Solemos ver la palabra en las casas de comida rápida: un combo es un pedido único que incluye, por ejemplo, una hamburguesa, una gaseosa y una porción de papas fritas. Al pedir el combo en lugar de enumerar todos sus componentes individuales ahorramos preciosos segundos y los especialistas en eficiencia comercial sonríen satisfechos. Algo similar ocurre en otras ofertas mercantiles, que ofrecen en lógica comunión quizás una entrada de cine y un gran paquete de pochoclo, quizás una tabla de surf y un par de anteojos de sol. Su origen es más o menos evidente: es un acortamiento de la palabra «combinación», y en nuestra lengua imitamos el gesto del inglés, donde es muy frecuente. Una combinación consiste en la unión de cosas separadas para que formen un conjunto armonioso y sensato. De esta manera tenemos la combinación de una caja fuerte, que compila en ordenada secuencia a los números que abren mágicamente su puerta, o el combinado, nombre con que hacia 1950 se comercializó el aparato hogareño que reunía en un solo mueble al moderno tocadiscos con la tradicional radio. En ese combinado que adornaba nuestro living podíamos escuchar a un combo, porque en ciertos países de América —y también en inglés— se utiliza la palabra para describir a una pequeña orquesta que se dedica a interpretar temas de jazz o música popular. En el Caribe el repertorio suele consistir en canciones de salsa y otros ritmos tropicales; en Estados Unidos es el nombre genérico para los tríos, cuartetos o septetos que acompañan a un saxofonista o trompetista famoso.
(En la imagen: Uma Thurman come la hamburguesa de su combo; frente a ella está John Travolta. Minutos después van a bailar solos en el centro de la pista. En Pulp Fiction, de Quentin Tarantino, 1994.)
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