuda desde 1991 y tiene varios hermanos y hermanas en Chicago, a los que ve con menos frecuencia debido a su mudanza a Washington. La razón por la que los Obama la querían con ellos en la residencia presidencial son sus nietas.
Barack y Michelle se apoyaron en Robinson antes de que su yerno llegara a la presidencia. Durante la primera campaña electoral, los Obama viajaron tanto que la presencia de la abuela se volvió fundamental para las chicas. Tras jubilarse, la mujer se dedicó por completo a colaborar con la crianza de sus dos nietas.
Más allá de ser un punto de apoyo para las chicas para adaptarse a la nueva ciudad, Robinson fue la encargada de cuidar de ambas. Malia y Sasha tenían solo diez y siete años cuando su padre llegó a la presidencia de los Estados Unidos, y tanto él como Michelle querían que en la medida que fuera posible tuvieran una adolescencia normal. La abuela se encargó de llevarlas y traerlas del colegio y ayudarlas en las actividades extracurriculares.
No obstante, nunca fue invasiva y respetó la privacidad de la familia de su hija tanto como guardó la suya propia. La mujer tiene muchos amigos a los que invita a la Casa Blanca, se va de compras sola, visita el Centro Kennedy y es clienta frecuente en el restaurante Ici Urban Bistro, del hotel Sofitel de Washington, al que acude con una amiga, entre otras actividades, que la mantienen ocupada cuando no disfruta de la compañía de sus nietas.