El argentino promedio sabe por intuición que, con brechas cambiarias cercanas al 100%, la economía real literalmente se frena. Hace que las expectativas de devaluación se disparen, y que las mismas se apropien de la economía.
Las mercaderías no se venden porque se pierde la noción del valor futuro de reposición de las mismas, el dólar oficial deja de ser referencia para los precios de todo lo que se importa, aparece el desabastecimiento, se remarca sobre la base de los dólares alternativos, los que exportan retienen las liquidaciones de divisas, y los importadores las adelantan. Es decir, cada vez que estamos cerca de ese límite de brecha, la economía deja de fluir y entra en psicosis.
Cuando los dólares alternativos tienen esa diferencia con el dólar oficial, marcan que en la realidad de la coyuntura argentina el ministro de economía Guzmán tiene un límite real que sin el acuerdo con el FMI, le es difícil franquear. Vale decir, que el ajuste fiscal tiene un límite concreto sin mucho margen de maniobra.
El problema es claro, la segunda ola le vuelve a disparar el gasto, y además necesita compensar el daño que causó la inflación con más gasto público en la previa de las elecciones. Ambas cuestiones, al no tener recursos genuinos, aumentan la brecha fiscal, y el BCRA tiene que emitir para asistir al Tesoro, generando pesos sueltos que le impactan en el frente cambiario. Y al llegar al límite la economía se paraliza.
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Los primeros 5 meses del año la situación venía nivelada. La súper soja aumentó los ingresos, la inflación licuó los gastos, y el rebote de la economía desde el fondo del 2020 incrementó los ingresos tributarios. Esto permitió armarse de un colchón fiscal de más de 3 puntos del PBI para el segundo semestre, y tener cierto margen de maniobra para cumplir con el presupuesto 2021. Sin embargo, y sobre la marcha, la soja quedó un poco amesetada, la economía no rebotó tanto como se esperaba, y ante una política expansiva como paliativo a dicha situación, el mercado dejó de percibir de manera clara que la economía no tenga saltos disruptivos cambiarios como pasó en octubre del año pasado.
Se hace imposible el anclaje de las expectativas sin un acuerdo con el FMI. El hacerlo permitiría estabilizar la brecha cambiaria, que se evite seguir sacrificando bonos del BCRA y las reservas para contener a los dólares alternativos, pero por sobre todo, insuflaría oxígeno sobre el atraso cambiario desacelerando la dinámica de la inflación. Los pesos sueltos, una elección por delante, y un país atravesando una crisis económica (estructural por herencia, y exógena por la pandemia), hacen que todo se distorsione.
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El punto de quiebre de esta situación es cómo se percibe que el gobierno llegará a las elecciones. Con qué nivel de reservas, cuánto será la brecha entre el oficial y los dólares alternativos. La razón de responder a estas cuestiones, es que las elecciones generales del mes de noviembre están quedando muy lejos en el horizonte de planeamiento de la economía. Cuanto más lejos se perciba, mayor será el ruido en el mercado cambiario, y mayor será el apetito de los ahorristas buscando cobertura y refugio en el dólar frente a una posible nueva corrección cambiaria.
Guzmán sabe que no puede expandir mucho más el gasto público, tener más déficit fiscal y más emisión, porque tendría que endurecer mucho más las restricciones cambiarias gastando dólares de reservas y bonos en cartera, impactándole en la inflación. Tampoco puede subir la tasa para desalentar la dolarización, porque encarecería el crédito al consumo (cuando la economía no está consumiendo), y frenaría la inversión (nos costaría más salir del pozo postpandémico).
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Como decíamos arriba, no hay margen. Si no le sobran reservas, no puede expandir el gasto, y no puede tocar la tasa, lo que le queda es pseudo controlar el cimbronazo cambiario que sabe que vendrá, acelerar las negociaciones con el FMI para anclar las expectativas antes de las elecciones (para que no le aspiren tantos dólares), y calzar los pagos de septiembre con los DEG, para intentar llegar a un acuerdo definitivo post-elecciones, mostrando un mínimo de reservas. Conclusión: la coyuntura sería el hombre lobo, y a Guzmán le queda una bala de plata.
* Luis Ferraro Lara. Analista Económico. Titular de Ferraro Lara & Asociados. www.luisferrarolara.com / T: @luisferrarolara.