Cuando hablamos de personas con discapacidad, con necesidades especiales o capacidades diferentes, nos referimos a personas diversas, las cuales representan 15.457 argentinos, según el Anuario Estadístico Nacional (2016). Desde el año 1992, todos los 3 de diciembre se conmemora el Día de la Discapacidad, con el fin de concientizar sobre la situación y promover los derechos y calidad de vida de esta parte de la población.
Este 3 de diciembre de 2020 nos encuentra en una situación muy especial. A raíz de la pandemia del Covid-19, muchos niños han tenido dificultades para acceder a una educación de calidad debido a barreras tecnológicas. Muchos jóvenes y adultos han perdido sus trabajos por las dificultades económicas. El aislamiento social obligó a innumerables familias ha resignar el contacto, el encuentro y los rituales, con sus seres queridos.
Seguramente resulta significativa la avalancha de pérdidas y barreras que cada uno ha experimentado a lo largo de este tiempo. Sin embargo, podemos capitalizar esta experiencia y tomarla como muestra de lo que suele ser la vida de una persona con discapacidad.
Desde el año 1992, todos los 3 de diciembre se conmemora el Día de la Discapacidad, con el fin de concientizar sobre la situación y promover los derechos y calidad de vida de esta parte de la población.
A lo largo de esta pandemia, nuestras luchas -en mayor o menor grado- se han parecido a las de las personas que nacen con una condición física, sensorial, intelectual o mental diversa; que no está presente en la media poblacional, y que se topa con barreras que obstaculizan su despliegue personal. Estas personas se encuentran, y conviven, con instituciones educativas, sociales y laborales, transportes públicos, plazas y veredas, que no están preparadas para ellas, a pesar de formar parte de la sociedad.
Atendiendo esta situación, desde el año 2006 existe la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. En Argentina, esta Convención tiene carácter constitucional y no viene a decretar ningún derecho especial, sino que establece que “los mismos derechos de todo ciudadano también rigen para una persona con una diversidad funcional”. Para que estos se cumplan es fundamental la provisión de apoyos necesarios y la realización de ajustes razonables que garanticen la participación plena y efectiva de todos miembros de la sociedad.
La inclusión social, especialmente en estos momentos de pandemia y aislamiento, nos convoca a todos desde nuestro rol profesional, social y ciudadano. Desde nuestras casas, en nuestros trabajos y en las calles estamos convocados a construir una sociedad pensada para toda la diversidad humana.
El primer paso es siempre preguntar y consultar a la misma persona que queremos apoyar, y así reconocer su condición de sujeto de derecho. "Nada de nosotros, sin nosotros", es el lema de esta ola inclusiva.
Lo que vivimos este año es una prueba de que las pequeñas acciones de cada uno impactan en la vida de todos. La inclusión social nos necesita; aportemos con nuestra pequeña acción inclusiva.
*Licenciada en Psicología. FCB - Universidad Austral.
