Oscar Gustavo Valdez atacó con su propia arma a la policía Maribel Zalazar de forma traicionera y artera. Tristeza infinita causó a toda la ciudadanía porque la agente de forma ejemplar fue a tenderle una mano para intentar que se sobreponga a su dolor y encontró una reacción inhumana y bestial de alguien que es parte de una sociedad que también está partida en dos, ideologizada y desinteresada por los valores y el respeto.
El respeto es un valor ético central para cualquier sistema moral de cualquier cultura. Esto es porque el respeto es el que permite que le demos entidad a los otros con los cuales construimos una comunidad y nos dice qué lugar ocupan en ésta.
Este valor ético tan fundamental se enseña principalmente en el núcleo familiar primario desde la primera infancia. Entonces cuando no se inculca el respeto, la consideración por el otro y los buenos modales en las familias, esto genera que la sociedad no logre desarrollar sus otros valores o que requiera un gran trabajo para alcanzarlos en otras instancias como en la escuela o en la sociabilidad.
Las personas tienen la capacidad y la necesidad de entenderse y relacionarse en el espacio público y lo hacen con las herramientas que tienen. Pero cuando carecen de las herramientas adecuadas, este problema se traslada al resto de la comunidad porque ante el maltrato es una reacción esperable otro maltrato como respuesta.
Hace unos años era impensable contestarle mal a una maestra, a un policía o a quien fuera la autoridad en un determinado ámbito. No se nos ocurría no decir “buen día” o “gracias” y era visto como lo mínimo que uno debía realizar para relacionarse cordialmente en su espacio público.
El trágico asesinato de la policía en Retiro, nos muestra de forma descarnada este problema porque el atacante no parece haber tenido ningún otro motivo más que el atacar a una autoridad. El respeto a la autoridad es uno de los principios básicos para la construcción de una sociedad para que sus habitantes puedan convivir bajo un sistema que garantice el orden y la justicia.
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Retomando el pensamiento de Max Weber diríamos que si los padres no corrigen a sus hijos y niegan que los maestros traten de disciplinarlos aduciendo los derechos que les permiten denunciarlos a los alumnos sin razón, serán altaneros y malcriados frente a su superior.
Pero qué podemos esperar en un país donde son maltratados y humillados policías, médicos, maestros, militares, etc. por una ciudadanía desquiciada por la pérdida de valores que elimina toda posibilidad de una autoridad que conduzca.
Mientras Larreta y D’Alessandro se escapan por la tangente del problema instalando el tema del uso de las Taser, Aníbal Fernández alimenta la polémica volviendo a cuestionar su uso. Berni, como siempre, trata de destacar pegando hacia adentro del Frente de Todos (del que es funcionario pero no parte) para poder disputarle el lugar a Bullrich del ministro de Seguridad “más mano dura” de la historia.
Pero en lugar de esto deberían pensar que hay un problema de educación en torno a todo este asunto. No solamente de preparación de la policía sino de educación en general. Hoy en la zona de Retiro hay un gran problema que decidimos ignorar sistemáticamente. Ahí se asienta una de las villas más importantes de la Ciudad de Buenos Aires. La denominada Villa 31 y la 31 bis es la más antigua de la ciudad y la que posee mayor velocidad de crecimiento en la actualidad. Muchos hechos de inseguridad fueron en las zonas aledañas al asentamiento, por plaza San Martin y alrededores. Esto hace que mucha gente ya no quiera transitar esas zonas en la que hoy los negocios y transeúntes sufren a diario esa inseguridad, pero antes supo ser una de las más coquetas y codiciadas de la ciudad.
Según un relevamiento nacional, existen 4.228 villas en el país. La suma de estas alcanza una superficie de 415,5 km2 (dos veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires). En estos lugares viven 3.5 millones de personas y la mayor cantidad de estas está situada en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Hay un proceso de urbanización de los barrios populares en la Ciudad de Buenos Aires que según afirman las autoridades, se plantea la necesidad de integrar plenamente a sus villas con el resto de la ciudad, urbanística y socialmente.
Más allá de esta problemática, es urgente ocuparse de inculcar a los argentinos la promoción de valores para poder complementar el círculo de integración. Tal como señala el filósofo alemán Jürgen Habermas, promover el respeto mutuo entre ciudadanos y facilitar acuerdos políticos-morales en la sociedad son la base fundamental para una convivencia sana y pacífica entre los miembros de una sociedad.
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Necesitamos generar una sociedad con mente abierta y preparada para el cambio, la adaptación y la transformación. Aunque es verdad que parte de este conflicto en torno de la autoridad se da por culpa de quienes tienen la tarea de dirigirnos.
Para poder confiar nuevamente en las autoridades necesitamos una democracia deliberativa, políticos honestos y con planes que puedan demostrar antes de ser votados, planes de forma participativa para lograr proactividad en la ciudadanía y, sobre todo, discursos que muestran que la autoridad que tienen la pueden sostener en los hechos cumpliendo con ese rol sin titubeos y sin mentiras. Porque el respeto por la autoridad se mantiene cuando ésta muestra respeto por los que tienen abajo, por ejemplo, proponiendo reglas claras y equitativas.
¿Será un sueño pensar en que un político argentino se inmole para llevar adelante un plan nacional establecido con objetivos y que no esté pensando en la próxima elección? Tal vez si fuera así podríamos respetar más a quienes deberían ser nuestras máximas autoridades y de ahí hasta abajo respetar a todos.
"Procure no ser un hombre con éxito, sino un hombre con valores" - Albert Einstein, físico alemán.