OPINIóN
En el ámbito laboral

Liderar el deseo

El deseo según la filosofía es algo más profundo que las ganas; es más parecido a un motor siempre encendido y ronroneando que a un impulso momentáneo.

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Dos tipos de deseo nos ponen en relación con los demás: el deseo de reconocimiento y el deseo de imitación. Algunas de las ideas de los filósofos que nos los han señalado –A. Honneth y R. Girard- nos pueden ayudar a observar el mundo laboral, el ámbito de las ocupaciones, el de las organizaciones o empresas, desde otra perspectiva.

El liderazgo suele ser un tema central en esos ámbitos y sobre el que también se escribe mucho -“demais”, como dicen en Brasil. En parte, quizás, porque a pesar de lo mucho que se sabe sobre lo que es ser un buen líder, la gente en las organizaciones sigue sufriendo jefes que no funcionan. Y, por otra parte, quizás, porque el discurso sobre liderazgo suele estar, como cantaba Carlos Gardel, “repleto de infelices ilusiones” -o, lo que podría ser casi lo mismo, de omnipotencia- ya que se suele olvidar la responsabilidad y el poder que también tienen los liderados. Incluso, digo más, la idea de que el líder tiene que dar el ejemplo, se vacía continuamente hasta el aburrimiento, sin tener en cuenta que la mayoría de las personas en esta tierra suele pensar que nadie es quién para decirle cómo tiene que actuar.

El deseo según la filosofía es algo más profundo que las ganas; es más parecido a un motor siempre encendido y ronroneando que a un impulso momentáneo. Según Honneth, deseamos profundamente ser vistos, mirados y estimados por el otro, no ser invisibilizados, “ninguneados”, pasados por alto. Según Girard, deseamos lo que el otro deseó primero, pero no nos damos cuenta y nos creemos originales. Deseamos lo que ya desea alguien antes, un alguien que consideramos superior en algún sentido: porque hace algo mejor o llegó primero, porque tiene muchos seguidores o tiene fama, porque fue elegido o tiene poder o autoridad.

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Deseamos lo que ya desea alguien antes.

Aquí encontramos, entonces, una distinción importante para el liderazgo. Si consideramos a alguien superior, más que imitar sus cualidades, nos mimetizamos con sus objetos de deseo y su modo de conseguirlos: deseamos lo que esa persona desea, queremos lo mismo. En las organizaciones, las horas, días y años compartidos nos permiten no solo ver y estimar a las personas en sus capacidades y su desempeño, sino también reconocer sus verdaderos objetos de deseo, los que están detrás o debajo de sus palabras y acciones. Por tanto, lo que desacredita o solidifica al líder en su rol, no es cómo es o cómo actúa en la superficie, sino lo que quiere, desea y busca consistentemente a lo largo del camino. La gente ve ese deseo o, al menos, lo intuye, la mayoría de las veces sin pruebas, pero también sin dudas. Si lo que busca el líder con energía e intensidad es también valioso o deseable para los que deberían seguirlo, lo siguen, si no, desconfían y toman distancia.

“Better call Saul!” y el deseo de reconocimiento

Aquí podríamos hacer una nota al pie sobre qué es lo valioso o qué son los valores. Que hemos de ser personas con valores es un mantra conservador, pero en verdad, todos tenemos valores, todos nos dirigimos hacia objetos buenos y bellos -salud, dinero y amor, dice la sabiduría popular. El problema está en qué orden los queremos, cuáles priorizamos y los de quién dejamos de lado.

Volviendo a vos, Don o Doña Líder, no se trata, entonces, del lema simplista “hay que dar el ejemplo”, sino de, ante todo, liderar tu deseo, porque los demás lo ven y ellos saben si los ves y te creen o no.

* María Marta Preziosa: Dra. en Filosofía. Investigadora y docente universitaria.