OPINIóN
Día del Respeto a la Diversidad Cultural

12 de octubre, conquista y encuentro por fuera del dogma

Generalmente los hechos históricos que dan cuenta de larga data no generan discusión, son episodios canonizados, cubiertos por el bronce y por un barniz histórico bloqueador de polémicas. Sin embargo, el 12 de octubre de 1492 aún sigue generando disputas y posicionamientos irreconciliables.

Diversidad cultural. 20211012
Diversidad cultural. | Capri23auto / Pixabay.

“¿Qué significa “celebrar”? ¿Cuál es la esencia de la celebración? (…) Celebrar consisten en conmemorar un hecho célebre, un acontecimiento prestigioso por su importancia. (…) ¿Por qué, para qué celebrar? Para que aquello acontecido que se celebra, no caiga en el olvido, no quede en el pasado, no muera, sino que haciéndose ritualmente presente a través de la celebración, siga viviendo.”

                                                                                                                                Fernando Boasso

 

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Generalmente los hechos históricos que dan cuenta de larga data no generan discusión, son episodios canonizados, cubiertos por el bronce y por un barniz histórico bloqueador de polémicas. Sin embargo, el 12 de octubre de 1492 aún sigue generando disputas y posicionamientos irreconciliables. El presente artículo busca identificar algunos nudos teóricos acerca de esas discusiones proponiendo una mirada superadora y sintética.

El encuentro entre Europa y América despertó pasiones teóricas de connotaciones políticas que buscaron justificar o denostar tal proceso. Desde Vicente Sierra quien en una construcción de leyenda rosa de la conquista sostuvo que “España trajo al Nuevo Mundo todo lo que poseía, y de todo ello, su mejor riqueza: su fe, su cultura, su estilo” o más cercano en el tiempo el uruguayo Eduardo Galeano en una versión de leyenda negra de la conquista consideró “La epopeya de los españoles y los portugueses de América combinó la propagación de la fe cristiana con la usurpación y saqueo de las riquezas nativas”.

En esos cruces teóricos que formaron parte del debate en torno a la conquista podríamos identificar dos posiciones teóricas irreconciliables que imposibilitan un análisis autocentrado sobre el fenómeno y un intento de síntesis, instancia necesaria de convocatoria al dialogo para pensar no solo el pasado en nuestra región sino sobre todo el futuro.

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La primera posición teórica la caracterizamos con el nombre eurocentrismo donde abrimos un paréntesis y señalamos, en primer lugar, a la ideología iluminista divulgadora de la famosa leyenda negra española sostenida en la filosofía de la razón universal que consideraba a la modernidad europea como el punto de evolución final de la civilización humana. Detrás de esta posición se encontraba todo el cuerpo teórico de la modernidad europea que emanaba de las revoluciones burguesas e industriales. Así aparecían desde los contractualistas liberales franceses e ingleses, pasando por los filósofos del idealismo alemán hasta llegar a las primeras interpretaciones marxistas de la historia. Esta corriente denostó todo el proceso conquista señalando su carácter oscurantista producto del accionar católico. En segundo lugar y menor medida el eurocentrismo ha construido otro relato con intervenciones intermitentes en relación a la conquista que fue el hispanismo, narración opuesta a la cosmovisión iluminista pero geográficamente europea. Muy por el contrario, el hispanismo revalorizó en sus estudios los aportes de la Corona española sin medir consecuencias.

La segunda posición teórica se presenta como indigenista que consideró a la conquista como la imposición de cultura extraña en las poblaciones nativas. Esta corriente denunció a España como ejecutora de un plan genocida, un proyecto sistemático de explotación y expoliación y por último revalorizó la grandeza de las civilizaciones precolombinas en relación al conquistador.

Estas posiciones han conducido a un continuo desencuentro basado en la confusión de la idea de pureza, así aparecía América y sus diferentes países como expresiones étnicas monogenas. La eurocéntrica en su versión iluminista consideró y anheló que el destino americano estaba signado por el componente caucásico, lo que terminó alimentando la división y el chauvismo al interior de la región. Podríamos decir que el anhelo caucásico del iluminismo fue la llave maestra de una balcanización cultural promotora de un rasgo de largo aliento que identificó a nuestras sociedades, estamos hablando del racismo. De esta corriente surgieron las zonceras latinoamericanas de Uruguay Suiza de América, los argentinos son hijos de los barcos o Chile la Prusia de Sudamérica.

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Al relato iluminista de la pureza se le sumó el indigenista, el eslabón entre uno y otro podríamos señalarlo como el marxismo oxidado de la posmodernidad europea, que al perder el sujeto histórico y al cruzar el Atlántico abrazó las causas indigenistas y ecologistas sin referencias nacionales, una nueva abstracción que no contemplaba la complejidad latinoamericana. Es el momento de las manifestaciones en contra del quinto centenario del encuentro entre América y Europa. Sostenidos por el deslumbramiento mediático y por modas escolásticas intentaron convencer que una minoría era la portadora de la verdad histórica. Como sostuvo el historiador chileno Pedro Godoy plantear a medio milenio del encuentro entre dos mundos una pugna entre descendientes de los conquistadores y descendientes de los conquistados carece de vigencia. Lo interesante en esta discusión entre posiciones puras y antagónicas que es que terminan encontrando un punto de dialogo y este se da en la denostación acerca del pasado hispanocriollo.

En esta encerrona teórica expresa lo que Alberto Methol Ferré mencionó como colonialismo cultural extremo, donde los mundos universitarios se encuentran sometidos a modas cuyas consecuencias implican un desarraigo de la tradición nacional viviente. Las posiciones puras reemplazan la conciencia histórica hispano criolla por arranques espasmódicos de acción, lo que rápidamente conlleva al fracaso, la frustración, y a la falta de entendimiento de la realidad.

A esta altura consideramos que los españoles no descubrieron una nación, sino que se encuentran ante un mar de culturas y etnias, la nueva tierra ya contaba con historia y con instituciones. En este punto es interesante detenerse en la claridad de Jorge Abelardo Ramos quien sostiene en Historia de la Nación Latinoamericana que el imperio español tuvo la tarea de unificar política y administrativamente el nuevo territorio. Es que la idea de Nación era propia de la primera modernidad europea, la consecuencia de esto fue el reconocimiento reciproco de dos culturas especificas en un principio, que derivó en un proceso de fusión con características propias.

A diferencia de otras empresas de saqueo colonial como la sajona la conquista española decidió mezclar su sangre con los pobladores locales. La consecuencia de esta decisión se verá siglos después con la emergencia de nueva civilización, de una nueva forma cultural, estamos hablando de la emergencia del mundo mestizo. Proceso de fusión que otorgó una originalidad ajena a otras conquistas, donde el resultado ya no podía ser explicado ni por la originalidad americana ni por la España colonizadora. Esta nueva creación histórica planificada, pero de consecuencias azarosas construyó una nueva identidad de características nacionales que posteriormente se fragmentó con los procesos independentistas, pero mantuvo su unidad en términos culturales. Ya nada será lo mismo para realidad americana pero tampoco lo será para Europa.

12 de octubre: Día del Respeto a la Diversidad Cultural

 

Consecuencias finales acerca del encuentro entre América y Europa

La excepcionalidad de la conquista y sus consecuencias construyeron una nueva geocultura, una novedosa cosmovisión o ecúmene en la sociedad universal. El mundo mestizo en tanto pueblo subalterno construyó instituciones e identidades que posibilitaron una instalación en la comunidad universal, América Latina es un bloque en tanto referencia cultural. De ahí la trascendencia de la conquista no por el hecho mismo sino por la emergencia de una nueva ejemplaridad civilizatoria con vocación autoafirmativa y en constante proceso de formación.

Romper con miradas polarizadas nos llevarán a reflexionar en plano de la realidad civilizatoria, hablar de América Latina significa reconocer un sujeto colectivo, una pertenencia espacio temporal, una identidad, un destino en común. Es que la excepcionalidad también derivó en procesos históricos paralelos de notable contenido singular, la dinámica geocultural alentó novedosos procesos de resistencia que fusionaron demandas de carácter nacional y social. Es que los deseos de una autonomía completa para la región solo podrán materializarse en la medida que se desprendan y dialoguen con la referencia geocultural.

La nueva la conformación ecuménica es posible porque con la incorporación de América a Europa se termina de configurar el sistema mundial, con éste la totalidad terrestre y humana. Al decir de Amelia Podetti, América irrumpe en la historia, y ya nada será lo mismo. España no descubre nada nuevo, pero a la vez el mundo se completa con América. Ésta posibilita la totalidad universal, novedad para los europeos como también para los pobladores locales. El teólogo Fernando Boasso consideraba que América irrumpía en la historia no como un agregado más de Europa, sino que el mundo terminaba de nacer con el encuentro.

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Nadie podrá negar lo que Jorge Abelardo Ramos en 1949 llamaba universalidad geográfica, lo cual significó el sepulcro medieval y la emergencia de la mentalidad moderna. En 1984 el mismo autor, desde una conferencia en Italia, sostenía en esa línea que el poder europeo dominó los llamados americanos, fueron descubiertos, pero a su vez descubrieron Europa. Y en tono profético Ramos sostenía “ha llegado el momento en que los americanos se descubran a sí mismo”, pero para esto habrá que saltear debates estériles que funcionan como retardatorios de la emancipación cultural.

No comprender el verdadero fenómeno ecuménica ni el aporte a la totalidad universal que permitió el encuentro entre América y Europa nos imposibilita reconocer nuestras debilidades, pero sobre todo nuestras verdaderas fortalezas, las de ser el mayor reservorio de minerales, energía y alimentos.

* Emmanuel Bonforti. Sociólogo. Docente de la Universidad Nacional de Lanús.