Es difícil saber qué es lo que debe suceder para que alguien se convierta en mito. Para muchos, ese momento no llega hasta el fin de sus días, o incluso deben esperar la muerte para la llegada de tal reconocimiento. No Paco. Desde hacía años el “sabio de la guitarra flamenca” era un mito viviente, uno que hasta el miércoles respiraba el aire cálido de las costas mexicanas de Xpu-há, un lugar del Caribe a medio camino entre Playa del Carmen y Tulum, donde vivía con su mujer y sus hijos, y a los 66 años, se fue para siempre.
Desde entonces, el mundo entero despide a Paco de Lucía. La ceremonia principal fue ayer –hubo que trasladar el cuerpo del español desde México hasta Madrid–en el Auditorio Nacional de la Música, por donde entre las 14 y las 17 pasaron más de cinco mil personas para dar su último adiós y abarrotar de flores el borde del escenario.
Es que el maravilloso guitarrista encantaba a quienes no sabían de música y volvía locos a los entendidos. Es decir, lo tenía todo. Además de su familia y sus incondicionales fans, dijeron presente muchísimas personalidades. Desde el príncipe Felipe y miembros del Gobierno español, hasta su amigo Alejandro Sanz. “Buen viaje, papá”, desearon en la corona fúnebre sus tres hijos mayores, Curro, Casilda y Lucía.
El guitarrista había dejado de fumar hacía dos semanas. El martes, estaba en la playa jugando al fúbol con su hijo de siete años, cuando paró y le pidió a su segunda mujer, Gabriela Canseco, que lo lleve al hospital, que sentía un frío raro en la garganta. En Urgencias del hospital de Yucatán entró caminando pero rápidamente perdió el conocimiento para siempre. Canseco, madre de sus dos hijos menores, Antonia y Diego, fue quien recibió de parte del médico la terrible noticia: su marido había sufrido un infarto masivo.
Francisco Sánchez Gómez nació en la localidad gaditana de Algeciras el 21 de diciembre de 1947. Grabó más de treinta discos y no le faltaron galardones: el Premio Nacional de Guitarra de Arte Flamenco, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, la Distinción Honorífica de los Premios de la Música, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Pero él huía de su propia leyenda. Se alejó del lugar común del flamenco, como es la búsqueda del virtuosismo y desmintió la idea de la inspiración del artista; él prefería estar “tumbado”– según repetía–, sin hacer nada. Por eso, hace algunos años, después de cuatro décadas de intensa carrera, dio un paso hacia el retiro cuando se mudó a México para vivir tranquilo y en la playa. De todas maneras, aunque con menos frecuencia, continuaba grabando discos, y haciendo giras por el mundo. La última lo había traído precisamente a la Argentina en noviembre de 2013, donde dio un recital en el Gran Rex, después de un largo tiempo de una ausencia que Paco en aquel momento describió de esta manera: “Hace casi diecises años que no como esos bifes de chorizo que sólo ustedes saben hacer”.