—En tu último libro, que escribiste junto a Luis Rosales, “No va más”, se dice que “el corpus político reacciona al outsider como el cuerpo humano al virus”. ¿Son outsiders Donald Trump, Jair Bolsonaro o incluso Sebastián Piñera o Mauricio Macri?
—Son personas que en algún lugar siguen en ese derrotero. No me inspiré en ninguno de los que nombraste para definirme como antisistema. Me considero antisistema no en el sentido de creerme un extraterrestre sino una persona que cree que el sistema que Argentina abrazó hace casi un siglo está destruyendo el país.
—Anti este sistema, no los sistemas en general. En economía sos bien sistemático.
—Abracé la economía como una ciencia, casi como una ciencia dura en la tradición de Chicago. El CEMA sigue la tradición de Chicago. El criterio es un punto de vista científico. Se hacen propuestas económicas desde postulados científicos más que ideológicos. Mi propuesta es antisistémica en el sentido de cambiar el sistema que ha destruido el país. Es nuestra idea política.
—También en el libro dijiste que la convertibilidad fue el plan económico que más se aproximó a tus ideas. ¿Cómo fue tu vínculo con Domingo Cavallo y con el menemismo? ¿Hablás hoy con el ex ministro?
—Con Cavallo tuve correspondencia por mail. No recuerdo si lo conozco personalmente. Le envié uno de mis libros y él me envió el último suyo. Me pareció muy bueno. Pero coincidiendo con muchas de las cosas que se hicieron durante la convertibilidad, particularmente lo que era la reforma del Estado y una apertura diferente al mundo, fui muy crítico de la convertibilidad, y eso está documentado. No tanto incluso por el tipo de cambio fijo sino por la inconsistencia que detectaba entre un sistema muy rígido desde el punto de vista cambiario/monetario y muy laxo en materia fiscal. La realidad terminó dándome la razón. Argentina terminó desembocando en la peor crisis de la historia como consecuencia del desequilibrio fiscal que acumuló durante la convertibilidad. Y por si fuera poco, al financiarse con deuda externa, atrasó tanto el tipo de cambio, abarató tanto el dólar y encareció tanto a la Argentina en dólares, que terminamos provocando el segundo industricidio del último medio siglo argentino. El primero había sido el de José Alfredo Martínez de Hoz.
—¿Por qué tuvimos un diciembre más tranquilo que otros en materia de conflictividad social?
—Gobiernan los que lucran con la pobreza. Este es el drama argentino, pero al mismo tiempo es lo que explica que en el corto plazo no tengamos un diciembre con el país prendido fuego. Si gobernara un no peronista, un no kirchnerista, podría ocurrir.
—En la introducción de tu libro hay una suerte de un poema sobre qué es la libertad y, entre otras cosas, mencionás elegir qué libro leer, la carrera que querés cursar, “la posibilidad de decidir el sexo con el que te querés vincular”. ¿Cuál es tu postura personal sobre temas como el matrimonio igualitario, el aborto, el divorcio?
—Estoy a favor del matrimonio igualitario. Totalmente a favor de la ley de divorcio. Y en materia de aborto, como espacio político, rechazamos tanto el proyecto de Mauricio Macri como el de Alberto Fernández. Lo vemos mal intencionado desde el punto de vista político, como para correr la atención del lugar donde debería estar, que es en los niveles de pobreza infames que tiene Argentina. El tema del aborto es tan delicado que no es para que lo decidan los políticos. Es un tema de toda la sociedad.
—¿Y vos en lo particular qué pensás?
—Estoy a favor.
—¿Cómo definirías el sistema de Argentina?
—Tiene tres patas. Es una trinidad maldita, una troika maldita. Una de esas patas es el punto nodal de los tres: una clase empresaria que define la política económica. No me refiero a los empresarios en general sino a una parte de la clase empresaria mínima, pero con un enorme poder de lobby. Son empresaurios, empresarios prebendarios, una suerte de grandes beneficiarios de un capitalismo de rapiña. Son los Steve Jobs, los Bill Gates. Son los Lázaro Baéz, los Cristóbal López y otros que no rayan la delincuencia o el delito, como Ignacio de Mendiguren o los Roggio. Gente que hizo negocios al calor del Estado directa o indirectamente, ya sea a través de la obra pública, las concesiones o el proteccionismo industrial, como es el caso de De Mendiguren. La segunda pata es la política. La política se ha enajenado por completo de los intereses de la sociedad. Por eso hablo de la corporación política. Una corporación es un conjunto de individuos que se han desconectado por completo de los intereses que supuestamente deben representar. La política funciona así. La tercera pata es la de los sindicatos y funciona como una corporación mucho más mafiosa. Si bien debajo de lo visible hay un sindicalismo mucho más razonable, el sindicalismo que uno ve por la televisión, que ve que toma decisiones, es mafioso, delincuente, fascista. Estas tres corporaciones son las que conforman este sistema que tenemos que cambiar si queremos que la Argentina abandone su tendencia a ser la villa miseria más grande del mundo en medio siglo más.
—En “No va más” dicen que “descubrimos que éramos una especie de Uber de la política”. ¿Qué significa?
—Uber en su momento fue el enemigo del sindicato mafioso. Lo decimos en el sentido de que estábamos fuera del sistema corporativo.
—En el caso de ustedes, sería estar fuera de la política.
—Por primera vez en treinta años, orgullosos, defendimos las ideas liberales. La última vez que había ocurrido esto fue cuando volvió la democracia en Argentina, con Álvaro Alsogaray. Luego de él, nuestro país no tuvo una candidatura presidencial que defendiera con orgullo las ideas liberales. Argentina tiene que cambiar de sistema hacia uno como el de la Constitución del 53, para que abandone el triste camino que comenzó hace casi un siglo.
“Me extraña que no se le haya pedido la renuncia a Ginés González García.”
—Se acaban de cumplir tres años de aquella conferencia de prensa de fin de diciembre de 2017 en la que Mauricio Macri, después de haber ganado las elecciones de octubre, haber logrado reducir la inflación al 24% del 40% del año anterior, tener un trimestre con crecimiento del 5%, tomó una serie de medidas que, podríamos decir, acabaron o marcaron el fin de su presidencia. ¿Qué pasó en ese diciembre?
—Fue un punto de inflexión. Pero no fue la causa del fracaso económico en el cual termina Macri. Fracasaría de todas maneras, pero fue el disparador. La causa del fracaso económico de Macri no es tan diferente del fracaso de Raúl Alfonsín, del menemismo, del kirchnerismo de Néstor y Cristina, del fracaso de civiles y militares en el pasado. Económicamente, Macri no es muy distinto del fracaso histórico de la Argentina.
—Macri, o su familia, es parte de los empresarios prebendarios a los que te referías.
—La familia Macri es el arquetipo del empresario prebendario argentino. No entiendo qué pensó aquella parte de la sociedad que fantaseó con que Macri, Mauricio, iba a ser algo diferente a Franco.
—¿Qué eran ideológicamente Juntos por el Cambio y el macrismo?
—Juntos por el Cambio es una versión del radicalismo un poco remixada. Como buen gobierno radical, terminó en el fracaso. Tuvieron buenos modales para hacer lo que históricamente siempre terminó mal: el populismo.
—¿El problema estuvo más asociado al radicalismo?
—Ya en la campaña 2015, cuando empecé a escuchar a Macri hablar dije: “Cuidado. Esto es kirchnerismo de buenos modales”. Terminó siendo eso. Es más, el gobierno de Macri terminó tomando un montón de medidas típicamente kirchneristas: defaulteó la deuda, controló los precios, atrasó el tipo de cambio, congeló tarifas, subió las retenciones. Son cosas que dije en campaña. No ahora, con el diario del lunes.
—José Luis, Rosales, tu compañero de fórmula y coautor del libro, dijo que “el sueño de Marcos Peña y Jaime Duran Barba era que Mauricio Macri fuera un líder new age al estilo de Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá desde 2015, cuando por su origen calabrés y su fortuna Mauricio Macri estaba más próximo de Berlusconi”. Se dijo que el suyo sería el gobierno de los CEO. ¿Pueden ser buenos administradores públicos?
—El gobierno de CEOs en sí mismo no fue la causa del fracaso de Macri. Ser buen CEO, un empresario competitivo, no significa que uno sepa de macroeconomía y de los problemas estructurales de Argentina. La condición necesaria para que a algún gobierno le vaya bien es entender de economía. Tiene que tener economistas con preeminencias en la gestión.
—¿Por qué se les da un lugar subalterno a los economistas? En Brasil, Paulo Guedes funciona como un primus inter pares.
—Acá hay un sistema en el que las elites política, empresarial y sindical tienen la sartén por el mango. El ministro de Economía tiene que responder y depende de ese sistema, está preso de él. La única vez que tuvimos un ministro de Economía fuerte y bastante pro mercado como Domingo Cavallo, fue después de dos cosas, dos hitos que es poco probable que se repitan en la historia argentina al menos treinta años para adelante, que fueron: la caída del Muro y la hiperinflación argentina. Cavallo es un emergente de esa destrucción mundial y de Argentina por la hiperinflación. Roberto Lavagna fue un ministro fuerte, pero nada pro mercado. Lavagna es el emergente de la crisis 2001/2002. Para que existan ministros de Economía fuertes tiene que haber una crisis económica previa muy grande.
“Rescato mucho a Bolsonaro como presidente, como líder, y a Guedes como ministro de Economía.”
—¿Para que haya un ministro de Economía fuerte tiene que haber un presidente economista?
—No sé si un presidente economista. Ronald Reagan no era economista. Era un mediocre actor de cine. Pero tuvo claridad para mirar el mundo hacia adelante. No se necesita ser economista, sino que se precisa a alguien con dotes de estadista, como Julio Argentino Roca en su momento. Vio el mundo y se planteó eso para la Argentina. Con aquella generación del 80, fue de los países más ricos del mundo.
—En un reportaje como este, Juan José Sebreli describió a Mauricio Macri como liberal de izquierda. ¿Se puede ser liberal y de izquierda?
—No creo que haya liberalismo de izquierda. El liberal es liberal. El liberalismo o la libertad es un continente. Uno no puede agarrar partecitas y quedarse con lo que más le gusta y desechar lo que no le gusta. Si es liberal tiene que respetar la libertad de culto, de elección de sexo, de elegir la carrera, dónde vacacionar y también ser liberal en lo económico.
—En Estados Unidos se dice del Partido Demócrata que son los liberales. Allí una persona liberal es de izquierda.
—El liberalismo en Estados Unidos o el liberalismo como lo vemos acá, que no son los liberales, es el republicano por supuesto. Macri es un empresario que hizo plata en base a negocios que son la causa de la decadencia argentina, así que de liberal no tiene nada. En Argentina está la confusión de que si tenés plata es porque sos liberal. Por eso se piensa que un liberal va a favorecer los intereses empresarios. Si hay algo que nosotros somos es enemigos de los intereses empresarios prebendarios. No tenemos nada que ver con Macri.
—El sociólogo Carlos de Angelis escribió en su columna de PERFIL que la candidatura de Patricia Bullrich en la Ciudad sería para contrarrestar el crecimiento del espacio político que compartís con Javier Milei. ¿Por qué Juntos por el Cambio los ve como una amenaza?
—Una parte de la población nos ve pescando de la misma pecera que Juntos por el Cambio. Si uno hace una primera subdivisión, uno podría decir: kirchnerismo y el resto. Pero en el resto hay dos especies completamente diferentes. ¿Somos el espacio no kirchnerista Espert, Rosales y Milei? Sí, claramente. Dentro del espacio no kirchnerista hay una clara diferencia entre Juntos por el Cambio y lo que fuimos Despertar o lo que actualmente somos Avanza Libertad. Somos liberales en serio, además de ser tan defensores de la república como Juntos por el Cambio, sí somos liberales en lo económico, en el sentido de las profundas reformas económicas.
—¿Juntos por el Cambio es liberal en lo político, pero no en lo económico?
—Con el radicalismo y con la Coalición Cívica adentro, es casi imposible que Juntos por el Cambio sea liberal. Podrá captar un liberalismo marginal, pero de ninguna manera será liberal.
—En el 89, la Ucedé de Álvaro Alsogaray logró 7,17% como candidato a presidente. En el 99, Domingo Cavallo, 10,22%. En 2003, López Murphy logró 17,37%. ¿El 41% que logró Macri en 2019, más el agregado del 3% entre tus votos y los de Gómez Centurión, que llegaría al 45%, absorbe ese crecimiento?
—La elección de 2019 se explica por diferentes razones. Primero, inflar el miedo al no republicanismo del kirchnerismo. Meter miedo: “República o Venezuela”. Como estamos viendo, Alberto Fernández no nos lleva en principio a Venezuela sino que será un mediocre kirchnerista. Venezuela no es la idea de Alberto. Podrá ser la de Cristina en todo caso, pero el presidente es Alberto Fernández. Juntos por el Cambio hizo lo imposible para que los liberales no estemos en la elección de 2019. Las hicieron todas, hasta un par de tiros que tuvimos en la camioneta donde yo viajaba junto con Luis Rosales. Se dijo oficialmente que fueron piedras, pero nadie creyó esa versión. Nos bajaron los candidatos en todas las listas en la provincia de Buenos Aires. Además de la campaña sucia de Marcos Peña diciendo que yo era el mejor candidato de Cristina.
“El tema del aborto es tan delicado que no es para que lo decidan los políticos.”
—¿Ese 41% contiene ese 17% de López Murphy, ese 10% de Cavallo, ese 7% de Alsogaray?
—Encierra un voto antiperonista, gorila. Nosotros no lo somos.
—¿Alberto Fernández representaría un voto radical o socialdemócrata?
—Sin pandemia, Alberto Fernández era un socialdemócrata europeo. Con la pandemia y la cuarentena cavernícola que decidió, empezó a tener tics de Nicolás Maduro, kirchneristas, venezolanos. Pero en la elección que viene no está habilitada la discusión república o Venezuela. Se trata simplemente de una composición del Congreso mejor o no.
—¿Cómo se resolverá la tensión entre las ideas de Alberto Fernández y Cristina Kirchner?
—No se resolverá. Tendremos esta tensión durante todo su mandato. Va a ser difícil de soportar para él. Está en una situación casi insostenible.
—Apenas ganó Alberto Fernández dijiste que entre los economistas cercanos a él hay gente razonable como Guillermo Nielsen y cavernícolas como Matías Kulfas. ¿Cómo definís la ideología del Presidente con ese popurrí de economistas que lo asesoran?
—Alberto Fernández es parte de este sistema que destruyó el país. Por eso ha hecho una cuarentena cavernícola que destruyó la economía, la cabeza de la gente y, por si fuera poco, terminó con un fracaso sanitario absoluto.
“La grieta que insuflan kirchneristas y Juntos por el Cambio es falsa y nos lleva a niveles de pobreza estrafalarios.”
—Guillermo Moreno dice que Fernández es neoliberal.
—La de Moreno es la misma estrategia de todo el sistema: los fracasos son liberales o neoliberales. Es muy interesante desde el punto de vista del marketing.
—¿Martín Guzmán es razonable o cavernícola?
—Martín Guzmán es un buen asistente de Joseph Stiglitz en su cátedra en Columbia. Argentina tiene que terminar con estos casos de gente que no tiene la menor idea de política económica, que solo estuvo frente a un pizarrón, a veces mal, a veces bien. La sociedad no puede financiar su aprendizaje. Guzmán llegó alegremente, infló el default de la deuda externa. Se dio cuenta de que era un desastre, fue para atrás y nos sacó del default. Pero la estrategia no deja de ser muy mala.
—En un reportaje como este, Miguel Kiguel, también académico de Ucema, dijo que hay un leve giro a la ortodoxia por parte del Gobierno. ¿Lo hubo y se volvió a cambiar?
—Si alguien piensa que puede haber ortodoxia con 7 puntos del producto de déficit fiscal, está totalmente equivocado. No acuerdo para nada con esa frase.
—¿Guzmán seguirá siendo ministro de Economía después de las elecciones de octubre próximo?
—Es ciencia ficción.
—¿Vencerá el oficialismo?
—No va a ser fácil que gane. Vamos a un salto inflacionario muy importante el año que viene. Como mínimo, la inflación del año que viene va a duplicar la que está en el presupuesto, del 29%. La economía va a crecer algo, pero creo que con el salto de la pobreza, de la inflación, será muy difícil la elección para el Gobierno.
—¿Crecerá un 5,5% pero la inflación va a ser del 50 y pico?
—La sensación térmica de la gente no será que la economía está creciendo un 4% o un 5% porque vamos a tener un salto inflacionario. La economía va a crecer un 4% o un 5% si es que no nos encierran de nuevo. La vacuna puede ser un disuasivo para que nos encierren otra vez. Si nos llegan a encerrar, habrá menos crecimiento e inflación más baja. En cualquier caso, la gente no percibirá una gran mejora.
—¿Frente a una eventual derrota, habrá cambios ministeriales de política económica?
—Frente a la derrota, algún chivo expiatorio habrá. Me extraña que no se le haya pedido la renuncia a Ginés González García, el ministro de Salud, con el desastre sanitario que hizo. También sorprende que el consejo de notables en materia de salud siga en el mismo lugar. Somos uno de los países con más muertes por covid-19 por millón de habitantes, sin testeos prácticamente para un país como el nuestro. Es una vergüenza.
—¿Habrá una máxima devaluación en este 2021? ¿Un 100% de devaluación?
—No veo al dólar duplicándose el año que viene. Con el dólar libre es algo que no descartaría.
—¿No descartarías que la brecha aumentase al punto de que duplique la brecha actual?
—Podríamos volver a ver eso. Y que se supere también. No es un pronóstico, pero puede pasar.
—¿Podremos llegar a un dólar oficial de $ 100 y uno paralelo de $ 300?
—Puede ocurrir. No digo que necesariamente pase. Pero no es descabellado.
—Posible, pero no probable.
—Exacto. Todavía está muy abierto el año que viene. Depende de cómo vaya el proceso electoral, cómo arranque la inflación el año, cuál sea el resultado de las elecciones.
“La verdadera opción al peronismo debería ser el liberalismo; el peronismo al final es menos nocivo que los radicales.”
—¿Qué les aconsejas a tus clientes respecto de la inversión en la Argentina?
—Mi consejo es apretar el freno con la inversión nueva. Las empresas indefectiblemente tienen que reponer el capital, obviamente. Lo están haciendo, y mi consejo es hacerlo, pero apostar más, hundir más plata acá en este momento, no.
—En Brasil conduce la economía uno de los últimos grandes egresados de la Universidad de Chicago, Paulo Guedes. ¿Cómo ves su economía?
—Lo de Guedes es algo muy bueno para Brasil, con Bolsonaro dándole todo el apoyo político. Rescato mucho a Bolsonaro como presidente, como líder, y a Guedes como ministro de Economía.
—¿A quién hubieras votado en Estados Unidos?
—A Donald Trump. Hay cosas de él que no me gustan. Me parece grosero, maleducado, pero tiene algo que los Estados Unidos necesitan. Se plantó bien contra el sistema. A mí eso me gusta, más allá de las formas. Hay que ser firme contra el sistema.
—¿En Brasil hubieras votado por Bolsonaro?
—Aunque no me gustan mucho las formas, me parece que lo que encarnan Bolsonaro y Trump es para rescatar. Sebastián Piñera en Chile está haciendo un buen papel.
—¿Boris Johnson en Inglaterra?
—Más o menos. Me parece muy positivo lo de Luis Lacalle Pou en Uruguay.
—¿Cómo se acomodará después de la pandemia el equilibrio entre China y Estados Unidos?
—Por más que la economía china pueda transitoriamente ser la más grande del planeta, el papel de líder indiscutido del mundo, y ni hablar de Occidente, lo va a seguir teniendo Estados Unidos, para mí.
—China tiene una economía cercana al liberalismo y un sistema político totalmente contrario al liberalismo, ¿qué reflexión te produce? ¿Se llegará a un sistema político diferente?
—No necesariamente. El sistema que yo quiero es un liberalismo como continente, no liberalismo económico y fascismo político. Quiero el liberalismo como un todo. No necesariamente el liberalismo económico en China acabará en un liberalismo político. Hay muchos ejemplos dentro del sudeste asiático de países que son muy liberales.
—¿El coronavirus generó algún nuevo desafío para el capitalismo?
—Entiendo que ante situaciones así aparezcan espíritus rebeldes que piensen que el capitalismo está en crisis, que se terminará o que debe cambiar. En Argentina nos encanta cada vez que hay una crisis mundial decir que es una crisis del capitalismo. Es de Perogrullo. El capitalismo es el único régimen que persiste en el mundo. Casi no quedan países comunistas. No me parece que estemos a la vera de grandes cambios en el mundo capitalista.
—Algunos de tu sector se autocalifican como trotskistas de derecha…
—Quizá sea por el sentido de ser muy firmes en la defensa de las cosas que creemos. Somos muy abiertos a las personas, a los partidos y a los frentes que quieran acercarse. También somos muy duros a la hora de defender nuestros ideales. Por ejemplo, no me interesa el radicalismo que uno ve, socialista, intervencionista, regulador, del Estado presente, de los sindicatos mafiosos. Pero si hay radicales que deciden aferrarse al liberalismo, en el sentido de tener un sistema económico abierto al mundo, de un Estado de un tamaño razonable para cobrar impuestos razonables y de un sindicalismo recontra democrático con menos costos laborales, sí. Si un día Nicolás del Caño decide hacerse liberal y quiere defender estas ideas, encantado de la vida, que se sume. Defendemos cuestiones prácticas. No pretendemos instaurar en Argentina un régimen que no existe en el mundo. Los que están chiflados son los que defienden el sistema que nos destruye. Lo que nosotros queremos hacer en Argentina no es una cosa que no exista en el mundo. Uruguay y Chile existen en el mundo. Ni Australia ni Inglaterra están en un paraíso inexistente, sino en la Tierra. Lo que sucede es que nuestro sistema está muy corrido a la izquierda.
—Ir hacia un sistema que funciona en todas partes del mundo.
—Exactamente. Lo que en Argentina es antisistémico en el mundo es ser conservadores. Queremos importar ese sistema que en el mundo no se discute, ese conservadurismo. Pero como el sistema que rige en Argentina es un sistema de explotación de tres corporaciones hacia toda la sociedad, es ser antisistémico pretender competir con el mundo, pretender un Estado más pequeño para que se cobren menos impuestos y que deje de haber esclavos impositivos, y que los sindicalistas no sean señores feudales, mafiosos, delincuentes y algunos hasta asesinos. Queremos un sistema que beneficie al grueso de la gente, un sistema que le dé la tranquilidad al comerciante, que el industrial pueda producir, que el sindicalista defienda los intereses de los trabajadores.
—¿Cómo analizás la declaración de Javier Milei, que dijo: “Voy a meterme en el sistema para dinamitarlo”?
—Javier Milei es un ciudadano común enojado. Dice las cosas que enuncia la gente por la calle. ¿Dinamitar este sistema? Sí. ¿Hasta cuándo vamos a seguir con este sistema? Tenemos la mitad de la población pobre, dos tercios de los chicos son pobres, tenemos droga como nunca tuvimos, 4 millones de personas viviendo en villas miseria. Estamos a punto, cuidado, de no tener retorno. Por eso es urgente el cambio.
—¿Qué sería ese no retorno? ¿Venezuela?
—Argentina puede terminar siendo pobre como Venezuela sin un dictador como Maduro. Sucederá si Argentina sigue alternando kirchneristas con Juntos por el Cambio ad infinitum, como fue radicalismo y peronismo antes, o antes civiles y militares. La grieta que insuflan kirchneristas y Juntos por el Cambio es falsa y nos lleva a niveles de pobreza estrafalarios.
“Si sigue esta tendencia, dentro de medio siglo Argentina será la villa miseria más grande del mundo.”
—Criticaste al radicalismo. ¿El peronismo es diferente?
—El radicalismo es un peronismo de buenos modales, pero es socialista, como gran parte del peronismo. Son intervencionistas y rechazan el libre comercio.
—¿La única diferencia es estética, entonces?
—Sí. En manos de radicales hemos terminado en crisis. En manos de peronistas también.
—¿Hay alguno de los dos que te resulte más simpático?
—Menem tiene un lado muy oscuro que es su déficit fiscal financiado con deuda externa, que terminó hundiendo la convertibilidad. Pero tiene un medio vaso lleno muy rescatable, para mí, que es haber tenido la habilidad para leer lo que venía en el mundo con la caída del Muro de Berlín.
—¿Entonces el peronismo finalmente termina siendo menos nocivo que el radicalismo?
—Sí, porque la verdadera oposición frente al peronismo debería ser el liberalismo. Por vergüenza, el radicalismo nunca asumió ese rol porque si el peronismo es, más allá de su espíritu poco republicano, economía cerrada, Estado presente, sindicalismo corporativo, la oposición a eso debería ser economía abierta, Estado razonable para cobrar impuestos razonables y sindicalismo sumamente democrático.
—¿El radicalismo de Hipólito Yrigoyen fue continuado por el peronismo?
—Claro.
—¿Por qué no surgió algo diferente?
—Nicolás Maquiavelo advertía que una sociedad muy avanzada en su enfermedad probablemente no tenía salvación. Argentina no tiene que equivocarse en las próximas elecciones. Tiene que abrazar ideas parecidas a las que defendemos nosotros porque si no no va a tener retorno. ¿Entonces por qué es tan difícil el cambio? Porque el sistema es como Matrix. En esa película hay una revolución de las máquinas, que terminan usando a sus creadores, los humanos, como meras baterías para poder seguir funcionando. ¿Y qué hacen para que los humanos provoquen la energía que las máquinas de Matrix usan para perdurar? Mantienen el cerebro vivo. ¿Cómo? No son vegetales, mantienen el cerebro funcionando. La realidad de Matrix es virtual. Lamentablemente, en Argentina la gente no toma la pastilla que sí tomó Keanu Reeves para ver la realidad. El sistema se encarga de pasarle a la gente una película que no es real. La película real para la gente común es: cierre de empresas, pauperización, droga, inseguridad, cierre de comercios. Y le cuentan el argumento del proteccionismo industrial, la defensa del Estado presente, la justicia social, la mejora en la distribución del ingreso. Son todas mentiras.
—Tu tesis doctoral se titula “Política comercial y salarios reales, una aproximación empírica al caso argentino”. Planteás que en los países con menos protección al empleo se pagan mejores salarios y contratan a más personas. ¿Cómo se produce ese proceso?
—La Academia, no lunáticos que están fuera de la realidad, gente que ganó el Premio Nobel de Economía, enseña que los países que prosperan lo hacen con una economía abierta al comercio mundial, con bajos aranceles a la importación, sin restricciones cuantitativas para importadores y una economía abierta al mundo donde haya comercio. Es mejor eso que una economía cerrada al comercio que defiende la industria con altos aranceles y restricciones cuantitativas. En Argentina normalizamos la anormalidad. La normalidad en Argentina en materia de comercio es una economía todo lo cerrada que se pueda. Como dijo Cristina: “Si fuera por mí, no importaría ni un clavo”. La economía lo más cerrada al comercio. Todos colgados del arco para que no nos metan goles, para que no entre nada de afuera. A mí siempre me llamó la atención esta asimetría, esta dicotomía entre una verdad que está muy instalada, demostrada, premiada por un Nobel de Economía, que es la importancia de la apertura del comercio para prosperar, y Argentina viviendo de espaldas a eso. A eso se suma la etapa más proteccionista de la historia argentina post nacimiento de la OMC, la Organización Mundial del Comercio, la de Néstor y parte de la de Cristina Kirchner. A tal punto fue el elevado proteccionismo que hizo Argentina, entre 2005 y 2011, que es el único país condenado por la OMC por su política proteccionista global. La OMC ha puesto penalidades a Estados Unidos, a Brasil, a Alemania, por cierto proteccionismo. Pero una condena a la política proteccionista global nunca aplicó la OMC hasta 2012 con Argentina. Argentina fue el arquetipo del proteccionismo después del nacimiento de la OMC. ¿Este proteccionismo sirvió para la clase trabajadora o fue solamente renta para los grandes cazadores de renta, que son los empresaurios argentinos? La tesis doctoral demuestra que los sectores más protegidos en un período de mucha protección terminaron pagando salarios reales menores. O sea, dinamita contra el proteccionismo industrial. Tomo el período 2005/2011 como si fuera uno solo y comparo de todo el período salario del sector calzado, del sector de papel y cartón, con sectores poco protegidos. Y la conclusión es que no mejoraron. Hay otro aporte que hace la tesis, más vinculado con la econometría. Los economistas tenemos que tener mucho cuidado cuando alegremente trabajamos, con medias o medianas, valores para la estadística, porque se pueden alterar los signos. Lo que llama la atención la tesis en materia estadística es: cuidado cuando los economistas agarramos una serie de variables y las trabajamos como promedios porque eso te puede alterar la relación implícita. Una relación positiva termina siendo negativa y una negativa, positiva. Demuestro que en ese período ese problema no lo tuve, a pesar que sí trabajé con medias y medianas.
—¿Cuál sería tu propuesta para el empleo?
—Apertura al comercio, pero no para provocar industricidios como tuvimos con Martínez de Hoz y con Menem. La protección se hace con medidas civilizadas. No la cosa cavernícola de aranceles prohibitivos por importar o restricciones cuantitativas. La manera de proteger es a través de dos reformas estructurales gigantescas que hacer. Una es una profunda reforma del Estado para reducir su tamaño, bajar el déficit primero y los impuestos después. Ahí el problema es toda la corporación profesional política que vive del Estado. Y la otra reforma estructural que hay que hacer es una profunda reforma laboral. Argentina tiene 6 millones de trabajadores trabajando en negro por culpa de estas leyes laborales fascistas. Argentina tiene que ir a una reforma laboral total, y eso ayudaría a que las empresas pudieran competir y no quebrar. Luego, el dólar, una vez que uno abre la economía al comercio, tiene que ser bien caro para justamente proteger de manera civilizada la industria.
—Y también dijiste que “la teoría del comercio internacional señala que los países tienden a especializarse” ¿La solución sería volver a ser el granero del mundo?
—Ahí hay un presupuesto falso. Pensar que si uno se especializa en commodities, por ejemplo, que sería la natural especialización de Argentina, es una cosa estática y nunca va a cambiar. Eso es falso. En la primera etapa es donde el país se especializa. Si Argentina se abriera en serio al comercio, se especializaría en la producción de commodities. Pero Argentina tiene ventajas comparativas enormes en turismo, en energía eólica, en petróleo, en el resto de las energías, en la cantidad de arándanos, caña de azúcar, yerba mate, el agro. Tiene también recursos en software muy importantes para hacer. Si se abriera al mundo, el primer paso lo darían estos sectores. Pero no significa que Argentina toda la vida va a ser solamente commodities sino que el segundo estadio es que Argentina apenas empieza a hacerse rica con la producción de las commodities esenciales, empieza a encontrarles la vuelta a otras cosas. Empieza a haber muchos Mercado Libre, muchos Marcos Galperin. Es lo que pasó en Chile. El problema de Argentina es como si a Messi, el mejor jugador de fútbol del mundo, lo ponés a jugar de pilar de Los Pumas, en lugar de 10 de la selección argentina de fútbol. Messi sigue siendo el mejor jugador de fútbol del mundo pero se lo arruina jugando de pilar de Los Pumas.
—¿Cómo se hace para muchos de tus planteos no queden en lo declamativo? ¿Qué tendría que pasar para que fuera instrumentable?
—Estamos frente a una oportunidad importante con las elecciones del año que viene. Es una elección legislativa donde no está en juego el futuro del país de corto plazo. La gente debería relajarse y votar aquello que más le gusta. Si sacamos 10 puntos el año que viene, seríamos como el liberalismo alemán, que no gobierna pero la cantidad de votos que saca es crítica para que el gobierno que gana la elección haga algo razonable con el país. Como mínimo, aspiramos a eso. Si el sistema no nos destruye, como trataron el año pasado, estamos en condiciones de hacer una muy buena elección el año que viene.
—¿Cómo se llegaría a ese 10%? ¿Se empieza con los votos de Juan José Gómez Centurión?
—No tenemos mucho que ver con Gómez Centurión, que tiene dos epicentros, el aborto o no aborto y Malvinas. Nosotros creemos que hay que parar la tendencia de la Argentina a ser una gigantesca villa miseria. Estamos obsesionados con los chicos vivos que se mueren de hambre hoy.
—Las encuestas te daban un 6%. Pero el resultado electoral fue otro.
—Es que el sistema trató de destruirnos, hasta físicamente. Pero este año estamos con más armas que el año pasado. Este año el equipo se ha agrandado mucho, tenemos muchos partidos que están acercándose al frente, hemos crecido mucho en masa crítica, en cuerpo, en desarrollo territorial. No somos los del año pasado. El año pasado empezamos en enero una campaña presidencial de la nada. Tenemos un camino recorrido. Acá fracasaron Patricia Bullrich, Mauricio Macri, Eduardo Duhalde, los Kirchner. Argentina tiene que hacer otra cosa completamente diferente a lo que viene haciendo. Afortunadamente, lo que tenemos que hacer, si bien acá parece ser mandar un cohete a la Luna, es lo que hacen los países en los que a la gente le va bien. En este país, eso es el antisistema.