OPINIóN
Política

Elige tu propio Milei

Dependiendo qué aspecto de su discurso, qué atributo de su personalidad o qué elementos de su imagen elegimos priorizar, encontraremos tantos Milei como caminos decidamos desandar.

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Javier Milei. | COLLAGE

Quienes tenemos más de 40 años y atravesamos nuestra preadolescencia durante la década del ’80, seguramente recordaremos la colección literaria “Elige tu propia aventura”, una serie de libros juveniles de ficción que ofrecían al lector la posibilidad de tomar decisiones sobre la forma de actuar de los personajes de la trama, modificando así no sólo el desarrollo de la historia sino también su final.

Quienes leíamos ávidamente estos relatos nos enfrentábamos a sucesivas decisiones que nos remitían a distintas páginas del libro, rompiendo el carácter lineal del relato y abriendo múltiples ramificaciones que, eventualmente, derivaban en finales alternativos, algunos buenos y otros malos, dependiendo de los valores y atributos que se privilegiaban del personaje central de la historia: la inteligencia, el coraje, la generosidad, el egoísmo, el individualismo, la solidaridad, la ambición, etc.

La fulgurante irrupción de Javier Milei en la escena política nacional y su poco previsible -por no decir errática- trayectoria pareciera emular el ejercicio lúdico que nos proponían estos recordados cuentos juveniles. Es que, dependiendo qué aspecto de su discurso, qué atributo de su personalidad o qué elementos de su imagen elegimos priorizar, encontraremos tantos Milei como caminos decidamos desandar.

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Javier Milei, el libertario menos liberal

Allí, estará seguramente el Milei libertario, que se aleja de la tradición del liberalismo clásico -Locke, Smith y, en nuestro suelo, Alberdi- defensora de los derechos civiles y políticos, la educación pública, el progreso y la igualdad de oportunidades, y abraza a polémicos pensadores como -entre otros- la filosofa del “egoísmo racional” Ayn Rand, uno de los máximos exponentes de la “Escuela Austríaca” Friedrich Hayek, teórico del “orden espontáneo” y cercano a las dictaduras del Cono Sur, y el “neo reaccionario y monárquico” Michael Anissimov, que defiende las supremacías raciales.

También el Milei justiciero, una especie de “superhéroe” cuya misión es castigar a la “casta” política, que no sólo ha fracasado estrepitosamente en lo político y lo económico, sino que han erigido privilegios a expensas del esfuerzo y los impuestos de los ciudadanos comunes.

No faltará tampoco el Milei autoritario, que, sucumbiendo a la tentación de las ultraderechas fascistoides, no sólo no se pronuncia contra las dictaduras o el terrorismo de Estado, sino que coquetea con personajes como Bussi en Tucumán y reivindica el derecho a armarse en defensa de la propiedad privada.

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Obviamente, aparecerá también el Milei antiestatista, simbolizado en su proclamada intención de “quemar el Banco Central”. El Milei que promete eliminar ministerios, echar empleados públicos, eliminar protecciones sociales, y tener un ministro de Economía al “que le gusta la motosierra”.

También, al igual que los nuevos “libertarios” que emergen en otras latitudes, estará el Milei refractario a ampliar derechos. Sus enemigos no son, en este sentido, los poderes fácticos del establishment (mucho menos los económicos), sino el feminismo, el movimiento obrero, los pobres, los inmigrantes.

Incluso el Milei anarcocapitalista que se referencia en la obra de Rothbard, según el cual todos los derechos -incluso los “naturales”- son formas de propiedad; lo que lo lleva a proclamar la licitud del trabajo infantil, del chantaje, de los mercados negros, entre otros. Si había alguna duda de que Milei suscribe esta teoría ahí están sus declaraciones sobre el comercio de órganos para ratificarlo.

En este marco, resulta importante destacar dos aspectos para abordar el fenómeno Milei, y evitar equívocos o lugares comunes que nos impidan comprenderlo en toda su dimensión: va mucho más allá de su persona y, además, tiene un “parecido de familia” con movimientos similares que se registran en otras latitudes.

 

Javier Milei

 

El primer aspecto es central para no perder de vista la profundidad del hartazgo, descontento y frustración que embarga a amplios sectores de la población. A la crisis de representación que arrastramos desde hace décadas, se le suma un clima socioeconómico asfixiante -inflación récord, caída del salario real, crisis cambiaria-, al que las principales coaliciones responden con internas y debates alejados de la agenda de la gente. Sin dudas, un terreno fértil para el discurso rupturista del dirigente “libertario”, que se alimenta de la mezquindad y los egos de una gran parte de la clase dirigente tradicional.

Pero más allá de los condimentos locales asistimos a un proceso de transformación de las derechas a escala global. Si bien es cierto que los discursos de odio, teorías conspirativas, fake news y antipolítica son parte de su repertorio, también es cierto que las denominadas “derechas alternativas” han cambiado el ropaje, sacudiéndose el polvo del conservadurismo tradicional, y agitando las banderas de la indignación y la incorrección política. Así, con esta incorrección y estilo provocador que atrae a muchos jóvenes -y no tanto-, parecen disputarle a la izquierda el patrimonio de la rebeldía.

Como plantea Pablo Stefanoni en un libro de referencia para entender estos fenómenos (¿La rebeldía se volvió de derecha?, Ed. Siglo XXI), hay que tomarse muy en serio las ideas de estas nuevas derechas, aunque parezcan moralmente condenables o incluso ridículas y, sobre todo, entender cómo sus líderes carismáticos y escandalosos, su discurso rupturista y su actitud provocadora y transgresora están permitiéndoles interpelar y representar a muchos sectores que se perciben postergados en sus sociedades. Ello explica una Marine Le Pen siempre al acecho en Francia, un José Kast que quedó a las puertas de La Moneda, un Trump que vuelve al ruedo, un Vox que se erige como la amenaza de la “España plural”, una Giorgia Meloni que irrumpe en una Italia que ya conoce bastante de estas expresiones (Berlusconi, Grillo, etc), y un Jair Bolsonaro que reina en el vecino Brasil.

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En definitiva, es innegable que Milei -en cualquiera de sus versiones- ha logrado capitalizar la desazón, el hartazgo y la indignación de importantes sectores de la ciudadanía. El gran interrogante no radica sólo en si será capaz de transformar esos sentimientos en una mayoría silenciosa en las urnas, sino si esos hipotéticos votos servirán para darle un golpe de gracia a una república que agoniza o, si, por el contrario, serán las bases para inaugurar una nueva etapa dentro del sistema democrático.

Al igual que esos niños que leíamos con pasión esas aventuras de ciencia ficción, espero comprendamos que nuestras decisiones pueden ser relevantes.

 

* Lucas Doldan. Politólogo, consultor y autor de “Comunicar lo Local” (La Crujía, 2021).