China está convulsionada por la estricta política de "Covid cero", que afecta a cientos de millones de ciudadanos enardecidos que se volcaron a las calles a modo de protesta. A pesar de la censura, las redes sociales se hicieron eco de las imágenes que reproducen las cuestionadas prácticas del régimen comunista.
A los campos de cuarentena, confinamientos y pruebas de antígenos obligatorias se sumaron el cierre de comercios y edificios con alambres para impedir la salida de sus residentes, la vigilancia masiva y las detenciones arbitrarias en el medio de la calle.
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La situación en China ya pareciera exceder la cuestión sanitaria. La demencial política de Covid cero del presidente Xi Jinping para "eliminar cada rastro" del coronavirus provocó la ira de millones de ciudadanos que se volcaron a las calles a manifestarse en contra del gobierno.
El hecho que encendió la mecha fue el incendio en un edificio de la región de Xinjiang, en el noroeste de China, que provocó la muerte de al menos diez personas. Según las denuncias de varios de los presentes, el operativo de rescate se habría retrasado debido a las restricciones que imperaban sobre el inmueble luego de que se detectara un caso sospechoso de Covid y los encerraran a todos.
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La política del Covid cero en la práctica
La escena parece sacada de una película de terror. En la imagen se ve a una persona aislada a la que le pasan comida mediante un dispositivo conectado con el exterior. Este tipo de escenas se repitieron ininterrumpidamente en la China de Xi Jinping, a raíz de la estricta política que impuso para "controlar" todo tipo de brote del virus originado en Wuhan.
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El motivo subyacente, en tanto, fue que lo hizo para evitar una mala imagen de cara al congreso del Partido Comunista Chino del 16 de octubre, que finalmente le dio la reelección. No obstante, la política de vigilancia masiva y confinamientos forzosos perduró en noviembre.
Así se vio incluso en el video viral que involucra a IKEA, el reconocido comercio de origen sueco de artículos para el hogar, registrado en agosto en Beijing. En las imágenes se ve a una multitud de compradores aterrorizados luchaban contra un equipo de guardias, desesperados por escapar del lugar donde habían sido encerrados luego de que se rastreara un caso de Covid hasta el edificio.
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El anuncio se hizo a través de los parlantes del comercio: la tienda está cerrada y la policía en camino para imponer una cuarentena a todos. El personal de seguridad, en tanto, intentaba sellar el edificio mediante distintos elementos, como alambres o barras de metal.
Este tipo de prácticas se mantuvo en otras ciudades del gigante asiático, entre ellas Urumqi, el epicentro del estallido social contra la política de cero Covid luego de que se incendiara un edificio y murieran diez personas quemadas, imposibilitadas de ser rescatadas por las restricciones, según los testimonios que circulan en las redes sociales.
Confinamientos forzosos y vigilancia masiva
En las redes sociales abundan imágenes que muestran las detenciones a la fuerza de personas presuntamente vinculadas a casos sospechosos de Covid 19.
A este escenario se suman las denuncias de manifestantes respecto a la vigilancia masiva de las autoridades que abarca no solamente el confinamiento estricto sino también la revisión de los teléfonos celulares, una práctica común en medio de las manifestaciones en contra de la política de Covid cero que estallaron en varios puntos del país.
"Ahora es así en Shanghái. No hay libertad", lamentó un joven detenido brevemente por haber filmado una protesta, según constató AFP. "Como ciudadano de Shanghái, soy libre de grabar", le dijo al oficial que lo demoró. La policía, en tanto, procedió a inspeccionar los celulares y cámaras fotográficas de los demorados antes de dejarlos ir, e inclusive en algunos casos los obligó a borrar el material.
Por otro lado, otra persona explicó que la policía le había preguntado específicamente si había descargado aplicaciones extranjeras en su teléfono, una pregunta hecha a muchos otros ciudadanos chinos. "El ambiente resulta extraño, pero no me siento en peligro", aseguró una mujer, de unos 30 años, que lamentó una disminución de la actividad comercial en la zona donde se produjeron las manifestaciones.
cd / ds