La reunión del martes en Washington entre el canciller Santiago Cafiero y el secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, lejos de destrabar el crítico punto en el que están las discusiones con el FMI, le puso más tensión.
En general este tipo de visitas solo se arreglan cuando está muy cerca la firma de un acuerdo. Nada más lejos de la situación actual.
El canciller priorizó en su agenda acelerar el acuerdo con el FMI. Una meta noble teniendo en cuenta que se acerca marzo y la Argentina deberá afrontar vencimientos por cerca de 4 mil millones de dólares y no tiene ese dinero. Por lo tanto necesita cerrar un acuerdo, que negocia desde hace dos años y aún no concretó.
Sin ese acuerdo el país se encaminaría a una suerte de default consensuado; es decir, una vista gorda a la eventual falta de pago de algún vencimiento a cambio de que se vuelva a la mesa de discusión. Pero eso no dejaría al margen de una situación extremadamente delicada a la ya debilitada economía nacional.
'Tercera posición', el argumento oficial para jugar a dos puntas en política exterior
Volviendo a la reunión del martes, como máximo responsable de la política exterior argentina, al canciller se le preguntó por muchos otros temas. Por ejemplo, los vínculos de la Argentina con otros países latinoamericanos que los EE.UU. no consideran democráticos, el inminente viaje del Presidente a China y Rusia y el ritmo que van teniendo algunas causas de corrupción en la Justicia nacional.
Los comunicados de prensa de la Argentina y EE.UU. no coincidieron en casi ni una coma. Incluso, parecieron referirse a reuniones bien distintas. A ese papelón nacional se sumó un dato absolutamente inesperado para la delegación nacional. Allí en Washington también habrían querido saber lo que muchísimos argentinos, aquí en Buenos Aires, aún se preguntan: ¿Qué pasó con el asesinato de Nisman?.
Entonces aquella reunión que apuntaba a obtener el guiño favorable del gobierno de Joe Biden, que tiene sillón mayoritario en el board del FMI para aprobar el acuerdo con la Argentina, capotó. Y pusieron las discusiones en un punto crítico.
En el círculo rojo, los empresarios (CEO y, fundamentalmente, los pocos dueños que quedan) también sienten que hay un punto crítico para las posibilidades de las compañías de financiarse. Cuanto más lejos el acuerdo con el Fondo, más lejano también ese horizonte del sector privado.
Por si fuera poco ruido para el “clima de negocios nacional”, el Gobierno ratificó el viaje del presidente Alberto Fernández a Rusia y China, entre el 3 y el 4 de febrero.
Una vez más en el círculo rojo no genera escozor la decisión política del Presidente de, por ejemplo, participar de las Olimpíadas de invierno en Beijing. Es una decisión que desestimaron otros países europeos en rechazo al manejo de la política de derechos humanos y políticos en China. Lo que verdaderamente pone en alerta naranja al círculo rojo es la agenda económica que tendrán esos viajes.
Alberto Fernández eligió países donde las fronteras entre el Estado y el sector privado son muy difusas. Es un espejo en el que temen mirarse los empresarios locales.
Justamente si hay algo sobre lo que los principales referentes del empresariado local vienen poniendo el acento es en lo que consideran señales de embestida del Gobierno sobre el sector privado. Y también en algunos esbozos dentro de sectores de la coalición gobernante por favorecer con nuevos pocos negocios a lo que el establishment ya denomina “los seudoempresarios amigos del poder”.
Si hay un problema troncal que el Gobierno no logró desanudar es la inflación. La falta de un plan macroeconómico que le reclama el FMI al equipo económico podría tentar a algunos funcionarios de buscar culpables únicamente entre las empresas que cometen abusos. La “caza de culpables” de la inflación jaquea a todos, y mientras tanto entran a terapia intensiva los ingresos de los argentinos.