Es miércoles y Alberto Fernández está a minutos de viajar a Santiago del Estero para entregar la vivienda número 100 mil de su gestión. No debería tratarse de un anuncio más ni pasar desapercibido. Sin embargo, pasa. En pocos días se conocerá el índice de inflación (que terminó siendo de 7,7%) y el Presidente ya advierte que será difícil de digerir. “En campaña yo hablaba de lo complicado que sería llevar de dos dígitos a uno el aumento de precios, que nos llevaría entre cuatro y cinco años, imaginate bajar este número”, dice en la intimidad de su despacho casi con resignación.
Mientras lo dice, mira el celular. Va y viene en comunicación con Sergio Massa. Las expectativas con las que llegó el “superministro” de Economía empiezan a quedar atrás. El jefe de Estado no cree que el tigrense quiera ser candidato y el escenario tampoco lo empuja a serlo. Pero Fernández admite que aún tienen tiempo: su gobierno, Massa y él. Atravesado por el año electoral, cree que es imposible imaginar hoy qué puede pasar en la elección.
No dice que el Frente de Todos cayó, pero sí que está estancado. Allí es donde mira a Juntos por el Cambio. “Hay que ver ahora hasta dónde llega el proceso de desmembramiento de la oposición”, evalúa. “Yo fui el garante de la unidad en el Frente de Todos, imaginate lo que me hubiesen dicho a mí si hubiese hecho lo de Horacio”, se diferencia. No va a romper, pero tampoco apura una definición. La economía retrasa todo. El número 3 prometido adelante por Sergio Massa para la suba de precios es difícil de explicar. Cuando el ministro hizo este pronóstico, el propio Presidente le dijo en privado que creía que se equivocaba. Fernández centrará el discurso político en el modelo “semidinamita” de Mauricio Macri. Cree que para tener chances electorales se debe confrontar con el escenario de catástrofe que propone la oposición.
En el área económica, ahora el discurso cambió. El ministro ya no puede mostrar el índice de inflación como un activo, por lo que en su equipo comenzaron a hablar de que es quien logró “estabilizar” la economía. Ese será el discurso en plena campaña electoral. Eso y el miedo de lo que pudo ser. “Si no se hacía cargo, venía el helicóptero”, se animan a decir. En su círculo íntimo piden que no lo dejen afuera de la lista de posibles candidatos y muestran a un ministro hiperactivo. Al igual que Fernández y CFK, necesita pelear lugares en las boletas.
Este viernes, el secretario de Comercio, Matías Tombolini debió hacerse cargo de la suba de precios. También lo hizo el viceministro, Gabriel Rubinstein. Por afuera de la cartera de Economía, sólo la Portavoz, Gabriela Cerruti, salió a hablar. Con los números de pobreza pasó algo similar: apenas la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, se hizo cargo. Y notó cómo la dejaron sola.
Una conducta que se repite en este gobierno es que tampoco aparecen voces oficiales para sacar pecho de las buenas noticias. Esto sucedió con la entrega de la vivienda 100 mil que Alberto Fernández encabezó esta semana. Ningún ministro salió a bancar la medida y hubo quejas. Desde la oficina que dirige Cerruti le avisaron a los voceros de los funcionarios que si siguen callados quedarán en suspenso las campañas que pidan desde estas carteras o cobertura de actividades.
El kirchnerismo también hace silencio. Sergio Massa llegó al ministerio en acuerdo con Cristina Kirchner. La titular del Senado reconoce que agarró el cargo en el momento más difícil, lo escucha todas las semanas, pero el número de inflación de marzo produce desánimo. Ella y su hijo Máximo repasan la gestión económica en cada conversación privada que mantienen. No se quejan de Massa pero ya tampoco salen a bancarlo. Y esto también se vio en el territorio bonaerense. Los intendentes del conurbano, en donde la pobreza e inflación más se siente, disfrutaban de un encuentro con el titular de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia cuando se conoció el 7,7% de inflación. Horas después, enviaron una foto en la que se los ve a todos sonriendo.