OPINIóN

Cumbre del Amazonas: autoridades de 8 países discuten la urgencia de preservar la selva

Deforestación en el Amazonas 20211119
Deforestación en el Amazonas | Agencia Afp

Julio fue el mes de mayor temperatura registrada en la Tierra, desde que se mide ese parámetro. Lo anunció, en Europa, el observatorio Copérnicus. Pero ese calor bien por arriba de lo normal, sumado a la muy baja humedad, también afecta ahora al Amazonas y pone en jaque las políticas de los países que comparten la mayor selva del planeta. Son 7 millones de kilómetros cuadrados, ocupados por 8 países: Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana y Surinam. Hoy, los presidentes y ministros del grupo se reunieron en Belem, capital del estado brasileño de Pará.

Esta cumbre, convocada por el presidente Lula da Silva, debe cumplir un compromiso ineludible: impedir que la tala de esa preciosa floresta la lleve a un punto de no retorno y la convierta en sabana. La actividad agropecuaria, los extensos plantíos de soja y la actividad petrolera, se han llevado ya un 20% del territorio verde. Como consecuencia los ríos son contaminados, hay zonas ya desérticas, humo, y extremos de calor y sequía que suceden a grandes inundaciones.

México, por ejemplo, sufrió una agudización inédita del calor. Pero el fenómeno tuvo fuertes impactos en el Sur del continente. Argentina fue, precisamente, una de las víctimas del fenómeno climático, como también Uruguay y Paraguay. Bien al sur, el casco de la Antártida sufrió una disminución récord del manto de hielo (15% por debajo de la media), al menos desde que los satélites hicieron posible la observación directa. En tanto, la gran selva de Sudamérica sufría en simultáneo devastaciones arbóreas, por las hachas y el fuego.

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Un informe publicado en abril, reconoce con todo que América del Sur es responsable solo de 6% de las emisiones de gases de efecto invernadero, aquellas culpables del cambio climático. De ese “aporte”, 39% proviene de la generación de energía y el uso de combustibles fósiles; otro 28% se le atribuye al agronegocio y 24% se debe a cambios en el uso del suelo.

Esos son los números que observan, con evidente preocupación, los presidentes Gustavo Petro, Luis Arce, Dina Boluarte, la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez y los representantes enviados por Ecuador, Surinam y Guyana. A esta reunión fueron invitados también delegados del Congo y de Indonesia, otras dos naciones que cuentan con florestas tropicales; y funcionarios de Noruega y Alemania, dos países que contribuyen financieramente al Fondo Amazonia.

Lula definió a partir de ese principio la trascendencia de esta cúpula presidencial amazónica. “Queremos retomar la cooperación entre nuestros países y superar desconfianzas. Nuestro objetivo es ampliar los canales de diálogo y eso exige cambiar no solo la comprensión de lo que es el Amazonas, sino también su realidad”. El gobernante indicó que su “obligación es confirmar ante el mundo que Brasil hará su parte (del compromiso). En 2030 tendremos desmonte cero en nuestro país. Vamos a llamar a gobernadores e intendentes para discutir y compartir las soluciones”. Hay que señalar, en ese sentido, que la responsabilidad de este gobierno es central, en la medida en que 5 millones de kilómetros cuadrados selváticos (70% del total) están en territorio brasileño.

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La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, sostuvo que “la meta de poner fin a la destrucción selvática será alcanzada” en la fecha prevista. Pero advirtió que con eso no será suficiente para encarar los graves cambios climáticos: “El mundo precisa interrumpir la emisión de gases de combustibles fósiles”.

Pero en el mundo real nada es lineal. Ni siquiera aquello que tiene que ver con la supervivencia de la especie a mediano plazo. Inclusive para Brasil, con un presidente que ha puesto los cambios climáticos como un eje de su gobierno, el petróleo todavía está en el escenario. Ni hablar del papel que cumple ese insumo en la generación de electricidad y de movimiento de transportes terrestre, aéreos y marinos. En el caso brasileño no hay definiciones claras, por ejemplo, sobre el proyecto de Petrobras, una empresa de mayoría estatal, de explorar nuevos yacimientos de crudo nada menos que en el estuario del río Amazonas. Como es lógico, para los ambientalistas ese plan sin dudas podrá ocasionar severos daños tanto en la fauna marina como en la propia selva.

La ministra Marina fue categórica: “Tenemos que trabajar, en un espacio multilateral global, aun cuando consigamos reducir en 100% el desmonte de la floresta: si no paramos con las emisiones procedentes de combustibles fósiles, nada servirá”.

Un documento firmado por 80 entidades científicas y sociales, afirmó: “El Amazonas tiene que estar libre de petróleo y gas”. Para eso es preciso, añade, “una política articulada de eliminación inmediata de los combustibles fósiles”.