Fue la primera semana como ministro de Economía “empoderado” y para Martín Guzmán no podía salir todo color de rosa. Hubo una combinación de escenas estridentes en primera fila en el comienzo de estos siete días y un cierre más acorde a los tiempos que corren en las tensiones internas de la coalición de Gobierno y, sobre todo, cuando de números económicos se trata.
“Ni presión ni extorsión” aseguran en el entorno del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, quien en menos de 15 días envió dos cartas que hizo públicas al titular del Palacio de Hacienda para pedirle que suba el pisos a partir del cual se tributa el Impuesto a las Ganancias.
La primera misiva enfureció a Guzmán. La segunda, también. Pero ayer llegó a la reunión en Gobierno junto al presidente, Alberto Fernández, quien le había pedido: “No te calentés con Sergio”. Las razones del Presidente para ese pedido tienen peso político propio, tal vez no sean compartidas incluso por su ministro de Economía pero, se sabe, en la arena política y en especial en la doméstica muchas veces hay tragos amargos.
De esos, últimamente, Guzmán está haciendo su propia cata. Con su estilo y con sus tiempos un ministro que, también le reconocen, asumió tímidamente un cargo que podría haber sido más corto y aún permanece en la misma poltrona que hoy abraza como nunca a su propio futuro político.
Ayer, además, Guzmán llegó con el número cerrado (estaba en $ 225 mil y desde junio será casi $ 281 mil). Y eso fue un reconocimiento al mal trago. Y el titular del Palacio de Hacienda, secundado por la cúpula de la CGT en el anuncio de ayer pudo decir que el Gobierno “dispone de políticas para defender los intereses de los y las trabajadores”.
Sabor a poco. Martín Guzmán comenzó esta misma semana con las flexibilizaciones cambiarias para las inversiones en hidrocarburos en Vaca Muerta. Hay un borrador de letra chica que ya analizan con lupa los principales jugadores en Vaca Muerta para avanzar en futuras inversiones que provechen las nuevas oportunidades vinculadas al suministro del gas de la mano del nuevo tablero mundial que impuso la guerra en Europa.
También ayer el Gobierno dio señales para destrabar la construcción del gasoducto Néstor Kirchner. Porque si algo mostró la nueva situación internacional no es solo que el gas que Rusia hoy no puede suministrarle al mundo es altamente requerido y que se paga más caro en dólares, sino que resulta imprescindible la infraestructura para que un país logre aprovechar oportunidades.
La medida de Vaca Muerta, tal como adelantó PERFIL, era reclamada en el sector privado y estaba trabada por las diferentes concepciones energéticas dentro del gabinete económico. El fango político de ayer probablemente eclipsó el estruendo de aquel anuncio que celebraron las petroleras. Seguramente también anticipe lo que vendrá.
En la agenda del empoderado ministro Guzmán está a punto de nacer el cuadro tarifario de electricidad y gas, sin segmentación aunque sí con tarifa social, que las compañías del sector aguardan para poder instrumentar los últimos aumentos que acaban aprobarse en las audiencias públicas y que regirán desde junio.
Son aumentos antipáticos para todos pero causan especial escozor en los paladares cristinistas, ahora corridos por Guzmán de la firma de esos incrementos. En todo caso son los primero capítulos dentro de la película que muestra las tensiones entre un sector del Gobierno que quiere a Guzmán poniéndole el cuerpo y sobre todo la cara, a la alta inflación en especial en lo que más golpea a los sectores vulnerables: los altos precios de los alimentos y bebidas.