El jueves, frente a sus escribanos y abogados, el empresario kirchnerista Cristóbal López selló un supuesto acuerdo para desprenderse de gran parte de su imperio. El zar del juego partió el grupo empresario que había logrado construir gracias a su sintonía con el matrimonio Kirchner, entre otros acuerdos políticos que lo favorecieron en las últimas décadas, y anunció que se desprenderá, dice, del abultado grupo de medios que viene adquiriendo desde hace años.
Cristóbal puso parte del Grupo Indalo en manos de su socio Fabián De Sousa, quien en la práctica era el hombre responsable de los negocios en medios de comunicación de López. El empresario dice haberse quedado con los negocios en hoteles, frigoríficos y ganaderas, una fábrica de lácteos (La Salamandra) y otra de aceite de oliva, la metalúrgica Paraná Metal, empresas de seguros, constructoras, concesiones viales, financieras y bancos. También con las empresas productoras de petróleo. Pero dejó a De Sousa una firma clave en el imperio: Oil Combustibles, titular de 350 estaciones de serviciolo y una refinería de San Lorenzo, Santa Fe. Una firma en la mira por supuestos desmanejos financieros.
Su caballo de batalla es el juego. A través de Casino Club y las maquinitas de apuestas, Cristóbal no sólo se hizo millonario sino que financia a sus empresas deficitarias, confiaron a PERFIL muy cerca del empresario. Incluso abrió su propia sala de juegos en Miami, que debió clausurar y reabrió recientemente.
El negocio del juego no forma parte del grupo Indalo. Nunca estuvo en sus planes la posibilidad de desprenderse de él. Pero otros negocios centrales sí. A través de Indalo debutó en el mercado de los medios con la compra del canal de noticias C5N y Radio 10. Más tarde, llegó a comprar 14 empresas de medios y productoras de contenidos. Pero la pauta oficial y la inyección de fondos de Casino Club no serían las únicas formas de financiamiento de
Cristóbal López.
La empresa Oil Combustibles que cedió a De Sousa está en la mira desde hace años por sus particulares maniobras de financiamiento. La compañía debía millones en impuestos a la AFIP. En lugar de pagar los impuestos a las naftas, utilizaba esos fondos para inyectar dinero en el resto de sus empresas deficitarias o para comprar nuevas compañías, como Petrobras. Llegó a deber $ 1.200 millones sólo en un año, según una investigación de La Nación de 2013. Luego entraba en las convenientes moratorias de la AFIP y pagaba sus deudas con el Estado a diez años. Así financió la compra de Petrobras, compró un banco, una metalúrgica e inyectó fondos en CPC SA, una empresa que le permite ser proveedor de obra pública.
En el entorno del empresario aseguran que la relación con su socio De Sousa tenía fecha de vencimiento. Cristóbal se quejaba de su mano derecha desde hace meses por los supuestos manejos en los negocios en medios, entre otros. El hermano de De Sousa, que también integraba el grupo, dejó Indalo dando un portazo hace dos años. La relación, dicen, se tensó cada vez más. Los despidos en los medios de Indalo se aceleraron en los últimos meses.
Según pudo saber PERFIL, el miércoles, Cristóbal supo que sería blanco de una investigación periodística de La Nación, cuando ese diario le dio derecho a réplica, previo a la publicación. Al día siguiente, se desprendió de la mitad de su imperio, incluida la empresa que seria foco de la investigación: Oil Combustibles