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Irán, Arabia Saudita y China: ¿nueva tríada geopolítica en Medio Oriente?

Irán y Arabia Saudita cuentan con grandes reservas de hidrocarburos mientras China importa el 70% de los insumos energéticos que consume. La política exterior de Joe Biden fracasó en el Golfo, mientras Xi Jinping reconcilió a dos grandes rivales.

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Teherán vida cotidian | Agencia Shutterstock

Las últimas semanas China se destacó como país mediador en la normalización de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita, suspendidas desde 2016. 

Mientras, la administración de Joe Biden fracasa en reencauzar el acuerdo nuclear con Irán y, tras años de patrocinar una red de alianzas entre Israel y las monarquías del Golfo en contra de este país, la política exterior de Xi Jinping ha reconciliado a dos grandes rivales.

La principal motivación del gobierno chino para intervenir es garantizar la estabilidad entre regiones interconectadas donde ha invertido en infraestructuras como autopistas, puertos, centrales hidroeléctricas, nucleares, gasoductos y oleoductos que permiten a China articular mercados y consolidar áreas de influencia.

Esta Nueva Ruta de la Seda cruza el Medio Oriente, donde se hallan sus principales exportadores de energía. China importa el 70% de los insumos energéticos que consume. 

Antes de la guerra ruso-ucraniana, un 47% de dicho volumen provenía del Medio Oriente; desde 2022, la cifra aumentó al 54% al verse obligada a diversificar sus proveedores.

Desde 2021, la diplomacia china promueve este acuerdo. A diferencia de Estados Unidos, sus intereses exceden el objetivo de garantizar la seguridad propia y de aliados como eje de su estrategia para la región. 


China, entre Irán y Arabia Saudita


La táctica china para securitizar el Medio Oriente consiste en introducir incentivos para la cooperación basados en términos blandos y en las ventajas derivadas de integrar un entramado de alianzas, probablemente, empero, más endeble.

 

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China se da la mano con Irán.

La relevancia de China es indisputable, pero el acuerdo constituye hoy un primer paso entre dos actores con una relación inestable y con intereses propios. 

Arabia Saudita procura diversificar las alianzas que teje con las grandes potencias, pero esto no indica que comprometerá su relación con Estados Unidos. Es más, aunque el acuerdo sugiera un panorama auspicioso para la cooperación regional, Irán permanece afectado por sanciones norteamericanas severas que limitan sus intercambios comerciales. 

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El comienzo del mes de Ramadán contó con una prometedora conversación entre los ministros de exteriores de Irán y Arabia Saudita, que acordaron la pronta reapertura de embajadas y consulados. Más aún, el propio rey saudí invitó al presidente iraní a visitar su país. 

La complicada relación entre ambos países se enmarca en una competencia por liderar el Medio Oriente, desde la Revolución Islámica de 1979. 

Esta relación evidencia rasgos multifacéticos: períodos de cooperación teñidos por una tensión latente. Los conflictos que las involucran concitan cuestiones geopolíticas e identitarias (cabe considerar la esquemática división sunní/chií en su articulación con afinidades tribales, etnolingüísticas, partidarias, etc). 

Al apoyar a actores enfrentados al interior de otros Estados, indirectamente, Irán y Arabia Saudita han luchado entre sí.


¿Nueva tríada geopolítica en Medio Oriente?


En términos geopolíticos, ambos Estados cuentan con grandes reservas de hidrocarburos, uno de los principales factores que les permite ejercer influencia dentro y fuera de la región y ser vistos como socios estratégicos. 

Mientras Arabia Saudita capitanea el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), Irán es aliado del presidente Bashar al-Assad en Siria, de Hezbolá en Líbano y de diversos actores en Iraq. 

Protestas en Teherán
Protestas en Teherán, capital de Arabia Saudita.

Los levantamientos de la Primavera Árabe de 2011 presentaron nuevas oportunidades para esta competencia: pronto, ambos intervinieron en conflictos como las guerras civiles de Siria y de Yemen, donde Arabia Saudita apoya al gobierno yemení reconocido internacionalmente y ha realizado ataques contra los rebeldes hutíes respaldados militarmente por la Guardia Revolucionaria iraní. 

Otros incidentes que tensaron esta relación fueron la estampida en La Meca en 2015, la ejecución del clérigo chiíta Nimr al-Nimr en 2016, y el ataque a la embajada saudí en Teherán, hechos que sedimentaron la eventual ruptura de los lazos diplomáticos.

 

Irán y Arabia Saudita: ¿Qué puede esperarse?

Es prudente relativizar su impacto potencial. No podemos deducir que China sea hoy la principal potencia extranjera en la región en reemplazo de Estados Unidos. 

Es cierto que Irán halla aquí un respiro frente a un prolongado aislamiento mientras lidia con una serie de crisis internas económica, social y política, dado el redoblado conservadorismo que defiende el gobierno de Ebrahim Raisi. 

Las protestas contra la violencia de género crecieron y articularon, de manera intergeneracional e interseccional, demandas de grupos heterogéneos entre sí que se enfrentan a la represión policial ejercida por el gobierno. 

El acuerdo no resolverá esta situación: podrá tener un impacto positivo relativo si se da una apertura paulatina a nuevos mercados, aliviando un clima inflacionario y de creciente desempleo, pero no necesariamente neutralizaría la movilización popular descripta en contra no solo del gobierno sino del régimen político mismo. 

Este acuerdo augura otros análogos entre Irán con Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. La política exterior iraní fue recompensada sin comprometer sus intereses y, así, su posición podría devenir más intransigente en las negociaciones nucleares con Estados Unidos. 

Guerra del Golfo
Guerra del Golfo, cuando una coalición de 34 países invadieron Kuwait,  desde agosto de 1990 hasta febrero de 1991.

Sin embargo, Irán también está comprometido con el Organismo Internacional de Energía Atómica y su conversación con la entidad es independiente de dicho antagonismo.

Potencialmente, la Guardia Revolucionaria cesaría de pertrechar a los hutíes en Yemen, mas es difícil de creer que decisivamente influyan en su agenda. Por eso es exagerado pensar que, fruto del acuerdo, la corona saudí deje de ver a los hutíes como una amenaza. 

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Recordemos que no existen en Yemen procesos de reconciliación que convoquen al diálogo y que Emiratos Árabes Unidos intervienecon agenda propia en el conflicto. 

Por ende, el acuerdo está lejos de desarticular la lógica de una guerra civil: simplemente neutraliza la amenaza recíproca entre saudíes y hutíes y, por extensión, entre Arabia Saudita e Irán. Este último país seguirá apoyando a Hezbolá, del cual la corona saudí es particularmente recelosa, y a al-Assad, lo que constituye un factor de preocupación. 

Sí podría disiparse la tensión reciente entre Líbano y el CCG y detenerse el proceso de desestabilización económica y política que afecta al país hace años. Pero es preciso ser moderados, pues la acefalia presidencial, la crisis económica y la de su sistema político obedecen a múltiples causas, no todas directamente afectadas por dinámicas regionales.

El acuerdo neutraliza la amenaza recíproca entre saudíes y hutíes y, por extensión, entre Arabia Saudita e Irán

Siria sigue gobernada de facto por al-Assad. El acuerdo podría revertir el aislamiento del país, reinsertarlo en la Liga Árabe y relanzar intercambios comerciales que faciliten la reconstrucción institucional desde el poder central. Pero esto no tiene porqué ser inmediato, ni tampoco significa un beneplácito saudí a la legitimidad de al-Assad.

Arabia Saudita busca una nueva reputación. Por ello, diversifica su producción y pregona una transición a energías limpias. Su política de modernización de valores y de expansión de derechos para las mujeres y minorías no condice con el apoyo a un régimen paria, asolado por sanciones y demasiado ligado a Rusia.

En sí, el acuerdo inaugura o aumenta potencialidades de cooperación entre actores con intereses definidos y refleja más un gesto de pragmatismo táctico que de supeditación a una nueva potencia.


*Dr. En Ciencias Sociales (UBA), Jefe del Departamento de Medio Oriente en IRI, UNLP; CONICET / Academia.edu / IDAES, UNSAM