“Buen día a todos”. Jair Bolsonaro tuiteó el mensaje, acompañado por un titular de Folha de S. Paulo que anunciaba: “Estados Unidos apoya el ingreso de Brasil a la OCDE en lugar de la Argentina”. Nada podía ser mejor para el ex capitán del Ejército. Las relaciones carnales con Donald Trump empezaban a rendir dividendos, “ganándole” de mano a su vecino sudamericano. Mientras él difundía con bombos y platillos la “buena nueva”, otra pregunta se instalaba en Buenos Aires: ¿El cambio de Estados Unidos fue solo una zanahoria para Bolsonaro o también un palo para Alberto Fernández?
El interrogante no es menor, en momentos en que la Argentina busca refinanciar su deuda y el voto estadounidense pesa mucho en el directorio del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el gobierno argentino cree que el apoyo a Brasil, que conocía hace veinte días, no está vinculado con la relación bilateral con Estados Unidos. “Para un país con las necesidades de Argentina, las regulaciones de la OCDE nos maniatarían”, reveló a PERFIL un alto funcionario, quien calificó la decisión estadounidense como un “premio” para Bolsonaro.
Desde el Departamento de Estado, en tanto, negaron que el apoyo a Brasil sea una señal de desaprobación a la Argentina. “El gobierno argentino ha dado prioridad a refinanciar su deuda más que a incorporarse a la OCDE. Al mismo tiempo, Brasil realmente deseaba avanzar en ese sentido, y por eso hemos apoyado enérgicamente su candidatura”, afirmó ayer un funcionario de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental.
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El refugio a Evo Morales y cierta equidistancia con Venezuela, invitando al ministro Jorge Rodríguez a la asunción presidencial y retirando las credenciales de la emisaria de Juan Guaidó, pero, al mismo tiempo, cuestionando el “hostigamiento” a la Asamblea Nacional, habían encendido las alarmas en Washington. “La Casa Blanca y el Departamento de Estado están principalmente en una modalidad de “esperar y ver” con respecto al gobierno de Fernández”, explicó Michael Shifter, presidente de la ONG Inter-American Dialogue. “La relación bilateral puede ser un poco fría, más con la Casa Blanca que con el Departamento de Estado, pero está todavía en desarrollo y dependerá de lo que suceda en los próximos meses”, agregó.
Cambio. Mike Pompeo, secretario de Estado norteamericano, había enviado en octubre pasado una carta a Angel Gurria, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, recomendando las candidaturas de Argentina y Rumania. Meses después, Washington cambió a su aliado hemisférico “favorito”. El propio Pompeo transmitirá el próximo lunes al canciller brasileño, Ernesto Araújo, el apoyo de su país, en una bilateral en los márgenes de la Reunión Ministerial contra el Terrorismo, que se celebrará en Bogotá.
El ingreso a la OCDE desvela a Bolsonaro, urgido por mostrar ante su opinión pública éxitos concretos de su política exterior. La humillación por los aranceles a las exportaciones de acero y aluminio –luego cancelados por Trump– fue contrarrestada esta semana por una “gran operación de marketing de la diplomacia brasileña”, como la definió Hussein Kalout, politólogo de la Universidad de Harvard y ex secretario de Asuntos Estratégicos de Michel Temer.
“Mi sensación es que el cambio hacia Brasil en el asunto de la OCDE no es tanto una política transaccional –por la que Trump es conocido– sino ideológica. Trump y sus asesores simplemente están más alineados con la extrema derecha de Brasil que con el régimen de Fernández”, afirmó a este diario Alan McPherson, profesor de la Universidad de Temple.
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Agua en el desierto. El gesto, tan festejado por Bolsonaro, podría terminar en la nada. Para que Brasil ingrese en la OCDE necesitará también el aval de los 36 países que integran el organismo, entre ellos Francia y Alemania, distanciados del Planalto desde los incendios en el Amazonas. La diplomacia alemana no ocultó ayer su estupor por la cita a Joseph Goebbels del ex secretario de Cultura Roberto Alvim. Aún si recibe el apoyo necesario, el proceso de adhesión sería largo y complejo. Brasil tendría que realizar profundas reformas fiscales y estatales para adaptarse al estándar requerido por la organización internacional. “El problema de apoyar por razones ideológicas es que el gobierno de Brasil eventualmente cambiará, pero el país permanecerá en la OCDE”, afirmó McPherson.
Shifter, por su parte, señala que el ingreso implica ciertas ventajas, pero también inconvenientes: “Es importante no exagerar los beneficios de ser miembro de la OCDE. Durante muchos años, Brasil se negó a considerar su ingreso porque significaría renunciar a los beneficios de su condición de nación en desarrollo o emergente”. Esas desventajas habrían motivado al gobierno de Fernández a no manifestar públicamente interés.
El cambio de candidato de Estados Unidos es un modesto guiño a Bolsonaro, el flamante “mejor alumno” de Trump, sin perjudicar demasiado a la Argentina. Si Trump quisiera “castigar” al país, su venganza se serviría en un plato frío. De esos que usan en las reuniones del directorio del FMI.
Concesiones
◆ Brasil estableció una cuota, libre de aranceles, para la importación de trigo de Estados Unidos.
◆ El gobierno de Bolsonaro elevó la importación de etanol de 600 a 750 millones de litros.
◆ Brasil renunció al tratamiento especial diferenciado que tenía en la OMC a pedido de Estados Unidos, como un prerrequisito para ingresar en la OCDE.
◆ Eliminó la visa para los turistas estadounidenses, renunciando así al principio de reciprocidad que aplicaron anteriores gobiernos.
◆ Bolsonaro respaldó el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, ordenado por Trump.
Impacto de la tregua comercial (Por agencias)
El acuerdo comercial entre Estados Unidos y China puede salir caro al agronegocio de Brasil, uno de los grandes beneficiados por la guerra de aranceles entre las dos principales economías del planeta.
Según cálculos de la escuela de negocios Insper y de la Consultora británica Oxford Economics, el impacto podría llegar a los 10 mil millones de dólares, un 5% del valor total de las exportaciones de Brasil en 2019.
“Las pérdidas estadounidenses con la guerra comercial fueron de casi 13 mil millones de dólares y lo que ganó Brasil de más con sus ventas a China fueron 11 mil millones. Así que esa cifra cuadra con esas expectativas”, afirmó el internacionalista Marcelo Suano.
El gigante latinoamericano se convirtió en aliado de Estados Unidos con la llegada al poder en 2019 del ultraderechista Jair Bolsonaro. Pero es a la vez un fuerte competidor, especialmente del agronegocio estadounidense.
En el acuerdo firmado el miércoles en Washington, China, principal socio comercial de Brasil, se comprometió a incrementar en los próximos dos años en 32 mil millones de dólares respecto a 2017 su compra de productos agrícolas estadounidenses, entre ellos soja, carne y otros grandes rubros de exportación brasileños.