OPINIóN
Análisis

Economía o salud, el falso dilema

Sobre la necesidad de elegir entre dos alternativas que son contradictorias y que representan resultados equiparables por ser igual de buenos o igual de malos.

Alberto Fernández en la residencia presidencial de Olivos
Alberto Fernández en la residencia presidencial de Olivos. | NA (archivo)

Muchos me decían que iba a destruir la economía con la cuarentena. Si el dilema es entre la vida y la economía, yo elijo la vida. Después veremos cómo ordenar la economía”, decía Alberto Fernández el lunes 23 de marzo. De esa manera se anticipaba a las críticas y se diferenciaba de presidentes como Donald Trump, López Obrador y Jair Bolsonaro, todos hasta entonces notoriamente más preocupados con los efectos económicos del COVID-19 que con los sanitarios. 

Un dilema es la necesidad de elegir entre dos alternativas que son contradictorias y que representan resultados equiparables por ser igual de buenos o igual de malos. En este caso, las medidas sanitarias tendrían un costo negativo (recesión, desempleo, hambre, etc) que en definitiva sería equiparable al costo de no tomar ninguna o muy pocas medidas, de modo de no perjudicar la economía (produciendo más enfermos y más muertes). El supuesto dilema, o la idea de que el costo económico sería peor que el sanitario, se ha mostrado totalmente falaz en esta primer etapa.


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El supuesto dilema partió de la subestimación de la amenaza del Covid-19, “la mayor amenaza global”, según las OMS, pero que muchos insistieron en negar. En Italia, como ya es sabido, y en particular Milán, privilegiaron cuidar la economía. “Milano non si ferma” (“Milan no para”) era la campaña que fue apoyada por el gobierno de esa ciudad. Semanas después entraba en cuarentena. Lo demás es dramática actualidad. En el Reino Unido, Boris Johnson se cansó de tomarse a la ligera el coronavirus e inicialmente promovió el mínimo de medidas de contención. La semana pasada decretó la cuarentena y se puso al frente del “Stay home” (“quédate en casa”), padeciendo los síntomas del coronavirus en primera persona. Trayectoria similar la de Donald Trump, que adoptó en los últimos días las recomendaciones de aislamiento, aunque sin cuarentena general. Ídem López Obrador en México, que por estas horas profundiza su plan de contención. Los adalides del “siga siga” van cayendo uno a uno y poniendo al descubierto que tal “opción económica” en verdad no era sustentable.

De los estudios que dan cuenta de la gravedad del COVID-19 se destaca el del Imperial College de Londres, que habría hecho intensificar las medidas sanitarias a Boris Johnson y en menor medida a Trump. Ese estudio proyectaba 2,2 millones de muertes en Estados Unidos y 510 mil en Reino Unido si no se tomaba absolutamente ninguna medida (hasta ahora todos los países afectados han tomado al menos algunas medidas) y sin considerar el incremento de mortalidad por causa del colapso del sistema de salud.

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Mientras que el desastre sanitario y el colapso de los sistemas de salud es evitable,  como han demostrado Corea del Sur y Japón, la crisis económica no. En un breve artículo, economistas de la Universidad John Hopkins consideran que si no se tomasen suficientes medidas contra el coronavirus, el pánico generalizado, producto de las crecientes muertes, produciría una caída de abajo hacia arriba de la actividad económica. Por lo tanto, para los autores del artículo el cálculo económico y el cálculo epidemiológico llegan a la misma conclusión: es necesario imponer un distanciamiento social radical. Como señala Atila Iamarino, el virólogo en boga en Brasil, citando a un artículo del New York Times: estados norteamericanos que no tienen cuarentena están sufriendo el crecimiento del desempleo a niveles de recesión. No es la cuarentena, es el Covid-19.

Continuando con Estados Unidos, el caso de Donald Trump es paradigmático. El actual presidente fue reticente a las medidas de contención en parte por el deseo de ser reelecto. Una economía en recesión sepultaría sus chances. Otro tanto hizo su visión anticientífica, sus teorías conspirativas y demás excentricidades. La paradoja es que si Trump pretendía evitar el daño económico de modo de continuar encaminado a la reelección, su abordaje irresponsable de la crisis lo sitúa frente a una crisis doble, la económica y la sanitaria. Un abordaje rápido de la cuestión sanitaria hubiera tenido un costo político menor, al evitar, a diferencia de otros países, el colapso del sistema de salud. 

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En nuestro país, la decisión de implementar la cuarentena general obligatoria ha sido bien recibida por la sociedad. La última encuesta de Zuban Córdoba y Asociados muestra que, consultados sobre qué consideran debería ser prioridad, si la economía o la salud pública, el 94,8% se inclina por lo segundo. En simultáneo, la gestión de Alberto Fernández frente al coronavirus es aprobada por el 97%. Así, la estrategia de dar una respuesta rápida a la cuestión sanitaria para luego ocuparse de las consecuencias económicas de esas medidas es ampliamente respaldada. Alberto Fernández asumió los riesgos y fortaleció su liderazgo, pero también hay que resaltar que el grueso de la clase política argentina, en los distintos niveles de gobierno, nacional, provincial, municipal, ha coincidido sobre la cuestión. Esa unidad sin dudas hace más fácil la aceptación por parte de la sociedad de las medidas drásticas.

Sin embargo, desde el punto de vista político, la crisis del coronavirus es un desafío enorme para gobiernos de todo el mundo en el mediano y largo plazo. Es una incógnita qué escenarios políticos, económicos y sociales se abrirán, pero sin dudas se pondrá un foco muy especial en el Estado. Resignificará el rol del Estado, desde luego, y también se pondrán de relieve, en cada país, sus alcances, sus excesos, sus limitaciones y los lugares donde directamente no hay presencia del mismo. En Brasil, ante la emergencia sanitaria, narcotraficantes y milicias que controlan el territorio de las favelas de Río de Janeiro están haciendo cumplir medidas de aislamiento que el gobierno nacional no quiere tomar y el gobierno estadual no puede hacer cumplir. ¿Qué sucederá más adelante, cuando a la emergencia sanitaria se le sume la urgencia económica? ¿Quedará la población a merced de las decisiones y intereses del crimen organizado?

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No hace falta ir al extremo de casos de estado fallido para visualizar las dificultades de llevar a cabo medidas de control del coronavirus. Tampoco buscar ejemplos fuera de nuestro país. Y las dificultades se van a incrementar con el tiempo. Una cosa es tomar las medidas, otra mantenerlas durante el tiempo que haga falta. Tampoco faltará quienes intenten capitalizar el malestar, posiblemente en los márgenes de la política local que hoy se muestra unida en la adversidad.

El supuesto dilema que se planteó en esta primer etapa de la pandemia, entre medidas sanitarias y economía, hasta aquí resultó falaz. No eran equiparables los costos. Ello no quiere decir que más adelante la tensión no continúe, incluso ante un cambio favorable en el escenario de la pandemia. Sostener que la salud es una prioridad humana puede no ser suficiente si la crisis económica también hace estragos, económicos e incluso humanitarios. Sobretodo en los Estados que no puedan o no quieran ofrecer ayuda a los más vulnerables.

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Por ello, más allá de las medidas económicas contra la crisis tal vez se pueda y deba establecer algunas relaciones entre crisis sanitaria y crisis económica, de modo de fortalecer los enfoques sanitarios cuando así lo requieran las circunstancias.

Tal vez se puedan establecer relaciones del siguiente tipo: a peor crisis sanitaria, mayor perjuicio económico. O se podría indagar si a mayor crisis sanitaria mayor tiempo de recuperación económica; a mayor población enferma, mayor caída de la actividad; a mayores recursos destinados a salud, menos recursos en otras áreas, etc.

Si la crisis va a estar atravesada permanentemente por la tensión salud/economía, como suponemos que va a suceder incluso de modo creciente, entonces sería necesario estudiar, desde un abordaje interdisciplinario, los efectos de la crisis sanitaria en sí misma para la economía. Esto es, poder justificar que el cuidado de la salud es preferible incluso desde un punto de vista económico y que medidas extremas como la cuarentena no superan los costos de la crisis sanitaria, o bien hasta dónde lo hacen. En otras palabras, dejar de poner lo económico y lo sanitario como dos polos estrictamente contradictorios.

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Ello podría ofrecer recursos para llevar adelante las medidas sanitarias descansando más en el liderazgo y la persuasión que en la coerción del Estado, haciendo la campaña más efectiva y en menor tensión con algunos valores democráticos como libertad y pluralismo. Entre las disciplinas de la economía y la salud deben surgir argumentos para una mejor comunicación con la sociedad, que produzca más y no menos recursos de gobernabilidad.