OPINIóN
Columna

Henrietta Lacks, lo femenino, la deuda social y el respirar…

Reflexiones sobre cómo vivimos, la entrega del ser, dónde están depositadas nuestra atención y energía y la inevitable muerte.

Henrietta Lacks 20201026
Henrietta Lacks | Wikipedia Creative Commons

Henrietta Lacks fue una mujer pobre que murió a los 31 años de un cáncer de cuello de útero, pero sus células se multiplicaban con tal velocidad que terminaron sirviendo como base a las investigaciones sobre las células HeLa, por su reproducción inmediata, cosa que lograron en su laboratorio los investigadores George y Margaret Gey. Todo esto fue documentado por Rebecca Skloot en The Immortal Life of Henrietta Lacks. La infortunada mujer hubiera cumplido 100 años ahora pero sus células sí los cumplieron, por ello la revista Nature le dedicó un artículo afirmando que ninguna de las empresas de biotecnología y farmacéuticas que se beneficiaron por ellas retribuyeron a sus familiares, habiendo, sin embargo dado origen a variados estudios en cáncer, inmunología y enfermedades infecciosas, esto nos cuenta Nora Bar en su columna científica de La Nación.

Justamente ahora se cumple un año del fallecimiento del destacado periodista y economista Marcelo Zlotogwiazda, que se destacaba por su énfasis en mostrar la pobreza e indigencia presentes en la Argentina contemporánea, a través de La garganta poderosa organización barrial a la que estaba ligado y colaboraba, además de señalar invariablemente en los recordados editoriales de sus audiciones de radio y televisión la rampante desigualdad cada vez más presente a nivel local y global. Y si necesitáramos pintar nuestra aldea para poder colorear el mundo nos es indispensable el notable artículo presentado en el Diario Perfil del domingo 11 de octubre, del inclemente presente año, titulado Una sociedad pobre y desigual en estado de indefensión política que seguramente hubiera refrendado totalmente el inolvidable Marcelo Zloto; del prestigioso investigador del Conicet-UBA-UCA, Agustín Salvia.

Allí Salvia muestra que el Observatorio de la Deuda Social Argentina haciendo un pormenorizado análisis trimestral de pobreza e indigencia entre el primer trimestre del 2003 y el primer trimestre del 2020, los índices de pobreza pasan del 34,2% en el 2003 casi invariable hasta el 2008, desciende en el 2015 al 29,5% asciende al 32,2 en el 2016 y alcanza un escandaloso 47,2% en el 2020, mientras el de indigencia es decir por debajo de la línea de pobreza, o sea los pobres que a su vez se pauperizan, muestra un 23,1 % en el 2003 desciendo al 4% en el 2008, sin embargo asciende en el 2015 al 5,7 % y muestra un escalofriante 12, 4% en el 2020. El autor señala lo que ya había detectado la dupla Frondizi-Frigerio en la década del 60, la falta de un desarrollo sostenido y virtuoso, tanto en la generación de empleo, intensivo como calificado para ambos mercados, el interno y el externo y la insolvencia de nuestra clase política para salir de este escandaloso stop and go, que se repite y se agrava ante el crecimiento demográfico y el decrecimiento económico.

Para ello se necesitan acuerdos imprescindibles para políticas de Estado que prioricen el tratamiento urgente de esta aberrante deuda interna argentina, que deja a casi la mitad de la población indefensa ante esta tremenda inclemencia económica y pandémica y que cambien virtuosamente nuestra matriz productiva .

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A esto hay que agregar como lo haría también Marcelo Zloto, lo que Salvia muestra, que el índice de desigualdad que va de 0 a 1 o sea, el índice de Gini, donde 0 es la mínima desigualdad a 1 que es la máxima, entre los que más tienen y los que menos tienen, trepó del valor del valor de 0,427 en el primer trimestre del 2016 al último registro de 0,451.

Esto genera un abismo entre casi las dos mitades de la población que involucra no solamente el problema alimenticio, porque pobreza y pobreza extrema significan mala y pésima alimentación respectivamente con decrecimiento físico y mental pero además genera un problema educativo por menores oportunidades y un problema también de salud pública vinculado al medio ambiente marginal a las grandes ciudades, dada la altísima tasa de población urbana que tiene la Argentina, como si esto fuera poco, sin agua corriente y sin cloacas.

Y a nivel global, un notable artículo de Eduardo Fidanza en Diario Perfil el 18 de octubre, señala “que hoy el 1% de los más ricos posee el doble de bienes que el 60% de la población mundial, en tanto que las mujeres llevan a cabo el 75% del trabajo doméstico no remunerado y un poco menos de la mitad de la población mundial subsiste con 5 dólares diarios”.

Con su poder de síntesis resume Fidanza: “el Covid es el virus del capitalismo. La expresión de un racionalismo político, económico y sanitario decadente, sin brújula,  que se está mordiendo la cola, porque habiendo excluido a los pobres y saqueado a la Naturaleza, impide ahora consumir a sus clientes, con el incierto objetivo de salvarlos”.

Y con respecto a lo femenino, porque la recordada Henrietta era mujer, la epidemia de feminicidios continúa sin solución de continuidad, acercándose a la  pavorosa cifra de prácticamente una por día, dejando solamente hasta julio, desde el inicio de la pandemia, a 177 niñes sin mamá, y a 135 mujeres asesinadas.

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Es muy conocido el hecho que la mayoría inmensa de los asesinos son pareja o conocidos cercanos y que casi el 70% de los crímenes se producen en la vivienda compartida. No son tan claros los números con respecto a si se denuncian previamente todos los presuntos casos, si las denuncias son atendidas y si la mayoría denuncia realmente.

Pero no nos engañemos, no son delitos de género como hace tiempo negaba Victoria Donda, agregando, los géneros se vinculan a la telas, en todos estos horribles crímenes se trata de hombres que asesinan mujeres.

Y atraviesan todas las capas sociales. Un muy conocido club de campo fue testigo con algún intervalo de tiempo dedos crímenes horrendos en la Provincia de Buenos Aires. En el primero, la mujer fue asesinada por su marido, del cual estaba separada, en su casa, por múltiples heridas de arma blanca. El feminicida cumple cadena perpetua en la actualidad. En el segundo, muy reciente, el marido un coleccionista de armas después de saludar muy gentilmente a dos conocidos por vía electrónica, decidió que su mujer no podía seguir viviendo y pese a su resistencia la asesinó con un arma de fuego, de las cuales era coleccionista. Luego se suicidó, lo cual es una cobardía habitual en estos casos, porque entonces el feminicida culmina un doble propósito, hace desaparecer a la mujer que le molesta y elude obligadamente la consiguiente condena penal. Una pregunta que quizás deberíamos hacernos es si desde aquel muy lejano “Viva el cáncer” ante la enfermedad final de María Eva Duarte de Perón y el muy actual “Morite yegua”, no aparece en el inconsciente colectivo esta sombra siniestra de la muerte femenina, no asumida como enfermedad colectiva de la sociedad argentina, como sin duda afirmaría el eminente Carl Jung.

Y un simple hecho, en la muy conocida Primera Liga Inglesa en un partido de fútbol, un muy conocido jugador argentino, quizás el más famoso en la actualidad después de Messi, ante un fallo de una mujer árbitro de línea, la tomó, como amistosamente del cuello. Y este simple gesto de un deportista, del cual nunca se conoció una conducta agresiva hacia lo femenino, demuestra un común denominador de los hombres hacia las mujeres, o sea; a este cuerpo me puedo acercar sin fronteras.

Y eso me hace recordar la muy famosa afirmación del filósofo indio Krishnamurti que estaba en la India cuando asesinaron a Gandhi y ante la consternación que atravesara ese vasto subcontinente, la respuesta de Krishnaji fue contundente: “Preguntáos por vuestra violencia cotidiana”. Y quizás la persona que más profundiza esto es la célebre escritora, a su vez esposa del novelista Paul Auster, Siri Hustvedt, en un reportaje de la revista Ñ. Y Siri advierte que las fuerzas que en los 30 estaban ligadas al fascismo ahora reaparecen con una triple corona: racismo, misoginia y homofobia. Y todos ellos, como los asesinos argentinos quieren controlar para siempre los cuerpos y las vidas de las mujeres, o sea, los hombres que se sienten amenazados ante una mujer por su autoridad o por su inteligencia, o simplemente culpan a las mujeres de su propio deseo sexual. Porque lo femenino, añade Hustvedt, está asociado al cuerpo, a la Naturaleza y a las emociones. Pero, esa herencia de inferioridad de las mujeres, proviene de la Grecia Clásica. Platón decía que el nacimiento que tenían los hombres en el Symposium (reuniones que tenían para beber, como aclaraba el inolvidable Bertrand Russell, como también para filosofar), era superior al pobre nacimiento natural que tenían a través de las mujeres, que a su vez, no eran ni sujetos políticos, no podían votar en las asambleas ni tampoco eran singularidades eróticas, pues ellas estaban sólo para procrear y para el amor estaba justamente el Symposium.

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Finalmente mientras después de Australia y California ardieran, Córdoba y otras catorce provincias argentinas están siendo incendiadas, por una mezcla donde aparece el indudable calentamiento global y lo intencional, delictivo pero sin sanción, dado que el medio ambiente es sólo teórico, pues en la Argentina como en la Antigua Grecia significa: los que observan o sea sólo miran y no actúan y la Justicia ambiental está tan ausente como la presencia femenina en lo judicial que es sólo esporádica y claramente minoritaria.

Es decir como lo manifiesta el filósofo y poeta italiano Franco "Bifo" Berardi, también en el Diario Perfil, en su último libro que se titula Respirare, o sea respirar, se pregunta si seremos capaces de una sintonía o sea un latir con los otros seres conscientes e inconscientes, con los cuerpos de los otros humanos y con el cuerpo inconmensurable de la Naturaleza, o seremos responsables de nuestra propia extinción, por los inexplicables y crecientes gastos militares, la disminución del oxígeno de los bosques y las selvas, la contaminación y polución en tierras y mares y la desatención local y global, a aquellas personas esenciales en educación, salud y ecología.