“El primer ahorro es la impresión del billete, que es muy cara”, afirma Ricardo López Murphy, al detallar su proyecto de eliminar tres ceros de la moneda y renombrarla como "Argentum". "Hacés más legibles los números. Yo lo veo en muchas discusiones: se extravían con tantos ceros", remarcó el diputado nacional en Modo Fontevecchia por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3). La propuesta, dice el economista, busca simplificar y hacer más productiva la economía sin generar impactos patrimoniales.
Ricardo López Murphy es diputado nacional por el Bloque de Hacemos Coalición Federal. Fue ministro de Defensa en 1999 y de Economía en el año 2001. Fue candidato a Presidente en dos oportunidades, en 2003 y en 2007. En 2003 casi logra ser presidente, ya que tuvo una diferencia muy pequeña en cantidad de votos con Néstor Kirchner, que ingresó a segunda vuelta con Carlos Menem, quien finalmente se bajó del balotaje. En una entrevista reciente, López Murphy sostuvo que le gustaría que las reglas sean más claras en el programa de gobierno de Javier Milei.
Me parece que lo que usted está proponiendo, de eliminarle tres ceros a la moneda, es algo que empieza a imponerse en lo cotidiano.
Yo diría que es una cuestión de sentido común. A ver, la inflación llevó a pasar de uno a uno en enero del 2002 a 1260, 1280 ahora. Países con crisis similares, como Uruguay, como Brasil... Brasil pasó de uno a cinco, Uruguay pasó de 14 a 40. Esta locura de multiplicar por casi 1300 solo se nos ocurrió a nosotros. Ahora, dado que eso ya ocurrió, no tiene sentido seguir pagando los costos de una alta nominalidad con billete de baja denominación.
Y la propuesta es muy simple, la hemos hecho antes. O sea, Argentina ya hizo esto antes, por razones parecidas, pero básicamente implica cinco tipos de ahorro. El primer ahorro: la impresión de billete, que es muy cara, y nosotros tenemos un número de billete anormalmente grande por usar bajas denominaciones. El segundo: los costos de bodega, de bóveda, que tienen que tener los bancos por excesiva cantidad de billete. En tercer lugar: los costos de acarreo de blindado. Acá hay columnas de blindado que no hay en ningún lugar del mundo. El cuarto es el ahorro en los bytes de computación. Y el quinto, todavía más importante, es si la estabilidad se consolidara; si finalmente el proceso lograra establecer, llegar a una tasa de inflación mucho más baja.
Recuerde usted que en diciembre del 17 había 40.000 millones de dólares en billete y moneda. Ahora hay 22.000, 23.000. Es decir, lo que hay que emitir todavía para una situación de normalidad es una cantidad muy significativa. Este proyecto tiene la ventaja de que no hace daño patrimonial. Se puede someter el primero de enero, el primero de julio, el primero de enero del 27. Pueden convivir ambas monedas a medida que se vayan deteriorando los billetes y reemplazándola. Y, como usted bien dice, va a facilitar lo que hoy es una anomalía, una cosa que es disparatada. Y creo yo, va a llevar a que se ahorren recursos. Que, es verdad, no es un cambio dramático, pero son recursos que se ahorran de manera recurrente, y no es fácil encontrar ahorro de esta magnitud sin hacerle daño a nadie en la economía argentina.
De hecho, Colombia... Yo recuerdo, por ejemplo, haber viajado, no hace tanto. Creo que Colombia tenía 20 % de inflación anual, para compartir con la audiencia. Durante muchos años se le llevó un tiempo bajarla. Pero digo, hasta hace 15 años creo que todavía tenía vigentes los dos billetes simultáneamente.
Eso es algo que nosotros lo hicimos en el pasado, hace muchos años atrás, que convivían los billetes, y los viejos billetes se resellaban hasta que eran reemplazados. Una cuestión de sentido común. Como fue boleta única en materia electoral: de emitir 4.000 millones de boletas pasamos a emitir 35. ¿Usted sabe la pista que ahorramos con eso? Bueno, de nuevo, en los billetes ocurre exactamente lo mismo, con el agregado de que esto es un juego recurrente, ocurre todo el tiempo, y los ahorros son acumulativamente muy significativos y le hace bien a la economía. Le sube la productividad.
Ayúdeme a entender por qué el cambio de nominalidad reduce la cantidad de billetes si finalmente tienen el mismo valor...
Porque hoy, es decir, usted podría hacer lo que yo propuse, que inicialmente lo propuse de esa manera. Usted sabe que, cuando usted propone una cosa acá, lo empiezan a insultar de arriba a abajo. Yo había propuesto emitir billetes de 50.000, 100.000, 200.000, para evitar el problema este del excesivo número de unidades monetarias. Entre los insultos apareció alguien que me hizo la sugerencia de por qué no le saca tres ceros, y además ahorra los bytes de computación. Me pareció una buena idea. Entonces me puse a pensar, con las experiencias anteriores, cómo hacer el cambio de moneda. Eso fue lo que hice, para ahorrar por billete de más denominación —que eso se podría hacer con la actual moneda—, pero también para ahorrar los bytes de computación, los libros de las compañías. Hay un montón de cosas que se vuelven muy gravosas.
Usted sabe que, como yo soy hijo de un imprentero, defiendo el papel. Por eso le decía: en la misma cantidad de papel, si uno le pone tres ceros o menos de tres ceros... Pero lo que usted está planteando en el fondo es que hay que aumentar el valor de los billetes, o sea, que haya billetes que tengan mucho más valor.
Así comenzó. Eso, en realidad, es una cosa que con el diputado de Laspina propusimos en el año 22. Esa propuesta era porque teníamos seis o siete veces más billetes que los países vecinos. Y era un ahorro significativo, como el de boleta única. Ahorros que son sanos, que ocurren en la economía, perfeccionando.
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Hay un ahorro cognitivo. No solamente en bytes, sino en nuestros bytes cerebrales. Digo, a cualquier persona que trabaja en una organización con un presupuesto medianamente amplio y ve números todos los días, expresar los números con tantos ceros genera un esfuerzo cognitivo, que uno normalmente tiende a eliminarlos. Por ejemplo, cuando se habla de presupuestos de cierto tamaño, ya se habla directamente en millones, ni siquiera en miles. Se habla directamente en millones. Entonces, produce un ahorro en el lenguaje, un ahorro en el esfuerzo cognitivo.
Hacés más legibles los números... Yo lo veo en muchas discusiones: se extravían con estos ceros.
Usted sabe, Ricardo, que Perfil tiene una editorial en Brasil. Entonces, en la época que teníamos un socio brasileño, se hacía el business plan en reales, y nosotros lo, simultáneamente, planteábamos en dólares. Entonces un día, los brasileños: “¿Pero por qué en dólares? ¿Por qué no lo hacen en yenes? ¿Por qué no lo hacen en euros?”. ¿Por qué? Porque ellos estaban acostumbrados a que su moneda funcionaba, y que el real funcionaba, y que no necesitaba ninguna otra traducción. Es cierto, como usted dice, que al mismo tiempo, si el dólar cuesta alrededor de mil y algo, bueno, eliminar los tres ceros, de alguna manera, connota un valor numeral equivalente a otras partes del mundo donde las cosas no valen lo que vale mil. Ahora, déjeme avanzar en la pregunta: ¿pero por qué cambiarle el nombre? Podría ser el mismo peso, como cambió Colombia, por ejemplo.
Usted vio que si corre las experiencias: tener el peso moneda nacional, peso ley 18.188, peso austral, peso convertible... Me pareció que era un nombre original, sobre todo pensando en la convivencia de las dos monedas. Porque eso puede generar alguna confusión. Pero el "AG" iba a ser muy claro que se trataba de una nueva unidad. Y eso fue lo que se me ocurrió. Pero eso no hace a la esencia. Puede cambiar. Y además, la verdad es que, para simplificar problemas en la Argentina, yo no pretendo el copyright de esto. Si lo hacen, es una buena iniciativa. Y si les cambian los nombres, también está bien. Es una forma de ahorrar costos. La Argentina tiene que ahorrar costos y evitar tonterías.
Déjeme simplemente decirle, como asesor de marketing, que mejor no cambiarle el nombre. Porque con Libra... Mejor simplemente parece muy lógico sacarle tres ceros y simplificar las cuentas sin cambiarle el nombre, que creo que sería más digerible por todos. Entonces, ahora déjeme preguntarle el fondo de la cuestión: ¿usted ve que la estabilidad vino para quedarse? ¿Cómo ve la economía después de las elecciones, del ministro Caputo, con su larga experiencia en este mismo tema?
Mire, yo hace muchísimos años —usted lo conoce bien, Jorge, porque hemos interactuado desde hace muchísimos años— yo vengo señalando que los problemas fiscales y monetarios son parte esencial de nuestro fracaso. Los inmensos déficits que tuvimos, desde que yo recuerdo, desde la Segunda Guerra Mundial, nos destruyeron los mercados de capitales, nos destruyeron la moneda, nos destruyeron el mecanismo de acumulación e inversión, nos crearon enormes distorsiones que, bueno, a lo mejor se resumen en los 13 o 16 ceros que le quitamos a la moneda, pero además en una atmósfera de imprevisibilidad.
Para corregir eso, se necesitaba cerrar el descalabro fiscal. Cerrado el descalabro fiscal, ordenado el Banco Central, usted crea las condiciones necesarias para que esa estabilidad sea sostenible. No digo suficiente, porque salvo que usted haga reformas institucionales muy profundas, podría venir un nuevo gobierno que volviera a las andadas. En general, los países, para consolidar las instituciones, ponen leyes de responsabilidad fiscal, autonomías de los bancos centrales, adhieren a reglas colectivas como el Tratado de Maastricht. Es decir, crear una institucionalidad que sea irreversible no es tan fácil. Ahora, si se lo propone el país —y yo creo que sería una política de Estado razonable— evitar los déficits en el futuro, porque eso nos hace mucho daño a la acumulación de capital, a la inflación, al funcionamiento de nuestra economía, y se autonomiza el Banco Central... me parece que es una meta razonable, que sigue los caminos que se siguen en el resto del mundo.
Yo tengo la sensación de que usted no puede cantar victoria nunca. Esta es una batalla que hay que librarla a lo largo de muchos años, hasta que se haga carne la idea de la estabilidad como un valor significativo para la sociedad. Creo que lo es, pero después de haber batallado tantos años para que nos saneemos en esa materia, yo me he vuelto escéptico sobre la estabilidad de nuestro sistema político.
Usted habla de la cuestión fiscal. ¿Qué pasa con el déficit de cuenta corriente y la cuestión comercial? Es decir, uno pudiera decir que Macri, al final de su gobierno en 2019, redujo el déficit fiscal casi a cero, si no recuerdo mal, o 0,5, una cosa así. Y, sin embargo, había inflación, porque el dólar aumentaba. Y si el dólar aumenta...
No, bueno. Yo creo que el presidente Macri hizo un gran esfuerzo en el 18 y 19, y hizo una fiesta en el 16 y 17, y esa fiesta la pagó muy cara. Ahora, es verdad que cuando él actuó corrigiendo los problemas, su popularidad mengua. Porque cuando usted corrige los problemas y no se endeuda y sanea, eso no es gratis, Jorge, ni acá ni en ningún lugar del mundo. Pero el costo de un sistema inflacionario desquiciado es enorme, y Argentina lo ha pagado con un retroceso extraordinario. No fue solo el descalabro fiscal y monetario, fue el cerrarse como economía, el carácter corporativo que adquirieron nuestras políticas regulatorias... Hubo muchas cosas, pero yo creo que el problema fiscal y monetario fue muy decisivo.
¿Y cómo imagina usted el tema cambiario? ¿Imagina que la Argentina podrá lograr, en un futuro, que el dólar se acomode sin que pase a inflación, sin que haya pass-through?
Una buena regla que yo había sugerido antes que asumiera este gobierno era que el Banco Central solo emitiera comprando dólares. Que no le prestara a la Tesorería, que no le prestara a los bancos, que solo comprara dólares. Es decir, el sistema que puso Pellegrini en los 90 del siglo XIX, que fue tan exitoso que tuvimos, entre 1890 y 1945, menos inflación que Estados Unidos y crecimos más. O sea, no es un sistema superficial. Y yo creo que, si hiciéramos un régimen que combinara el equilibrio fiscal y que el Banco Central repusiera los niveles de reservas que debe tener —no tener reservas negativas, como tiene ahora—, con el tiempo tendríamos un sistema saneado, que seguramente no va a tener grandes déficits de cuenta corriente porque no hay quien los financie. Así que esta circunstancia actual, donde estamos financiando el déficit en cuenta corriente con tasas de interés muy altas, eso no se puede sostener. Así que eso se corta rápido.
Eso se corta con un dólar más alto. ¿Sería asi?
En parte... una situación de equilibrio en cuenta corriente, requiere un dólar más competitivo. Eso es parte del sinceramiento que todavía está pendiente. Pero el punto clave es que no se puede tener un sistema monetario sano con el Banco Central quebrado. Y el Banco Central está quebrado porque financió todos los déficit de los últimos años.
Entonces, para mí, si usted recompone el Banco Central y recompone la política fiscal, va a haber estabilidad cambiaria, va a haber menor inflación, va a haber condiciones para recuperar el crédito, para recuperar la inversión. Pero eso requiere un sendero muy disciplinado durante un tiempo muy largo. Porque yo soy escéptico respecto de la estabilidad política que permite sostener esto. Yo creo que el gobierno tiene la intención correcta, pero le falta institucionalidad para que eso perdure.
RM /TV