La conquista de la Luna, en 1969, una odisea de la que este 20 de julio se cumplen 53 años, fue el sueño cumplido para millones, incluido el novelista Julio Verne, que un siglo antes había imaginado, en su novela De la Tierra a la Luna la llegada del ser humano en cohetes lanzados desde el estado de Florida.
Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX numerosos científicos habían empezado a plantear el uso de cohetes para viajar fuera de los límites de la Tierra, siendo uno de los más prominentes el estadounidense Robert Goddard.
Ingeniero y físico, lanzó con éxito el primer cohete propulsado con combustible líquido en 1926, aunque el desarrollo de la tecnología de cohetes recibió un impulso decisivo debido a su potencial como arma de guerra.
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En Alemania, el joven ingeniero y físico Wernher von Braun, un apasionado de la aeronáutica y de los viajes espaciales, comenzó desde muy joven a fabricar cohetes caseros.
Cuando Hitler ascendió al poder en 1933, von Braun no dejó pasar la oportunidad de avanzar en su carrera en el campo del diseño de cohetes y se enroló en el ejército alemán. Sus conocimientos fueron fundamentales para el éxito del programa alemán de cohetes.
La culminación del trabajo de von Braun y su equipo fue el V-2, el primer cohete balístico con carga explosiva.
Con este ingenio Alemania se puso a la cabeza en el desarrollo de la tecnología aeronáutica, muy por delante de los países aliados.
Pero a pesar de que se lanzaron más de 3.000 de estos ingenios sobre Inglaterra, Francia y Bélgica causando más de 9.000 muertos, el V-2 llegó demasiado tarde para inclinar la balanza a favor de Alemania.
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La Operación Paperclip
Con la derrota alemana y el fin de la guerra en Europa en mayo de 1945, los estadounidenses decidieron que era de vital importancia contar tanto con la tecnología de cohetes como con los hombres que la habían desarrollado.
Para ello, priorizaron la captura de todos los cohetes ensamblados que no se habían lanzado, la totalidad las piezas listas para su ensamblaje, las herramientas para la fabricación y construcción de los cohetes así como toda la documentación que encontraron en las instalaciones.
Todo el material fue cuidadosamente trasladado a los EE.UU. para su estudio. De forma paralela, el ejército concibió una operación secreta con el nombre en clave de Paperclip, en la que un equipo de militares de élite recibió la orden de buscar y capturar a todos los responsables del programa de cohetes alemán responsables, incluyendo científicos, ingenieros y técnicos del programa de cohetes, con el fin de trasladarlos a los EE.UU. junto con sus familias.
Muchos, incluidos el propio von Braun y los miembros de su equipo, fueron localizados y trasladados a los EE.UU. Otros cayeron en manos soviéticas.
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La Guerra Fría también se libró en el espacio
A pesar de ser aliados, las diferencias entre los EEUU y la Unión Soviética comenzaron a ponerse de manifiesto apenas terminó la Segunda Guerra Mundial. Ambas naciones luchaban por convertirse en la potencia hegemónica en el nuevo mundo que emergía de una de las guerras más devastadoras que había conocido la humanidad.
Este factor fue determinante en el interés estadounidense por adquirir la tecnología alemana, aún pasando por alto las implicaciones morales que suponía contar con unos hombres cuyo trabajo había traído consigo tanto sufrimiento al mundo.
En su condición de "empleados especiales", los científicos alemanes mostraron a los estadounidenses la tecnología y supervisaron las primeras pruebas con los cohetes V-2 capturados. En los años posteriores, el impulso en el desarrollo de los cohetes se debió, de nuevo, a su vertiente como arma militar.
Con la Guerra Fría en su apogeo las miradas de ambas naciones se fijaron en el espacio. Se trataba de un campo en el que se jugaba el prestigio y el dominio tecnológico en una nueva frontera. A mediados de los años 50, las dos superpotencias hicieron públicos su deseo de conquistar el espacio, inaugurando la denominada carrera espacial.
Fue la URSS la que se adelantó cuando el 4 de octubre de 1957 lanzó con éxito el primer satélite artificial de la historia, el Sputnik I. Esta gesta encendió todas las alarmas en los EE.UU., que hasta ese momento había apoyado tímidamente el desarrollo de tecnología aeroespacial.
Wernher von Braun languidecía en su puesto del ejército y cuando tuvo conocimiento del lanzamiento del satélite soviético vio la oportunidad perfecta para conseguir los fondos que necesitaba para alcanzar su sueño: el desarrollo de cohetes para llevar al hombre al espacio.
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Von Braun mantuvo entrevistas y reuniones con la dirigencia política de Washington advirtiendo del peligro que suponía para el mundo libre que la URSS estuviese a la cabeza de la carrera espacial. Con este mensaje, el científico alemán logró su objetivo.
Los fondos comenzaron a llegar y los estadounidenses lograron lanzar pocos meses después el satélite Explorer I utilizando como plataforma uno de los cohetes desarrollados por von Braun.
Finalmente, el 1 de octubre de 1958 nació la NASA (Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio) una organización gubernamental que canalizaría todos los esfuerzos para adquirir conocimientos científicos y tecnológicos en el campo aeroespacial y llevar al hombre al espacio.
El proyecto "Mercury"
El lanzamiento de satélites para orbitar la tierra fue tan solo el primer paso en la carrera espacial. El siguiente objetivo fue poner un ser humano en órbita. Tanto la URSS como los EE.UU. deseaban ser los primeros en alcanzar este hito.
La NASA creó el proyecto Mercury, con el objetivo principal de poner un ser humano en órbita y lograr que volviese a la tierra sano y salvo. Si los estadounidenses lograban ser los primeros en lograr el objetivo, adelantarían a los soviéticos y recuperarían el prestigio tecnológico.
No obstante, fue de nuevo la URSS la que tomó la iniciativa cuando el 12 de abril de 1951 el cosmonauta Yuri Gagarin logró dar una vuelta a la órbita terrestre a bordo de la nave Vostok I. La NASA respondió enviando a su primer astronauta al espacio, Alan Shepard, quien realizó un vuelo suborbital el 5 de mayo de 1961.
Poco después, John Glenn dio tres vueltas completas a la órbita de la tierra el 20 de febrero de 1962. Cuando concluyó el proyecto Mercury los estadounidenses seguían por detrás de los soviéticos.
No obstante, seis hombres habían viajado al espacio y los científicos de la NASA habían adquirido conocimientos respecto al comportamiento del ser humano en el espacio, además de avanzar en el desarrollo de cohetes más eficientes y de mayor potencia.
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El impulso de John F. Kennedy
Para los científicos de la NASA el siguiente paso natural de la exploración espacial era la llegada del hombre a la luna. Este objetivo se discutió en las primeras fases de la carrera espacial, siendo el proyecto Mercury tan sólo la primera etapa para obtener el ambicioso objetivo.
El proyecto Gemini, que comenzó a principios de 1962, era la segunda etapa en un objetivo que pretendía tomar de manera definitiva la iniciativa en la carrera espacial.
Pero para ello era necesario dotar de fondos a la NASA. Y fue el presidente John F. Kennedy quien, en un incisivo discurso en el congreso el 25 de mayo de 1961, plasmó esta idea pidiendo a los políticos y a toda la sociedad estadounidense que pusiesen todos los recursos necesarios para alcanzar el objetivo de llegar a la luna.
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Kennedy abogó por alcanzar el objetivo de la llegada del hombre a la luna para antes del final de la década de los años sesenta. Aunque Kennedy no lo pudo ver, las bases para que la epopeya del Apolo 11 fuese posible ya se habían asentado.
"Hemos decidido ir a la Luna", anunció el presidente. "Hemos decidido ir a la Luna en esta década, y también afrontar los otros desafíos, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles, porque esta meta servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y aptitudes, porque es un desafío que estamos dispuestos a aceptar, que no estamos dispuestos a posponer".
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Cumplidos los objetivos del Proyecto Gemini de la NASA, en el que se probaron con éxito nuevos cohetes, se realizó el primer paseo espacial estadounidense, se ensayaron acoplamientos de varias naves en el espacio y se probaron nuevos procedimientos de vuelo orbital, comenzó la fase final para llevar al hombre a la luna: el proyecto Apolo.
Para ello se desarrolló un imponente cohete con el nombre de Saturno V, en gran parte obra del científico alemán Wernhern von Braun. A pesar del entusiasmo inicial, el Proyecto Apolo sufrió un significativo retraso debido a la tragedia de la misión Apolo 11.
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El 27 de enero de 1967, durante unas pruebas de presurización de cabina en tierra, un devastador incendio en el módulo de mando costó la vida a Virgil Grissom, Edward White y Roger Chaffee.
Este accidente recordó al público que la exploración espacial no estaba exenta de riesgos. Tras evaluar el origen del fallo que provocó el accidente, las operaciones se reanudaron y la NASA comenzó a probar los componentes en una serie de misiones preparatorias.
Así, el Apolo 8 fue el primero en realizar el viaje hasta la órbita lunar. Por su parte, el Apolo 10 de mayo de 1969 supuso un ensayo general en el que, excepto por el alunizaje, se pusieron a prueba por última vez todos los procedimientos para completar con éxito el objetivo final. La misión a la luna quedaría reservada a los tripulantes del Apolo 11.
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El Apolo 11, que llegó a la Luna el 20 de julio de 1969, fue la culminación del programa espacial estadounidense, iniciado con las misiones Mercury y Gemini.
A pesar del entusiasmo inicial, el Proyecto Apolo sufrió un significativo retraso debido a la tragedia de la misión Apolo 1 después de que el 27 de enero de 1967, durante unas pruebas de presurización de cabina en tierra, un devastador incendio en el módulo de mando costó la vida a Virgil Grissom, Edward White y Roger Chaffee.
Este accidente recordó al público que la exploración espacial no estaba exenta de riesgos. Tras evaluar el origen del fallo que provocó el accidente, las operaciones se reanudaron y la NASA comenzó a probar los componentes en una serie de misiones preparatorias. Así, el Apolo 8 fue el primero en realizar el viaje hasta la órbita lunar.
El Apolo 10, por su parte, en de mayo de 1969, supuso un ensayo general en el que, excepto por el alunizaje, se pusieron a prueba por última vez todos los procedimientos para completar con éxito el objetivo final. La misión a la luna quedaría reservada a los tripulantes del Apolo 11.
Finalmente, y tras más de una década de planificación, llegó el gran día el 16 de julio de 1969, cuando miles de personas se congregaron en las cercanías del centro de lanzamiento de cohetes de la NASA en Florida y el lanzamiento fue transmitido en vivo por radio y televisión a 33 países.
Si bien nunca hubo un fallo de despegue en el confiable cohete Saturno V, los ingenieros de la NASA tenían temor a una posible explosión en el momento del lanzamiento.
Por esa razón, los espectadores VIP que asistieron a Cabo Cañaveral fueron ubicados a 5,6 kilómetros de la plataforma de despegue. Esa medida no era casual. Los técnicos habían calculado la cantidad de combustible que podía llegar a explotar y la distancia máxima a la que llegarían los fragmentos ante una eventual explosión, unos 4,8 kilómetros.
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Como era tradición, la tripulación eligió los nombres de ambos módulos: el de mando recibió el nombre de Columbia y el módulo lunar se bautizó como Eagle. El lanzamiento se efectuó sin contratiempos. Las etapas del cohete Saturno V fueron desprendiéndose según lo previsto, lanzando a los astronautas a toda velocidad hacia nuestro satélite natural. El viaje hasta la luna duró tres días y la nave entró en órbita lunar el 19 de julio.
Mientras la tripulación realizaba pruebas programadas y evaluaba las condiciones del lugar elegido para alunizar, la nave realizó treinta órbitas alrededor de la luna. El área designada para el alunizaje se había bautizado previamente como el Mar de la Tranquilidad debido a su extensa superficie llana.
Fue el 20 de julio, cuando el Eagle descendió con éxito a la superficie. Armstrong y Aldrin fueron los primeros humanos en pisar la Luna.
Cuando llegó la hora de marcharse, los astronautas estaban cubiertos de polvo. En el módulo olía a "ceniza mojada en una chimenea", describió Armstrong. Collins llevaba 22 horas esperándolos en órbita.
"Mi miedo secreto desde hace seis meses ha sido dejarlos en la Luna y regresar solo a la Tierra. Si no consiguen despegar o se estrellan, no voy a suicidarme. Volveré a casa, pero seré un hombre señalado durante el resto de mis días, lo sé", escribió Collins.
No tuvo que volver solo. El único motor del LEM se encendió, el acoplamiento funcionó y los tres hombres regresaron a la Tierra y al final, la cápsula, de la que se habían desprendido los módulos inútiles, pesaba 12 toneladas, un peso ínfimo si se compara con las 3.000 toneladas iniciales.
El 24 de julio, atravesó la atmósfera envuelta en una bola de fuego para caer como una piedra en el Atlántico, frenada por tres grandes paracaídas.
Estados Unidos envió un portaviones para recuperarlos y el presidente Richard Nixon estaba a bordo de la embarcación. Unos buzos de élite sacaron a los hombres de la cápsula y los llevaron en helicóptero al barco, donde se les puso en cuarentena por temor a una contaminación de posibles microorganismos extraterrestres.
Consultados sobre si pensaban regresar a la Luna, Armstrong dijo: "Tuvimos muy poco tiempo para pensar". Ninguno de ellos volvió al espacio. El programa Apolo terminó en 1972, y hubo que esperar la llegada de Donald Trump para que Estados Unidos decidiera lanzar la hermana de Apolo, la misión Artemisa.
ds