Trabajan 24 por 7; son los tres funcionarios incondicionales del ministro de Economía, Sergio Massa. Con sus plumas bajan al papel las directivas políticas de titular del Palacio de Hacienda. En público esquivan el alto perfil y las fotos pero en el entorno del tigrense descuentan que hablar con ellos es “llegar a Sergio”.
El más conocido es el viceministro Gabriel Rubinstein, quien tardó más de dos semanas en asumir su rol porque se dieron a conocer polémicos tuits sobre la vicepresidenta, Cristina Kirchner. Por eso, desde que juró, CFK no quiere ni cruzárselo accidentalmente.
A Rubinstein, el economista, lo apodan “el mudo” debido a que desde aquel episodio quedó amordazado en sus declaraciones. Llegó al equipo actual de la mano del exministro Roberto Lavagna, con quien trabajó durante su gestión como su mano derecha en el Banco Central. Dicen que fue el propio Lavagna quien, en persona, lo habría convencido para ocupar el cargo actual. Rubinstein no habla hasta que Massa necesita decir lo que quedaría políticamente incorrecto a los ojos del sector más radicalizado de la coalición gobernante.
Aumentos, exportaciones, reservas y política monetaria en la agenda full time
Por ejemplo, la semana pasada fue el viceministro quien en la Cámara de Senadores defendió los recortes del Presupuesto 2023 que incomodan al kirchnerismo. Allí disparó varios conceptos “liberales” (lo acusaron desde las bancadas K) pero hubo dos ideas troncales referidas a la necesidad de reducir la emisión monetaria que el funcionario, sabe será una de las peleas de fondo en el electoral 2023.
“Tenemos una alta inflación que no tienen otros países, ni los pobres, ni los desarrollados”, disparó y advirtió también que “estamos coqueteando con la hiperinflación” en relación con las prácticas de la política en relación con el gasto público.
Desde la Aduana Guillermo Michel es mucho más que una pieza clave para el comercio exterior. Con su andamiaje jurídico logró que muchas empresas no demanden medidas cautelares, al menos por este año, cerca de 2.600 millones de dólares.
Es quien monitorea cada maniobra de los exportadores e importadores y sigue con lupa el recorrido de cada dólar. Además comanda la letra chica del acuerdo fiscal que el gabinete económico espera tener finalizado antes de fin de año y que permitirá un fuerte ingreso de divisas durante todo 2023.
Si de diseño de política monetaria se trata, hay que mirar a Lisandro Cleri, vicepresidente del Banco Central. Dicen en el mercado que el funcionario que reemplazó a Arnaldo Bocco conoce los vericuetos de la mesa de operaciones de la autoridad monetaria. Suele incomodar con su ímpetu al presidente del Central, Miguel Pesce, quien tendría un acuerdo de mutua convivencia con el propio Massa. De hecho, fue ratificado por el propio presidente Alberto Fernández en su función.
Cleri tiene obsesión por la letra chica de todo acuerdo financiero posible, quienes lo conocen sostienen que pasa muchas horas buscando argumentos fuertes para rebatir muchos de los cuestionamientos de los técnicos del Fondo Monetario que cada tres meses revisan las cuentas públicas nacionales, metas de inflación y reservas para avalar un nuevo desembolso que siempre resulta indispensable para pagar la deuda.