Rusia conmemora este martes con un bajo perfil el centenario de la Revolución de Octubre, un sismo político clave del siglo XX, en un momento en que el Kremlin evita glorificar un cambio de régimen por la fuerza.
Mientras el aniversario de la Revolución era celebrado por todo lo alto durante la era soviética, con un inmenso desfile militar en la Plaza Roja el 7 de noviembre (correspondiente al 25 de octubre del calendario juliano en vigor en 1917), este año el programa del centenario es mucho más modesto, con exposiciones y coloquios con especialistas.
Este martes hubo un desfile militar en la Plaza Roja, pero se trató de una representación con uniformes usados en 1941 en la batalla de Moscú, durante la Segunda Guerra Mundial. Los pocos eventos previstos para el gran público son para las autoridades una ocasión para destacar la importancia de la unidad nacional y la reconciliación, evitando sobre todo los temas sensibles.
Este martes "será para el presidente Vladimir Putin como cualquier otro día de trabajo", indicó el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
El Partido Comunista, que sigue siendo la mayor fuerza de oposición en el parlamento ruso, tiene previsto una concentración cerca de una estatua de Karl Marx, no muy lejos del Kremlin. Pero no se espera que este evento reúna a más de 5.000 participantes. Por su parte, el movimiento de izquierda nacionalista Otra Rusia, liderado por el escritor Eduard Limonov, también tiene prevista una manifestación autorizada por las autoridades.
Muy pocos diarios rusos escogieron abrir sus ediciones del martes con el aniversario del centenario de la Revolución. "¿Gran celebración o gran tragedia?", escribió en tapa el tabloide Komsomolskaïa Pravda.
Hasta el momento, el presidente Vladimir Putin evitó participar en la mayor parte de los eventos organizados para celebrar el centenario, incluyendo un espectáculo luminoso en 3D proyectado este fin de semana sobre la fachada del Palacio de Invierno, de su ciudad natal, San Petersburgo.
Uno de los pocos eventos vinculados en los que participó fue la inauguración de una nueva iglesia en Moscú, que calificó como algo "profundamente simbólico", en la medida que la llegada al poder de los revolucionarios en 1917 implicó la destrucción del clero y la persecución de los creyentes. A finales de octubre, Putin inauguró un memorial en homenaje a las víctimas de la represión política, afirmando que desea "dejar atrás" las divisiones del pasado.