Es hora de pensar el futuro de la humanidad desde una perspectiva sostenible. Y en ese marco, la Expo Mundial Osaka 2025, aparece en el panorama global como una de las plataformas más destacadas para llevar a la acción ideas concretas.
Organizada por el Bureau International des Expositions (BIE) con la participación de más de 160 países, el evento ocurre en Yumeshima, una isla artificial en la bahía de Osaka en Japón, ideada como un laboratorio viviente para explorar soluciones innovadoras en materia de salud, energía, movilidad, educación y, especialmente, en agricultura y alimentación sustentable.
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Osaka 2025 compone una vidriera tecnológica porque se presenta como un motor para imaginar nuevos modelos sociales y económicos basados en la sostenibilidad. Además, funciona como un catalizador para la innovación aplicada en sectores claves de la economía global. Como es esperable, la agricultura es protagonista entre los distintos ejes que atraviesan la feria.
El enfoque invita a mirar el campo como un espacio de articulación entre medio ambiente, economía, salud y tecnología. Se trata de pensar el sector en el marco de la innovación sistémica, lejos de ser tratada como un rubro aislado. De este modo y a partir de lo observado en la exposición, emergen con claridad tres tendencias centrales.
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La colaboración intersectorial creciente es la primera. Gobiernos, universidades, empresas tecnológicas, startups y organizaciones de la sociedad civil convergen para diseñar soluciones colectivas.
Esta lógica de ecosistema reemplaza el paradigma de competencia por el de integración, y plantea un nuevo estándar para el desarrollo productivo sostenible. Para el agro, esto implica que los avances, como el caso de los bioinsumos o los drones, requieren estructuras institucionales capaces de escalarlos, acompañarlos y certificarlos.
Una tendencia en auge, la tecnología con propósito
La segunda tendencia es la consolidación de tecnologías con propósito. En Osaka, las innovaciones no se presentan por su sofisticación técnica, sino por su capacidad de resolver desafíos concretos: reducir el uso de recursos naturales, mejorar la salud de los suelos y aumentar la trazabilidad, entre otras cuestiones.
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Desde Japón se impulsan estos conceptos como "Sociedad 5.0", donde las soluciones tecnológicas son inclusivas, colaborativas y pensadas desde el impacto social y ambiental. En este panorama, los desarrollos vinculados a la biotecnología agrícola, la robótica aplicada y los bioinsumos sobresalen no como promesas futuras, sino como herramientas operativas para un modelo más eficiente y regenerativo.
Por último, la feria plantea una redefinición del rol de la agricultura en la economía global. Ya no se la entiende como una actividad rural o primaria, sino como un sistema de impacto estructural que se entrelaza con temas como el cambio climático, la alimentación saludable, el comercio internacional y la transición energética. Y por ello se deben pensar “en relación”.
El nuevo enfoque trae mucho movimiento. La agricultura regenerativa y el uso de insumos biológicos no sólo ganan legitimidad, sino que se consolidan como ejes estratégicos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La experiencia de Osaka 2025 es más que una vidriera de modernidad y tecnología: es una brújula. Señala hacia dónde se dirigen las principales economías y cómo se construyen hoy los modelos de producción del mañana. Para los países con fuerte perfil agroindustrial, la señal es clara: la sostenibilidad ya no es una opción reputacional, sino una condición para competir, crecer y permanecer.
(*) Joaquín Basanta es Presidente de Agro Sustentable