POLITICA
Elecciones 2019

Los Trolls y los mercados no votan

El gobierno está en un círculo vicioso conformado por el dólar, la tasa de interés y el rechazo electoral.

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El presidente Mauricio Macri votó este 11 de agosto en una escuela de Palermo. | Twitter /@MauricioMacri

El domingo 11 de agosto de 2019, en la República Argentina, las urnas le dieron un duro mensaje al presidente Mauricio Macri que, para evitar mayor impacto negativo, salió a reconocer la derrota antes que se conocieran los números oficiales. La gente dijo “basta; el camino del bienestar no es por aquí”, como afirmaba el presidente en cada acto de campaña. El mensaje retumbó en todo el territorio nacional y sin mezquinar decibeles. Salvo en Córdoba –donde la diferencia que logró el macrismo es mucho menor que la obtenida en el año 2015– y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires –gobernada por Horacio Rodríguez Larreta– el color amarillo no se ve en ninguna otra provincia, en el mapa electoral que dejaron las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO).

Alberto Fernández obtuvo el 47,65 por ciento de los votos frente al 32,08 de Macri y el 8,22 de Roberto Lavagna (de repetirse este resultado en octubre, el exministro de Economía de Néstor Kirchner, se convertiría en el líder de la tercera fuerza política de la Argentina). El Frente de Todos interpretó mejor las demandas de la calle. Los bolsillos vacíos, las persianas bajas y las tarifas elevadas, presionaron el Stop de la película de ciencia ficción que mostraba globos de progreso intangible. La fantasía de bienestar futuro –blindada y promovida por varios medios de comunicación– sucumbió ante las ollas vacías, el cierre de Pymes y el desempleo en aumento, que duelen en tiempo presente. El gobierno recibió un revés contundente. El pueblo demostró que no compró la disyuntiva “democracia versus autoritarismo” presentada por el presidente y su equipo.

Antes de dar estos debates filosóficos profundos, hay que cubrir otras necesidades básicas

Tal vez esto obedezca a que antes de dar estos debates filosóficos profundos, hay que cubrir otras necesidades básicas, como llenar la panza. Varios defensores (¿operadores?) acérrimos del gobierno, hoy piden la cabeza de Marcos Peña y exigen cambios en el gabinete. Algunos buscan salvar sus intentos fallidos de generar tendencia, señalando a los encuestadores, a quienes acusan de “haberlos operado” con encuestas dibujadas que no les permitieron ver cómo la noche se les acercaba. Tanta ingenuidad sorprende y conmueve. Los trolls incansables que buscaron manipular la realidad y pintar de amarillo el triunfo, tampoco pudieron evitar que el desencanto social asomara en todos los rincones de la Patria. El bolsillo vacío gritó más fuerte que la big data maquillada para divertir –con datos carentes de realidad– a los militantes. El anuncio del Servicio Cívico Voluntario de Patricia Bullrich no fue otra cosa que un manotazo desesperado del gobierno para intentar recolectar votos ultraconservadores. El milagro de la “lluvia de inversiones”, cada día tiene menos fieles. Llenar el Teatro Colón de glamour internacional no es sinónimo de apoyo en las urnas…

Pero esto no es todo el paisaje. La bomba les estalló en la cara también a quienes compraron el discurso optimista abstracto, carente de políticas públicas concretas que resuelvan o minimicen los problemas de la sociedad. A través de los votos, como corresponde en una democracia, el electorado expresó que con la revolución de la alegría no se come.

Los trolls incansables que buscaron manipular la realidad y pintar de amarillo el triunfo, tampoco pudieron evitar que el desencanto social asomara en todos los rincones de la Patria

Las esquirlas alcanzaron también a un grupo de periodistas expertos en combates y repletos de rencor contra el kirchnerismo, que jugaron a ser influencers en la opinión pública que les hizo caso omiso a su “opinión publicada” –quedando al desnudo que sus voces y sus plumas no son representativas de la voluntad general y que la intención de voto es cada día más anárquica–. El pueblo argentino demostró que no le gusta
que le digan a quien votar. Y lo hizo gambeteando en silencio a todas las técnicas de manipulación comunicacional que le dirigieron. El tsunami electoral se sintió fuerte en la Provincia de Buenos Aires –que posee el 37% del padrón electoral nacional– y derrumbó el mito de imbatibilidad de María Eugenia Vidal. Axel Kiccillof, del Frente de Todos, se impuso con el 50,56 % de los votos en el territorio bonaerense, frente al 30,01 del oficialista Juntos por el Cambio, encabezado por la gobernadora Vidal. Este resultado fue crucial para el resultado global, porque por lo general, la persona que gana en Buenos Aires, gana en el país. Es interesante mirar los resultados en el interior de la provincia. Si se repitiera este resultado en octubre, Juntos por el Cambio perdería 19 intendencias que hoy conduce, y el Frente de Todos sumaría 21.

Otro dato para observar, son los nombres de quienes no lograron superar el 1,5% exigidos para participar en las generales de octubre. Ellos son: Manuela Castañeira (del Movimiento al Socialismo), Alejandro Biondini (del Frente Patriota), Raúl Albarracín (de Acción Vecinal), y José Antonio Romero Feris (del Partido Autonomista). Seguramente hacia ellos enfocarán sus estrategias quienes deseen agrandar su porción de la torta en las elecciones de octubre.

Tras la derrota de Macri en las PASO, Majul, Feinmann y Leuco cuestionaron al Gobierno y pidieron autocrítica

Sería importante en este escenario sombrío que atraviesa el país en general y el gobierno en particular, por el bien de todos y para garantizar la institucionalidad, aunar esfuerzos para cuidar el barco de la gobernabilidad. Y sería bueno también, que lejos de mandar a dormir a la gente, el presidente acuse recibo del mensaje desesperado del electorado, que le pidió a gritos que se despierte. También sería positivo que evite conferencias de prensa lamentables, como la de ayer, donde en vez de aplicar mesura y reflexión, profundizó la grieta, responsabilizó a los ganadores de la contienda electoral de la situación del país y volvió a apostar al odio como estrategia electoral, olvidando que quien tiene el deber de conducir los destinos del país hasta diciembre, es el gobierno que él comanda.

El enojo de un presidente con el electorado por haberle dado la espalda en las urnas, no es el camino que la Argentina debe ni merece transitar. Negar la elección primaria y decirles a los argentinos que el mundo no quiere al Frente encabezado por Alberto Fernández, es posible que lo único que logre sea engordar ese abultado 47,65 por ciento que lo eligió mediante el sufragio. Quizás sea importante recordar que, en las elecciones del mundo real, los mercados y los trolls no votan (al menos todavía). Quienes sufragan son personas de carne y hueso que solicitaron, democráticamente, reflexión gubernamental. Que el presidente rete a la gente en público alegando que eligieron mal en las urnas, lejos de sumar, resta y decepciona hasta a sus propios votantes. La derrota interpela y promueve la introspección, pero tapar la imagen que nos devuelve el espejo porque no nos gusta, no resuelve los problemas ni calla las voces disconformes.

Pareciera que el presidente y el gobierno no comprenden la profundidad de la problemática que la política económica le está propinando diariamente a muchos argentinos. Y aparentemente ninguno de los que lo rodean pudo quitarle las vendas de los ojos y hacerle ver, a tiempo, el rechazo que se venía gestando en las calles.

Las arengas de Macri hoy huelen a pasado y el peronismo tiene un olfato hiper desarrollado para detectar quién posee poder real y quien lo ha perdido.

El gobierno está en un círculo vicioso conformado por el dólar, la tasa de interés y el rechazo electoral. La timba financiera es un juego rentable para pocos, pero es deficitario en términos políticos, porque condena a la mayoría a mirar la economía desde afuera, con los problemas que esto acarrea. El laberinto en el que está inmerso el gobierno es bien complejo. Diseñar una estrategia que le permita revertir semejante viento en contra y ser competitivos en las elecciones de
octubre, en términos racionales es poco probable. Por lo pronto, el barco amarillo naufraga y el Capitán está aturdido...

*Analista Político; Director y Profesor de Gestión de Gobierno en la Universidad de Belgrano.