OPINIóN
Pandemia

El sentido profundo del cuidado

El aprendizaje que deje el coronavirus puede ser crucial para el futuro cercano. Lo que cada ser haga con su vida, con sus vínculos y con su entorno será determinante para la dilación de un desastre anunciado.

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Solidaridad | cm_dasilva / Pixabay

Desde hace muchos años, y desde distintas corrientes ideológicas, se viene propiciando el cuidado y el logro personal como máximas aspiraciones. Así se diseñó un ser humano hedonista, centrado en sí mismo, en la búsqueda desenfrenada del éxito ligado al consumo y a la posesión de cosas materiales como símbolo de su libertad. Sin detenerse a pensar y a evaluar los costos, al ser marcado por esta ideología no le importó esclavizarse o esclavizar a los demás y destruir la tierra, la casa común, con tal de lograr sus fines. Placeres. Autorrealización. Estar siempre bien. Partidario de la política y la filosofía del beneficio propio, en detrimento de los demás seres humanos y de la naturaleza que pasaron a ser productos para su uso y descarte. Dando por resultado una cruel indiferencia por el prójimo y por el planeta que desencadenó el desastre singular, social y ecológico por el que estamos transitando. Pero un día llegó el coronavirus, que hizo y sigue haciendo estragos, y que dejará demasiadas muertes y contagios, secuelas psicológicas y mayores injusticias sociales como consecuencia del desempleo y el desajuste económico concomitante. ¿Pero también puede ser una nueva oportunidad para cambiar el rumbo y preservarnos? 

Viviendo en pandemia y después

Antes de que sea demasiado tarde deberemos hacer un esfuerzo conjunto para rescatar de entre los escombros de tantas cifras y síntomas alarmantes, algún sentido que nos humanice. Y creo que el sentido fundamental que tenemos que rescatar es el del Cuidado, pero no solo personal, sino social y ecológico. El aprendizaje que deje el coronavirus puede ser crucial para el futuro cercano. Somos seres sociales, en constante interconexión. Por lo tanto, lo que hagamos o dejemos de hacer, para bien o para mal, puede afectarnos y afectar a los demás y al planeta. Y lo que cada ser haga con su vida, con sus vínculos y con su entorno será determinante para la dilación de un desastre anunciado.

Mi vieja y el personal de salud en el planeta del coronavirus

Desde hace más de un año, por iniciativa de uno de mis hijos, en el jardín de nuestra casa hay cinco tachos en los que separamos vidrios, latas, cartones, plásticos y papeles. Y lo orgánico lo devolvemos a la tierra. El resultado: sacamos a la calle una bolsa de basura día por medio cuando antes era todos los días. Es decir que redujimos en un 50% los desperdicios. Si eso pasa en algunos hogares, qué pasaría si sucediese en todos. Respuesta: el planeta dejaría de ser un inmenso tacho de basura. Es tiempo de reciclar, pero por sobre todo de reciclarnos, buscar mejores versiones que ese ser humano ególatra y omnipotente que se creyó que el mundo era para siempre. Estamos atravesados, como nunca antes en la historia, por la finitud humana y planetaria.

El miedo crea paredes

El mito romano de Cuidado, o Cura, que se lo escuché narrar por primera vez al querido y admirado Leonardo Boff, puede iluminarnos este camino un poco más. Va mi versión: Mientras atravesaba un río, Cuidado se detuvo a observar el barro. Tomó una porción entre sus manos y jugando le dio una forma. Así moldeó una figura que le resultó bellísima. Mientras lo contemplaba embelesado, apareció Júpiter. Entonces Cuidado le solicitó al dios que soplase su espíritu en la obra. Júpiter accedió. Luego Cuidado pensó en ponerle un nombre, como se hace con un hijo o con una hija, pero Júpiter le exigió que le pusiera su nombre ya que él le había dado su aliento, la vida espiritual. En medio de la discusión, apareció Tierra y dijo que ella le daría el nombre porque la criatura tenía forma y por lo tanto un espíritu gracias a los materiales de su propiedad: la tierra y el agua. Como entre los tres, como en toda disputa egocéntrica, no llegaban a ningún acuerdo, convocaron a Saturno para que arbitre. Después de meditarlo, Saturno sentenció lo siguiente: Júpiter, que le había dado el espíritu, tendría a la criatura en la muerte. Tierra recibiría el cuerpo cuando el espíritu lo abandonase. Y Cuidado, el creador, cuidaría de su criatura durante la estadía terrenal. Y finalmente Saturno decidió también el nombre, dijo que se llamaría Hombre, porque estaba hecha de humus, que significa fértil, fertilidad. El humus es el conjunto de los compuestos orgánicos presentes en la capa superficial del suelo, procedente por la descomposición de animales y vegetales. Humanos, humus. Somos, en definitiva, parte de la tierra, aunque nos opusimos a ella y la “conquistamos” tomándola a nuestro servicio como un bien de consumo y no como un ser vivo con el cual podíamos interactuar. Si es tierra, y solo se la pisa, se la divide y explota, no es los mismo que si es un ser vivo, pachamama con la que podemos interactuar.

Respeto, el diamante perdido de nuestra sociedad

El coronavirus instaló el Cuidar y el Cuidarnos en la escena cotidiana y quizá sea ese el único aprendizaje entre tanto dolor. Ojalá que la pandemia pase pronto. Pero mientras tanto no perdamos el tiempo y trabajemos en conjunto para recuperar el sentido profundo del Cuidado, porque creo que es el único camino posible para rescatar nuestro ser más humano, sanarnos, sanar a nuestra sociedad y al planeta en el que todavía vivimos.