Al menos unas 26 personas y mil millones de animales muertos, 5.500 millones de hectáreas arrasadas y decenas de ciudades destruidas son algunos de los números del “megaincendio” de Australia, una de las catástrofes ambientales más graves de la historia moderna del planeta. A este país oceánico llegan alrededor de 1.500 argentinos –en su mayoría jóvenes– por año, según datos de la embajada, para trabajar en las zonas rurales y ahora varios de ellos se encuentran atrapados por el fuego.
“Los incendios en Australia son naturales porque hay semillas que germinan al estar expuestas al fuego. El problema es que por el calentamiento global, que el gobierno desconoce, hace tres años que tenemos grandes sequías, temperaturas superiores a los 45° y fuertes vientos. Es una caja de fósforos que se prendió y se volvió incontrolable”. La persona que habla es Mariana Jaimovich (37), una argentina que se radicó en Australia hace seis años y cuenta que “la población está muy enojada con Scott Morrison, el primer ministro, porque ignoró el incendio por meses”.
Por eso, Jaimovich fue el viernes a una movilización que convocó a treinta mil personas en Sidney para reclamarle al gobierno que les brinde más recursos a los bomberos rurales y que reduzcan los gases que contribuyen al calentamiento global. Jaimovich cuenta que en las calles australianas hay pedidos de colectas de dinero y carteles al lado de las frutas que advierten el futuro desabastecimiento.
“La gente es muy solidaria. Una señora hace estaciones de emergencia para los animales, donde les pone semilla y agua. Hay personas que publicaron gratis su casa por Airbnb para los evacuados. Hay mucha movida”, dice la argentina que sigue la situación por una aplicación: “Los bomberos rurales la actualizan todo el tiempo y si tengo un foco de incendio a 8 kilómetros de mi casa, el celular emite una alarma”, relata Jaimovich.
Luciano Contisciani (25) es licenciado en Ciencias Ambientales y llegó a Australia hace un mes para trabajar de su profesión. “Hay animales que seguramente desaparezcan”, advierte.
Luciano Contisciani: “Hay animales que seguramente desaparezcan”
Entonces, explica que “Australia es una gran isla, donde hay especies que solo existen allí, como el canguro o el koala. No solamente murieron varios de ellos, sino que además se destruyó su hábitat, se desreguló el ciclo del agua, se perdió el secuestro de dióxido de carbono y los insectos polinizadores. Es un desbalance muy grave para todo el ecosistema”. A diferencia de lo que sucede con la flora, porque el ambientólogo explica que “el suelo tiene un gran banco de semillas que se regenera solo”.
Contisciani cuenta que desde que llegó, solamente tres días vio el sol. “Casi todos los días el cielo está cubierto por el humo y el agua del mar cubierta de pedacitos de cosas negras, que parece hollín”, detalla el joven. Para tomar dimensión de la situación, la prensa australiana comparó la cantidad de humo inhalada en determinadas ciudades con el consumo diario de tabaco. Por ejemplo, en la madrugada de la ciudad de Bathurst, en Nueva Gales del Sur, la cantidad de humo es igual de nociva que fumar 39 cigarrillos.
Es por eso que a los trabajadores rurales sus patrones les entregan barbijos. Como a María de los Angeles Morandi (25), quien controla la calidad de los paneles solares en un pueblo de las afueras de Sidney. “Mis padres, que viven en Argentina, están muy preocupados y me preguntan todo el tiempo cómo está todo”, dice la joven ingeniera civil que viaja junto a Contisciani, Francisco Scarafia (25) y Camila Giovini (25), un grupo de amigos neuquinos.
“Cuando trabajábamos en el campo era muy complicado porque con el humo era difícil respirar, pero por suerte estamos lejos del fuego”, dice Scarafia. Por su parte, Giovini cuenta que “la situación nos complica para viajar, porque todos los parques nacionales están cerrados y no hay hospedaje. Los cuatro estamos durmiendo en una camioneta”.