A los mitos les alcanza tener algún viso de verdad para sustentarse. El rumor alrededor de la Trafic blanca elige el vehículo más visto en la calle, de modo de sostener la versión desde su misma imprecisión. Si se tratara de un miedo definido, identificado, podría verificarse, pero cuando es impreciso y a la vez posible, subsiste, para dar alguna razón a la difusa sensación de inseguridad.
Los mitos urbanos se esparcen en la ambigüedad y en la falta de información. Siempre habrá una camioneta blanca amenazante por ahí, siempre un caso policial que pueda asociarse, siempre una libre asociación que permite ratificar tautológicamente el mito. Que se reproducirá de voz en voz, de noticia en noticia, sin fuentes precisas ni datos fehacientes. Las redes sociales apenas cambiaron la escala con que se expanden los mitos urbanos. Frutos de la conversación, antes estaban más atados a los límites personales. Hoy esos intercambios ocurren a la vista de muchos y circulan a escala planetaria. Los medios, ansiosos por tener para sí tanta atención, toman las conversaciones como si fueran fuentes fidedignas, sin pedir más pruebas. El riesgo es que se vuelven cajas de resonancia de chismes y rumores, y junto con la popularidad de esas especies viene también la poca credibilidad de la versión y de quien la publica. Sin el servicio de la verificación que aportaba un medio, su versión no es diferente de la publicada en las redes y el medio pierde la oportunidad de rebatir un mito o mostrar que puede hacer algo más que sólo publicar.
*Doctora en Ciencias Sociales. Especialista en medios.