OPINIóN
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Ficción y realidad

Cristina Kirchner
Cristina Kirchner | Cedoc

A Cristina se le había roto una uña. Le molestaba. Pero ese iba a ser un mal muy menor cuando esa noche Fernando Andrés Sabag Montiel, el brasileño de 35 años, le pusiera una pistola en su cara.

Sabag Montiel fue dos veces entrevistado en televisión y se fotografió con personajes del espectáculo argentino. Sorpresivamente, apareció en otro móvil del mismo canal (Crónica TV). Lo encontraron en el microcentro porteño, donde explicaba que su novia vende algodón de azúcar para no cobrar planes sociales. En su cuenta de Instagram, antes de ponerle un arma en la cara a Cristina, Sabag Montiel compartía fotos de encuentros casuales con personajes que pertenecieron al espectáculo o se hicieron conocidos por redes sociales. Cristina, cuando este ser nefasto, le pone la pistola en el rostro, le dice: ¿Querés un Trapax? Y Sabag Montiel le dice una frase en latín e intentó matarla. Los contornos, siempre difusos, tramposos y cambiantes de la historia se transformaron en un film de Tarantino. O en un relato de Thomas Pynchon. La realidad se parece a la literatura y viceversa. En nombre falso, Ricardo Piglia escribió que su padre le decía algo así: no soy paranoico, es la realidad la que está en contra mío. Piglia decía que Roberto Arlt siempre estaba escribiendo en el futuro porque era capaz de captar el núcleo paranoico de la realidad.

Fernando Sabag Montiel fue dos veces entrevistado en la televisión argentina

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“Cristina está impactada y conmocionada” pero “tiene su espíritu y temple intactos, y en este sentido está bien”, reveló el senador nacional Oscar Parrilli, uno de los hombres más cercanos a la vicepresidenta de la Nación. El legislador anunció, además, que debido al intento de asesinato ocurrido anoche “sin dudas va a haber un replanteo en toda la manera y la forma en que (la ex mandataria) se contactaba con la gente”.

Pienso en el mar. En la superficie luminosa del océano Atlántico cuando el sol de enero la hace flotar en nuestros sueños. Ahí estamos los dos. Ella y yo. Ella podría ser cualquiera, pero no. Es Cristina. Su cara anegada por las lágrimas. Me dice que la quisieron matar. Yo la abrazo y trato de consolarla, pero me pongo a llorar con ella. De todos modos, aprovecho para decirle que hay que cuidar nuestra soberanía sobre el río Paraná, sobre nuestro mar, le digo que podríamos ser una potencia pesquera. Ella no me escucha. En una letanía repite: me quisieron poner un balazo en la cabeza. Le digo que la comprendo, que yo estoy para cuidarla y para amarla. Ella dice que no con la cabeza.

Me despierto. Estoy solo en la pieza de la pensión. Las noticias no paran de ladrar. Anoche los vi a Gustavo Silvestre y a Pablo Dugan. No les alcanzaban sus recursos histriónicos para relatar lo del atentado a la vicepresidenta. Son las once de la mañana. Me sirvo medio vaso de whisky sin hielo y me lo tomo de un saque. Pienso: tendría que estar vivo Rodolfo Walsh. Él podría escribir algo genial. Una de sus crónicas demoledoras con esto del atentado. Pero esta idea se desvanece y pienso en la novela de ciencia ficción que estoy escribiendo. Ser escritor es elegir la rutina del fracaso. El único gol que podemos meter es que alguna productora adapte lo que hacemos al cine.

No llores por mí, Argentina

El papa Francisco se comunicó telefónicamente con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner para expresarle su solidaridad tras el ataque que sufrió en la puerta de su domicilio. Más temprano había enviado un telegrama para expresar su apoyo.

“Habiendo recibido la preocupante noticia del atentado que vuestra excelencia sufrió en la tarde de ayer, deseo expresarle mi solidaridad y cercanía en este delicado momento”, dice la misiva del papa argentino y agrega: “Rezo para que en la querida Argentina prevalezcan siempre la armonía social y el respeto de los valores democráticos, contra todo tipo de violencia y agresión”.

Ahora pienso en Francisco (que antes se llamaba Bergoglio). ¿Por qué no viene a la Argentina?

Prendo un cigarrillo. Yo nunca fui creyente, pero en la pandemia Dios me mandó señales de que existe. Sin embargo, ahora pienso en Satán. Él conoce más a la Argentina que Dios. Es un momento complicado. No tengo plata para pagar el alquiler. Lo mejor que puedo hacer ahora es volver a la cama.

*Narrador y poeta.