Suele pasar que en el verano la intensidad normal del año disminuye. Arrancan las vacaciones, la actividad de la política merma y las pantallas de los canales de televisión son tomadas por imágenes de placer y descanso: desde las playas repletas de sombrillas a las entrevistas de actrices y actores que promocionan sus obras de teatro y algún que otro escándalo de la farándula.
Todo eso pone pausa cuando la agenda es invadida por la tragedia. Lo fue el femicidio de Alicia Muñíz en 1988 en manos del exboxeador Carlos Monzón; el asesinato de José Luis Cabezas después de haber fotografiado al intocable Alfredo Yabrán en Pinamar; el secuestro, abuso y asesinato de Natalia Melmann a manos de integrantes de la Policía; el caso Lola Chomnalez y la golpiza contra Fernando Báez Sosa.
Son crímenes que tienen algo en común: todos ennegrecen el clima de sol y playa que domina al verano en Argentina.
El femicidio de Alicia Muñiz, 1988
La doctora Patricia Perelló representa a los policías condenados por el asesinato, tortura y violación de Natalia Melmann, pero ese no es el primer caso conmocionante del que formó parte. La misma abogada defendió al boxeador Carlos Monzón en la causa por el femicidio de su esposa, Alicia Muñiz.
El femicidio de Muñiz fue mucho antes de que se popularice esa figura penal, por lo que el boxeador solo recibió una condena de 11 años. Ella, como en la mayoría de los casos, había denunciado la violencia ejercida por el boxeador y también había hablado de los “arranques violentos” de Monzón con Susana Giménez, con quien tuvo una relación amorosa. También lo había denunciado Mercedes Breatriz “Pelusa” García, su ex esposa. Nadie escuchó.
El 14 de febrero de 1988 la actriz Alicia Muñiz, que había regresado a Uruguay, donde nació, viajó a Mar del Plata a reencontrarse con su hijo (el único que tuvieron). El boxeador lo había retenido durante un mes y la había obligado a ir personalmente a buscarlo. Durante el encuentro ella le reprochó que él no cumplía con la cuota alimentaria y comenzó una intensa discusión.
Monzón había estado bebiendo durante todo el día y respondió a las demandas de la madre de su hijo con violencia. La golpeó, la ahorcó y la tiró del balcón mientras su hijo estaba presente.
El cuerpo de Alicia Muñiz, sólo con una bombacha, presentaba fracturas múltiples de cráneo, una lesión en el codo derecho y una fractura de la rótula izquierda. La imagen fue tapa de diarios y revistas. Tenía 32 años.
El juicio
El juicio se llevó adelante en Mar del Plata el 26 de junio de 1989. Para la condena fue clave el testimonio del cartonero Rafael Crisanto Báez que escuchó los gritos, se acercó y vio cómo Monzón tomaba a Alicia del cuello y la arrojaba desde el balcón “como una bolsa de papas". Después, el boxeador se cambió el pantalón por un pijama y "se arrojó encima de ella".
La autopsia, además, demostró que la actriz ya estaba agonizando cuando fue tirada del balcón del primer piso del chalet.
Monzón cumplió su condena primero en la cárcel de Batán y luego fue trasladado a un penal en Santa Fe. Falleció en un accidente automovilístico durante una de sus salidas transitorias en 1995. Maximiliano, el hijo de ambos, quedó en custodia de sus abuelos maternos.
Asesinato de José Luis Cabezas, 1997
El 25 de enero de 1997, el fotógrafo José Luis Cabezas fue hallado asesinado con dos disparos en la cabeza, las manos esposadas y su cuerpo calcinado dentro del Ford Fiesta blanco que utilizaba para cubrir la temporada en Pinamar junto a su compañero Gabriel Michi. Ambos habían asistido a una fiesta que ofreció en su casa el empresario Oscar Andreani, y el último en retirarse fue el reportero gráfico, a bordo del auto.
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Su cadáver fue hallado en el paraje Los Manantiales, en las proximidades de General Juan Madariaga y a 15 kilómetros de la mencionada ciudad. El macabro crimen ocurrió en medio de la disputa entre Eduardo Duhalde y Carlos Menem por la sucesión presidencial, y el por entonces gobernador de Buenos Aires consideró que le habían “tirado un muerto”. La presencia del crimen en los medios fue tema excluyente y se popularizó la frase: “No se olviden de Cabezas”.
Mientras la trama se tejía alrededor de intereses políticos y económicos, se apuntó como sospechoso al empresario postal Alfredo Yabrán. En 1996, el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, lo acusó de liderar una mafia “enquistada en el poder” y su aspecto no era conocido de manera pública. "Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente“, era la frase que se le atribuía al magnate postal. Sin embargo, el verano anterior a su muerte, Cabezas había logrado fotografiar a Yabrán caminando en la playa y la imagen fue tapa de la revista Noticias. Luego de eso, fue blanco de múltiples amenazas.
Aquel verano de 1997 el emblemático empresario le había pedido a su jefe de seguridad, Gregorio Ríos, pasar unas vacaciones tranquilas sin “fotógrafos ni periodistas molestos”. El custodio contactó al comisario de la Policía Bonaerense Gustavo Prellezo, que contrató a “Los Horneros” para hacer el trabajo sucio. Este grupo estaba compuesto por Horacio Braga, Sergio González, José Luis Auge y Miguel Retana. Durante el juicio, los acusados manifestaron haber sido engañados por Prellezo, que supuestamente les había hablado para hacer un apriete, “un susto”, pero luego el policía asesinó de dos disparos a Cabezas con su arma calibre 32.
Tras la instrucción, el juez federal de Dolores, José Luis Macchi, procesó y dictó prisión preventiva en 1999 para Yabrán como instigador del crimen. El empresario, que estaba en condición de prófugo, se suicidó en un campo que tenía en Entre Ríos. Prellezo, “Los Horneros, y el resto de los acusados -incluídos el comisario Alberto Gómez y los policías Aníbal Luna y Sergio Camaratta que liberaron la zona y marcaron el coche- fueron condenados a prisión perpetua.
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Retana murió en 2001 y Camaratta en 2015, mientras que Prellezo se recibió de abogado y solo estuvo 13 años tras las rejas. Actualmente ninguno de los autores del crimen está preso, ya que algunos fueron desvinculados de la causa y otros beneficiados por el criterio del 2x1 o la libertad condicional. En tanto, el asesinato de Cabezas se convirtió en el mayor emblema de la lucha de la prensa argentina.
Natalia Melmann: secuestro, abuso y asesinato en Miramar, 2001
Hacía cuatro días que Natalia Melmann estaba desaparecida y su padre, Gustavo Melmann, había viajado a Necochea para conseguir perros rastreadores, porque a esa altura pensaba que podrían ser necesarios. Mientras se encontraba en esa localidad una imagen televisiva se proyectó como un trueno: habían encontrado el cadáver de su hija en un parque cercano a Miramar, donde había desaparecido.
La familia Melmann se había mudado en 1992 a esa localidad balnearia en busca de un lugar más calmo para criar a sus tres hijos. El pueblo tenía tenía poco más de 25 mil habitantes en ese entonces.
No imaginaban que el 4 de febrero de 2001 su hija Natalia, que entonces tenía apenas 15 años, sería secuestrada, llevada a un galpón donde un grupo de policías abusarían de ella, la matarían y esconderían su cuerpo.
Natalia había salido a bailar con sus amigas y decidió regresar sola. En el camino, el “Gallo” Fernández la secuestró para llevarle una “virgen” a los policías que se lo habían encomendado. La metió en un baúl y la dejó en una cabaña, sin agua ni luz, en las afueras de la ciudad, en un sector llamado Copacabana.
Durante cuatro días la familia la buscó y fue recopilando testimonios de testigos. El 8 de febrero una persona que casualmente buscaba leña en el vivero dunícola “Florentino Ameghino”, a tan solo 800 metros del lugar en donde había estado rastrillando la policía, encontró su cuerpo. El cadáver presentaba quemaduras, signos de haber sido violada, torturada y estrangulada con el cordón de su propia zapatilla.
Por este crimen fueron condenados el entregador, el “Gallo” Fernández, que obtuvo una pena menor a la de los otros imputados y se encuentra en libertad; los cabos Ricardo Alfredo Suárez, Ricardo Anselmini y el sargento primero Óscar Alberto Echenique, que recibieron reclusión perpetua.
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La familia de Natalia insistió en que se siguiera investigando porque las pericias indicaron que la menor fue atacada por cinco personas. Incluso una muestra de ADN coincidía con otro policía, Ricardo Panadero, que no fue enjuiciado hasta 2018. En ese juicio fue absuelto, pero el fallo fue apelado por la fiscalía y por la familia de Natalia, y el 13 de noviembre de 2019, la Sala III del Tribunal de Casación bonaerense anuló esa absolución y ordenó la realización de un nuevo proceso, que se desarrollará este año.
A casi 22 años del asesinato
La Cámara de Apelaciones y Garantías marplatense realizó una audiencia el pasado 20 de enero para resolver si otorga el beneficio de la libertad anticipada a los condenados Oscar Echenique (61) y Ricardo Anselmini (53).
Patricia Perelló, declaró a 0223 que "están dadas todas las condiciones legales para que los defendidos recuperen la libertad" y aseguró que ambos condenados tienen informes favorables del Servicio Penitenciario Bonaerense, que realizaron cursos de formación, completaron sus estudios académicos, tienen conducta ejemplar y concepto bueno.
Sin embargo, los ex policías amenazaron de muerte al papá de Natalia, nunca reconocieron lo que hicieron y, en dos oportunidades que recibieron las salidas transitorias se les revocaron por su comportamiento.
Los Perel: el crimen de un ex ejecutivo del Citibank que salpicó a Maria Julia Alsogaray, 2001
El 4 de febrero de 2001, el mismo día del asesinato de Natalia Melmann, fueron encontrados muertos Mariano Perel y Rosa Golodniztky, su esposa. En este caso, la escena del crimen fue una cabaña del exclusivo complejo Puerto Hamlet de Cariló.
Los cuerpos de la pareja fueron encontrados por un empleado del lugar donde se hospedaban que se vio obligado a buscarlos porque se había terminado su estadía y no salían ni contestaban el teléfono. No esperaba encontrarse con la pareja muerta, tendida en la cama. Junto a ellos había dos pistolas con dos vainas servidas.
Mariano estaba boca abajo y al lado de su mano había una Walther PPK calibre 7.65 y junto a la cama había una Glock. Cuando la policía revisó el lugar se encontró con un texto que decía en inglés: “Soy un gringo colaborador del Citibank. Asesinado por no pagar el rescate del Citigroup”. Si en principio se barajó la hipótesis de un asesinato seguido de suicidio, con ese mensaje se abrieron los interrogantes. Aunque luego se corroboró que el mensaje había sido escrito en su computadora en su oficina de Buenos Aires.
Había razones que podían indicar un suicidio, ya que Perel estaba endeudado y podía estar perseguido por alguna mafia, pero algunos peritos sostenían que no coincidía la escena del crimen con esa teoría.
La intriga creció aún más cuando se supo que, durante el menemismo, mientras María Julia Alsogaray se encargaba de la liquidación y privatización de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), Perel era el síndico de Alcatel, la empresa francesa de comunicaciones que buscaba quedarse con una de las zonas de la red telefónica en licitación.
La Justicia detectó en ese momento la existencia de pagarés mellizos y trillizos, algunos a favor de esa compañía, con los cuales se sospechaba habían pagado coimas a funcionarios durante la privatización de la telefónica.
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Finalmente se conoció una carta de 31 en la que el propio Perel explicaba a su familia cómo eran sus “negocios” como director del Banco Mercurio, sus estrategias de lavado de dinero, operaciones de evasión fiscal y una serie de desfalcos financieros, sus contactos dentro de la SIDE de los años 90. Por último, la sentencia que creía que pesaba sobre su cabeza: “Es posible que hagan aparecer que me estoy suicidando”. Hasta la fecha el caso no fue resuelto.
Lola Chomnalez, 2014
Lola Chomnalez tenía 14 años cuando salió a caminar por la playa de Barra de Valizas, en Uruguay, pasado el mediodía del 28 de diciembre de 2014. Dos días antes había llegado desde Buenos Aires para visitar a sus tíos en su primer viaje en soledad.
Ese día agarró una mochila, una toalla y un libro, y arrancó una caminata al borde del mar, tanto que las olas tocaban sus pies. Su intención, aseguran, era llegar a Aguas Dulces, un pueblo ubicado a 7 kilómetros en línea recta por la playa.
Lola estaba por cumplir su objetivo cuando fue abordada por un hombre que la agredió con un cuchillo y la golpeó. La reconstrucción que hicieron los investigadores sostiene que la adolescente habría intentado escapar por los medanos, alejándose del agua. No lo logró: en su desesperada escapatoria fue abordada por alguien que la asfixió al presionar su cara contra la arena.
Tras dos días de intensa búsqueda, esta adolescente que estaba por cumplir su sueño de viajar a Nueva York para festejar sus 15 años fue encontrada por un pescador que dio aviso a la Policía.
El caso conmocionó no sólo a Uruguay sino que tuvo su impacto en Argentina y específicamente en la comunidad del Liceo N°9 de Belgrano, colegio en el que estudiaba la joven.
Hoy hay dos personas implicadas en el caso. Dos varones. Por un lado Leonardo Sena, a quien la familia identifica como el autor del femicidio, y por otro Ángel "Cachila" Moreira, sobreseído en primera instancia, decisión apelada por los abogados de la familia. “En febrero se resolverá eso, seguro. Pensamos que si el Tribunal de Apelaciones analiza bien tendría que condenar por lo menos a lo más leve”, dijo a PERFIL Juan Williman, uno de los abogados de la familia.
Una vez que se resuelva eso, la familia y el equipo de letrados esperan que la investigación sea elevada a juicio por la Justicia uruguaya. Es que si bien hay elementos contundentes que avalan la teoría familiar respecto de Sena, como lo son las manchas de sangre que aparecieron en una toalla y en el DNI de Lola, “hubo que salir a investigar su coartada”.
Sena, de 39 años, fue detenido en mayo pasado en la frontera entre Brasil y Uruguay, casi ocho años después del hecho. Fue luego de un cotejo de muestras de ADN que permitió su vinculación al caso. Al declarar intentó desvincularse del asesinato aunque reconoció que estuvo en la escena del crimen. De todos modos dijo que no tuvo nada que ver con la muerte. Tiene antecedentes por lesiones y abuso sexual y, junto al "cachila", este año podría enfrentar una dura acusación.
Homicidio de Fernando Báez Sosa
Fernando Báez Sosa sonríe para la foto que le saca su mamá Graciela Sosa en la entrada de su edificio en el barrio de Recoleta. Está contento y rodeado de bolsos: por primera vez se va de vacaciones junto a sus amigos después de un año de mucho esfuerzo por cumplir su objetivo de graduarse en Derecho.
El destino aquel enero de 2020 fue Villa Gesell. Se trata de uno de los balnearios más elegidos por la juventud para escapar del calor, la rutina y disfrutar de boliches como Le Brique, en donde la madrugada del 18 se encontró con Máximo Pablo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Franco Benicelli, Blas Cinalli, Ayrton Michael Viollaz, Lucas Fidel Pertossi y Luciano Pertossi.
Fernando y los ocho rugbiers no se conocían. Pero aquella madrugada se encontraron adentro del boliche y fueron retirados por puertas diferentes luego de un enfrentamiento que la Justicia trabaja para esclarecer en el juicio que se lleva a cabo en Dolores.
Después de que lo echaran del local, Fernando fue a tomar un helado a unos pocos metros. Unos minutos después lo abordaron varios integrantes del grupo de rugbiers de Zárate con piñas y patadas, en una golpiza salvaje que para la familia y su abogado Fernando Burlando estuvo planificada previamente.
Fernando murió. Tenía golpes, hematomas y hasta la marca de una zapatilla que después resultó ser de Thomsen a la altura del maxilar inferior en su cara, de acuerdo a la autopsia realizada posteriormente.
Sus agresores se fueron. Algunos de ellos hasta terminaron comiendo una hamburguesa en un Mc Donalds cercano. "Caducó", fue la palabra que utilizó esa madrugada uno de los acusados al contarle lo que había pasado minutos antes a sus amigos, en el grupo de Whatsapp que compartían. Para los abogados de la familia de la víctima es una de las pruebas más fuertes de la culpabilidad de los acusados, de que sabían que habían matado.
Horas después de ese mensaje, ya de día, la Policía los detuvo en un allanamiento ordenado por la Justicia en la casa que alquilaban.
"Siento mucha pena por todo lo que pasó. Quiero aclarar que yo en ningún momento le pegué a Fernando Báez Sosa, ni lo toque, ni participé en un plan para asesinarlo". El que dijo esa frase fue Lucas Pertossi (23) el miércoles 18 de enero pasado, en la última audiencia de testimonios del juicio. En sintonía con las declaraciones de Thomsen y Blas Cinalli, buscó despegarse de la acusación de la planificación del asesinato.
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Sus testimonios son valorados junto con un cúmulo de pruebas como mensajes, audios, fotos y videos de la previa, durante la golpiza y los momentos posteriores. Los integrantes del Tribunal Oral de Dolores también deberán evaluar, una vez que terminen los alegatos, los informes forenses y demás pericias que están sumadas a la causa.
Una vez que eso suceda se conocerá el veredicto con las condenas. Ello en un marco de presión social que exige, de manera irracional, que los acusados sean condenados a prisión perpetua.
ds