El flamante documental Cuenta regresiva reconstruye los inicios de la historia aeroespacial de la Argentina, pionera en el lanzamiento de cohetes, y en la experimentación e investigación a bordo de esos vuelos disruptivos.
En diálogo con Modo Fontevecchia, Silvia Maturana -realizadora del proyecto junto a Pablo Espejo- explica algunos de sus puntos clave.
¿Cómo se originó la idea?
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Fue después de que encontráramos un monumento en Pampa de Achala, en el paraje Santo Tomás, que conmemora el primer lanzamiento de un cohete argentino, el Alfa Centauro, en 1961. Nos pareció que, a partir de eso, podíamos abordar los pasos iniciales de la historia aeroespacial del país, que estuvo entre los primeros con desarrollo aeroespacial del mundo.
Además del Alfa Centauro, contamos otros lanzamientos de cohetes que siguieron desde Pampa de Achala, pero también desde Chamical (La Rioja), la Antártida y Mar Chiquita. Muchos fueron para recabar información meteorológica. La historia llega hasta hoy, con satélites que recogen información muy importante para la producción y la ciencia argentina.
Rodamos el año pasado en el Valle de Traslasierra con un subsidio del INCAA a la producción de audiovisuales digitales, que permiten mejorar la cantidad y calidad de estas producciones.
Contamos con la colaboración de jóvenes de Nono, Arroyo de los Patos y Mina Clavero, que nos ayudaron muchísimo con la pre-producción, porque había que trabajar con niños de una escuela primaria y jóvenes de una secundaria técnica especializada en robótica y programación con vistas a la escena final, que es muy impactante. Fue maravilloso; no pensábamos que se iba a involucrar tanta gente.
El mono Juan, astronauta pionero
La película trata episodios tan curiosos y significativos como el protagonizado por Juan, considerado el primer astronauta argentino: un mono cayó de la selva misionera.
Apenas cinco meses después de la llegada del hombre a la Luna, a las 6:30 del 23 de diciembre de 1969, un cohete de cuatro metros, el Canopus II, despegó con éxito del Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados de Chamical. El objetivo era que Juan, que medía 30 centímetros y pesaba un kilo y medio, completara un vuelo que rozara el límite de la atmósfera terrestre con el espacio exterior.
Sentado en la punta del cohete, con un chaleco impermeable y reserva de oxígeno para 20 minutos, estaba sedado: había que evitar que sus movimientos lo pusieran en riesgo, pero también mantenerlo despierto para monitorear los efectos del despegue, la aceleración y el aterrizaje de cohetes sobre un organismo casi idéntico al humano.
La Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales, actual CONAE, logró un despegue exitoso, que rápidamente alcanzó los 7.000 metros. Mientras que en la cápsula hacían 25 grados, en el exterior llegaban a 800. A los 82 kilómetros de altura, el motor se separó de la cápsula, que cayó en un salar a 60 kilómetros de la base. Cuando los militares abrieron la escotilla, Juan tenía los ojos bien abiertos pero se movía con lentitud. El viaje había durado 15 minutos, acaso los más largos de una vida que terminaría dos años más tarde, en una jaula del zoológico de Córdoba.
Cuenta regresiva puede verse en el Cine Gaumont hasta el 16 de noviembre. Además de recorrer los Espacios INCAA de todo el país, desde mañana estará disponible en la plataforma CineAr Play.
