Solo armonía y halagos podían reinar en la cena, previa al chaparrón que siguió después. Es que a uno le da lo mismo ir de número dos que de uno. Y el otro se pronuncia igual. Casi parece que no tuvieran ambiciones de cartel francés cuando la ambición era la razón del encuentro.
Si por ambición se entiende la presidencia de la República o, más exactamente, la voluntad de ambos por modificar lo que el Gobierno asegura como irreversible: la continuidad de Cristina en la Casa Rosada por decisión popular.
En términos cordiales, por lo tanto, se desarrolló el encuentro entre Mauricio Macri y Carlos Reutemann. O viceversa. Y si bien ambos son remisos para pagar, comen tan frugalmente que la adición no podía sorprenderlos. Tampoco a sus pimpantes esposas en la ocasión, devotas de la gimnasia reductora y de las dietas más estrictas para lucir felinas si la administración pública las llama.