“No hay relación diplomática bilateral más trascendente que la que existe entre Estados Unidos y China, la cual afecta no solo a los dos países sino a toda la humanidad”, afirma la investigadora de la Universidad de Michigan Yuen Yuen Ang. Tiene toda la razón. Para desandar la complejidad del vínculo y poder determinar y anticipar si primará la tensión o la distensión, proponemos observar atentamente la evolución de seis dimensiones por las cuales discurre la competencia entre EE.UU. y China.
La dinámica de la relación entre las dos superpotencias viene marcando el ritmo de la política internacional desde hace ya un buen tiempo. Dilucidar su naturaleza resulta en consecuencia clave para el resto de los actores del sistema, sean Estados o empresas. En los últimos años hemos sido testigos de una gran volatilidad en la relación bilateral, alternando momentos de tensión y distensión de corta duración, aunque en ocasiones de elevada intensidad. La irrupción de la pandemia del Covid-19 constituyó un input adicional -ciertamente no menor- que vino a complejizar aún más el panorama.
- La dimensión comercial, lo epidérmico. En este plano se dio la primera y más expresa manifestación de la creciente rivalidad aunque solo representó la punta del iceberg de una disputa mucho más compleja y profunda. La dimensión comercial fue la elegida por la administración Trump para mostrar los dientes y poner de manifiesto su incomodidad para con el ascenso de China. Mediante un conjunto de políticas arancelarias y para-arancelarias intentó poner un freno al gigante asiático y mostrar los costos de no realizar concesiones en temas ciertamente sensibles. La respuesta de China no se hizo esperar. Para agosto de 2020 el 60% del comercio bilateral estaba afectado por la guerra comercial. Acá hubo mucho ruido, pero no es necesariamente donde están las nueces.
Estados Unidos y China ante la pandemia: la necesidad de una interdependencia cooperativa
Esto no les gusta a los autoritariosEl ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.Hoy más que nunca Suscribite - La dimensión tecnológica, lo estructural. Acá reside el verdadero trasfondo de la rivalidad, el corazón de la actual disputa por el poder global entre las dos grandes potencias. En la última década, China logró una convergencia asombrosa con EEUU, llegando incluso a liderar segmentos importantes de la denominada 4ta revolución industrial, escalando significativamente en las cadenas de agregación de valor y disputando la innovación y el “saber hacer” del capitalismo. La tecnología 5G, la Inteligencia Artificial y todo lo relativo al manejo y la gestión de datos constituyen el ejemplo más claro en este sentido. Esta es la “madre de todas las batallas”, donde prima una lógica de “suma cero” y cualquier concesión se percibe como un paso atrás y un avance para la contraparte. Acá es donde están las nueces y la cooperación se vuelve difícil.
- La dimensión ideológica, lo simbólico. En la era de la información, triunfará el Estado que sea capaz de contar la mejor historia, afirma Joseph Nye. Las narrativas son un campo importante de la disputa entre Washington y Beijing, orientadas a ganar el apoyo tanto de las audiencias domésticas como externas. La administración Biden reforzó el componente ideológico y moral para justificar la presión hacia China, asumiendo que los valores de la democracia liberal son más atractivos (y superiores) que los que propone el modelo chino. Por su parte, el Partido Comunista Chino enrostra a Occidente los logros de su sistema político y económico, siendo el control de la pandemia el más reciente.
La disputa en 2021 entre EE.UU. y China, según los especialistas
- La dimensión militar, lo latente. En su libro Destined For War: can America and China escape Thucydides' Trap?, Graham Allison identifica 16 transiciones hegemónicas a lo largo de la historia, de las cuales 12 (75%) terminaron en una guerra. Cuando una potencia en ascenso converge con una potencia establecida, la conflictividad se vuelve inherente al sistema, ya sea por las ambiciones de la primera o bien por el temor que su crecimiento y desarrollo provocan en la segunda. Si bien la fuerte interdependencia constituye un freno a la materialización de un escenario bélico, también es cierto que el fuerte rearme de las potencias y las tensiones no resueltas (Taiwán, disputas territoriales en el Mar del Sur de China, entre otros temas) pueden provocar errores de cálculo que involuntariamente conduzcan a una escalada peligrosa. Aunque hoy parece lejano un enfrentamiento militar, el mismo no se puede descartar como posibilidad.
- La dimensión financiera y monetaria, el límite. Más allá de algunos amagues y pruebas de fuerza, la disputa entre EEUU y China nunca se extendió al plano monetario y financiero. Este es un umbral crítico que las partes no se han atrevido a sobrepasar. Una “guerra de monedas” conllevaría un altísimo nivel de incertidumbre y los costos en el corto plazo serían sumamente elevados para ambas partes y para el resto de la economía internacional en su conjunto. El dólar sigue siendo la “moneda imprescindible” del sistema (bien público esencial) y al momento ninguna otra está aún en condiciones de ofrecer ventajas similares como moneda de uso internacional y reemplazarlo. La prudencia de China en relación a desprenderse de sus tenencias en bonos del Tesoro estadounidense es un ejemplo en este sentido. Asimismo, también vale decir que la tentación de EEUU de utilizar el poder monetario y financiero como arma -limitando el acceso a su mercado de capitales a empresas chinas, entre otras acciones- puede minar la confianza en el dólar en el mediano plazo y afectar así su posición privilegiada, razón por la cual nunca avanzó con determinación en esta dirección. Claramente, extender la disputa hacia esta dimensión implicaría una “Destrucción Mutua (Económica) Asegurada”.
- La dimensión ecológica, lo crítico. Los principales riesgos globales en el futuro inmediato tienen que ver con las externalidades negativas derivadas de los denominados “cisnes verdes” -eventos disruptivos asociados a catástrofes ecológicas-. Esta es la dimensión de lo crítico, donde la cooperación se vuelve imperativa. Mientras en Alaska las delegaciones de EEUU y China levantaban el tono de voz, en Shanghái el enviado especial para el clima, John Kerry, dialogaba cordialmente con funcionarios chinos sobre la necesidad de enfrentar conjuntamente el cambio climático. Sin el concurso de ambas potencias (los dos mayores emisores de dióxido de carbono) cualquier esfuerzo multilateral se desvanece y pierde sentido.
La complejidad de las seis dimensiones enunciadas ponen de manifiesto la dificultad para lograr acuerdos pero también lo peligroso de una ruptura, exigiendo avanzar hacia una “sociedad de rivales”, donde la competencia no impida la cooperación y la asunción conjunta de responsabilidades en la gestión de los problemas globales.
*Esteban Actis, Doctor en Relaciones Internacionales / Profesor de Política Internacional Latinoamericana (UNR).
**Nicolás Creus, Director de Negocios Internacionales de Terragene SA / Profesor de Política Internacional Argentina (UNR)