Hace dos años comenzó la Guerra a gran escala en Ucrania, y es importante ofrecer una visión desde adentro. Cuando estalló el conflicto, el mundo centró su atención en este país del Este de Europa. Sin embargo, con el tiempo, las personas tienden a seguir menos las noticias si no están directamente involucradas en los eventos en curso.
Ucrania está enfrentando una de las guerras más crueles desde hace cientos de años y, en mi experiencia, pocas personas comprenden cómo es la guerra aquí.
Es uno de los mayores conflictos armados desde la Segunda Guerra Mundial, con una línea del frente activa que alcanza los 1500 km. Para comparar, la extensión de Gaza es de 41 km.
En las ciudades, la población vive constantemente atenta a las alarmas aéreas y a los bombardeos que se han intensificado con el tiempo. Los refugiados, por su parte, están construyendo una nueva vida en países distintos al suyo. Mientras tanto, aquellos que están en la línea del frente tratan de sobrevivir a una realidad muy diferente, marcada por la muerte y el peligro constante.
La vida durante la guerra varía significativamente para diferentes segmentos de la población. El problema principal es la prolongación del conflicto, lo que ha llevado a que las personas se adapten a una nueva forma de vida impuesta por los combates.
A dos años de la Guerra en Ucrania
Después de dos años viviendo en una situación límite, los ucranianos experimentan cambios psicológicos significativos. La adaptación al peligro constante es una respuesta natural de la mente humana en busca de estabilidad, incluso en medio de un enfrentamiento bélico.
Las reacciones a los bombardeos masivos, que ocurren con regularidad cada pocos días y causan numerosas víctimas, se vuelven menos psicológicamente dramáticas con el tiempo. Las muertes de soldados en la línea del frente, aunque siguen siendo trágicas, se perciben de manera más rutinaria dentro de las condiciones en las que viven.
Este proceso de adaptación psicológica puede ser preocupante, ya que refleja cómo la guerra puede normalizarse en la mente de las personas, lo que puede tener efectos a largo plazo en la salud mental y emocional de la población.
Sin embargo, también resalta la increíble capacidad de los seres humanos para encontrar formas de adaptarse y sobrevivir en circunstancias extremas. Hemos desarrollado resiliencia y formas de vivir disfrutando de las pequeñas cosas incluso en la guerra.
Por ejemplo, viviendo en Kyiv, yo voy a trabajar, me veo con mis amigos, voy a tomar café e incluso fui a ver ópera hace unas semanas, tuve el placer de ver Madame Butterfly.
Todo eso es después de hacer varios viajes a la línea del frente por cuestiones laborales, junto con la colaboración constante con el personal militar. La vida se divide en dos. Una, fue diversificando las actividades y profundizando los niveles de dolor que pude tolerar, junto con la empatía que se puede tener.
A pesar de eso, es necesario tener una cierta rutina incluso viviendo en zonas de peligro; nuestra mente suele crear rutinas incluso en las condiciones más contradictorias. No quita que hay muchas cosas que te siguen recordando el hecho de que estás en medio de una guerra: alarmas aéreas, banderitas por los soldados caídos en el centro de la ciudad, el toque de queda y la cantidad de militares que ves por todos lados.
Además, las personas no elegimos lo que sucede con nosotros, pero sí elegimos qué hacemos con eso. Por ende, frente a los hechos trágicos, podemos quedarnos inmóviles llorando, o podemos transformar el dolor en el motor que nos impulsa a seguir adelante. Es una transformación del dolor en algo bello; eso precisamente se llama resiliencia.
*Licenciada en Psicología y profesora de la Cátedra de Evaluación II de la Universidad de Belgrano. Trabaja en trauma y guerra y en primeros auxilios psicológicos a personal militar en combate.