OPINIóN
Análisis

Rusia-Ucrania: el antiimperialismo necio del autodenominado progresismo vernáculo

Los grupos autodenominados progresistas de la región de Latinoamérica comenzaron a justificar y hasta aplaudir la injustificable causa rusa. Este apoyo tiene y va a tener consecuencias negativas para las instituciones y las sociedades donde tales expresiones necias son tomadas en cuenta.

Guerra Rusia Ucrania
Guerra Rusia Ucrania | AFP

En la mañana del 24 de febrero de 2022 Rusia invadió Ucrania y, al mismo tiempo que la movida motivó el rechazo de la mayoría de los gobiernos y pueblos del planeta, los grupos autodenominados progresistas de la región de Latinoamérica comenzaron la extraña tarea de justificar y hasta aplaudir tal violación de la soberanía de un país independiente.

El apoyo expresado, además de no sumar demasiado a la injustificable causa rusa, tiene y va a tener consecuencias negativas para las instituciones y las sociedades donde tales expresiones necias son tomadas en cuenta.

Los argumentos usados han sido varios, pero es difícil buscar un hilo conductor en el torrente de falsedades y falacias usadas para justificar lo injustificable, dejando todas ellas traslucir que la verdadera razón de tal apoyo se encuentra en lo que he dado a llamar el antiimperialismo necio.

Guerra Rusia-Ucrania: No es no 

El diccionario de la Real Academia Española define “necio” como “ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber”, “falto de inteligencia o de razón” y “terco y porfiado en lo que hace o dice”, siendo la cuarta acepción el adjetivo que impone tal mote a la persona que es necia. Siendo imposible evaluar en forma genérica la inteligencia de quienes promueven razonamientos sesgados y basados en datos falsos, sólo queda evaluar por qué quienes profesan esta versión particular del antiimperialismo parecen no saber muchas cosas que deberían saber, son porfiados en lo que dicen al punto de negar la realidad y terminan por demonstrar lo poco progresistas que son sus dichos y acciones, más allá de que algunos consideren en forma genuina serlo.

Una de las constantes en las disparatadas defensas de la agresión rusa a Ucrania, es la de alegar que en realidad la responsable de la invasión es la misma Ucrania, por intentar tener una relación más cercana a occidente, y que Rusia actúa como cualquier potencia que no desea tener un país hostil en su patio trasero, adhiriendo a los postulados teóricos del anti-progresista de derecha y verdadero parangón del imperialismo de las potencias Henry Kissinger. El argumento se complementa con la aún más disparatada afirmación que el verdadero culpable es el imperialismo de los Estados Unidos de América, el que intenta expandir la Organización del Tratado del Atlántico Norte hasta las fronteras de Rusia.

Las citadas afirmaciones, tal como están hechas, conllevan una peligrosa combinación de argumentos que, traducidos a principios, implicarían, por ejemplo, la justificación de la fallida invasión norteamericana a Cuba y el consecuente bloqueo, o la sucesión de intervenciones que diversos países llevaron adelante en el Líbano y una larga lista de agresiones que países de cualquier signo político han llevado a cabo usando tal deleznable excusa. La necedad de quienes sostienen los argumentos se combina con deshonestidad intelectual cuando rápidamente se afirma que esas situaciones son diferentes, pretendiendo ocultar que las diferencias existentes, si fueran relevantes, harían más justificadas las intervenciones anteriores y no viceversa. Continuando con esta línea de razonamiento, que desde ya rechazo porque ninguna de las agresiones anteriores fue o es defendible, estaría más justificado que los Estados Unidos invadiera a Cuba, que instaló un sistema político antagonista al norteamericano y se unió a la alianza militar creada para luchar contra los Estados Unidos y sus aliados, y así sacar de su patio trasero a un régimen expresamente hostil durante un conflicto global entre dos sistemas, que Rusia invada a un país cuyo interés principal es la consecución de un sistema político basado en la transparencia y el estado de derecho, que es a lo que realmente se opone Vladimir Putin, y entendió que necesitaba apoyo occidental para evitar las agresiones que tal fin atraería. Los antiimperialistas necios, con razón critican las injustificadas agresiones contra Cuba y el Líbano, sólo como ejemplo, pero extrañamente alegan la provocación de la víctima, posición deleznable en el derecho penal, en el caso de Ucrania. 

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La necedad se manifiesta en no saber lo que deberían saber, que uno de los imperialismos más constantes y brutales ha sido el de Rusia en todas sus formas políticas y durante todos sus períodos históricos. Parecen ignorar que fue la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, la manifestación imperial de Rusia entre 1917 y 1991, la que emprendió una guerra de anexión contra Ucrania, creó la República Socialista Soviética de Ucrania, y luego fue responsable directa de la Holodomor de 1932-1933 en la que perecieron entre 1,5 y 5 millones de ucranianos, según historiadores como forma de rusificar Ucrania.

Se repite, de forma también ignorante y terca, que la agresión ilegal de Rusia contra Ucrania está justificada por la existencia de nazis en el poder en Ucrania y que, además, buscan la adquisición de armas nucleares. Dejando de lado la costumbre del pseudo progresismo vernáculo de modificar la realidad, en un versión distorsionada y perversa de la necesidad de crear una hegemonía cultural diferente, el hecho es que el candidato del partido Svoboda, que representa la ultra derecha ucraniana, logró solo el 1,6% en las últimas elecciones y el actual presidente ucraniano es judío, habiendo varios miembros de su familia perecido en el holocausto nazi.

También se ignora o se oculta que, cuando Ucrania se convirtió en república independiente luego que el 92,3% de los votantes se inclinaran por la declaración de independencia en el referéndum del 1 de diciembre de 1991, Ucrania era la tercera potencia nuclear contando la cantidad de misiles y ojivas nucleares, y fue el mismo país el que solicitó su desmantelamiento y la desnuclearización. A cambio de tal acto de desnuclearización y de la firma del tratado de No Proliferación de Armas Nucleares por parte de la República de Ucrania, Rusia, Estados Unidos y Gran Bretaña garantizaron su independencia e integridad territorial, mediante el Memorándum de Budapest sobre Garantías de Seguridad de 1994. La situación remite a la triste realidad de las dictaduras latinoamericanas, donde aquel que tiene la obligación de garantizar los derechos de la gente es quien los viola de forma brutal, pero los autoproclamados progresistas parecen estar de acuerdo con tal atroz realidad.

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La agresión rusa a Ucrania, en abierta violación al artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas que garantiza la integridad territorial de los estados soberanos, y desconociendo las resoluciones 1514 y 2526 de la Naciones Unidas, repite la falsedad comprobada que en ciertos territorios ucranianos se estaba cometiendo un genocidio contra la minoría rusa, buscando así la justificación a la agresión rusa en la resolución 1541 de las Naciones Unidas. La Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, de la que Rusia es miembro, no encontró evidencia ni indicios de tal genocidio.

El resultado de la posición de los antiimperialistas necios, que apoyan las acciones de uno de los países más imperialistas de la historia contemporánea que actualmente representa la antítesis del progresismo, es poner al desnudo su esencia reaccionaria. La Rusia actual constituye un sistema autocrático e hiper capitalista, signado por la corrupción, la falta de respeto a la diversidad y el ataque constante a los derechos humanos. Resulta llamativo que este grupo, que en teoría ha hecho del respeto a los Derechos Humanos una de sus banderas inclaudicables, hayan decidido claudicar y apoyar a Rusia, quien según Amnesty International, reprime a disidentes, ha modificado una ley sobre noticias falsas para violar aún más el derecho a la libertad de expresión, ha endurecido las restricciones a las concentraciones públicas de protesta pacífica, ha intensificado la persecución religiosa, discrimina a homosexuales, ha mantenido como endémica la tortura y viola de manera habitual el derecho un juicio justo. Más aún, como dijo la especialista en resolución de conflictos Gabrielle Rifkind en un seminario sobre la situación ucraniana organizado esta semana por el Queen Mary Global Policy Institute, “la mayor violación de los Derechos Humanos es la guerra”. La justificación de la agresión rusa por parte de los antiimperialistas necios, muestra a las claras su falta de compromiso con los Derechos Humanos y su profunda inmoralidad.

Para culminar la larga lista de dislates y falacias utilizados para justificar una guerra de agresión que viola derechos humanos, siguiendo la técnica de George W. Bush de ataque preventivo, los antiimperialistas necios terminan sus usuales diatribas de apoyo a Vladimir Putin alegando que quienes se oponen son agentes o funcionales a los Estados Unidos, ofendiendo la inteligencia de aun los no inteligentes, pretendiendo que la condena al imperialismo ruso es incompatible con la condena a otras formas de imperialismo, colonialismo o cualquier forma de agresión por parte de cualquier estado o grupo de estados a la integridad territorial de otro país. Tal afirmación implica un nivel de razonamiento binario tan básico que, viniendo de académicos y otras personas que tienen la función social de intelectuales, sólo puede ser interpretado como deshonestidad intelectual.

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La costumbre de crear relatos alternativos puede dar resultados positivos y generar réditos políticos, pero eventualmente la realidad, esa que algunos niegan pueda ser asequible, muestra su cara. Los principios trastocados incluidos en el antiimperialismo necio y el apoyo a Rusia por parte de los autodenominados progresistas que constituyen el imperialismo necio vernáculo, apoyo que no coincidentemente comparten con la utra derecha norteamericana y dictaduras brutales como Corea del Norte y Siria, tiene costos claros y tangibles. De la misma manera que el apoyo y negación de la realidad de las atrocidades del Khmer Rouge en Camboya por parte de muchos intelectuales de la izquierda occidental fue parcialmente responsable por la muerte de más de un cuarto de la población de Camboya, cerca de dos millones de personas, el apoyo de los pseudo progresistas vernáculos tiene el mismo origen abyecto: el considerar que la vida de personas inocentes es sacrificable para la obtención de algún objetivo oscuro y difuso imaginado por su trastocada ideología. La misma estrategia abyecta del antimperialismo necio llevó a Argentina a negarse a recibir vacunas contra el COVID de empresas norteamericanas, causando esta decisión un exceso de entre 20.000 y 30.000 muertos, según distintos cálculos, y lamentablemente para esos muertos, como para los muertos en Ucrania, su realidad no está sujeta a interpretación.

 

 

* Fernando Barrio. Profesor Asociado de la Queen Mary University of London y Director Académico del área de Resiliencia y Sustentabilidad del Queen Mary Global Policy Institute. Magister y Doctor en Cooperación Internacional por la Universidad de Nagoya, Japon, especialista en Estudios de Paz y Resolución de Conflictos por la Universidad Chulalongkorn de Tailandia, especialista en Política Global y Negocios por la Universidad de Yale, de los Estados Unidos, Lincenciado en Relaciones Internacional por la Universidad de Belgrano y Licenciado en Derecho por la Universidad de Londres.