Un domingo de marzo, Pedro (8) se sentó en su escritorio decidido a hacer un cartel para pegar en la puerta del baño: “Clausurado”, escribió. Y le avisó a su mamá: “Voy a agregarle algo extra”. Y el fondo del cartel se convirtió en una bandera de Ucrania: “Es mi manera de decirle a Rusia que se vaya y deje a la gente en paz”, dijo. La idea, contó luego, la sacó de la Premier League inglesa, que había cambiado su logo tradicional por un fondo celeste y amarillo. El pequeño episodio cotidiano abrió una conversación en la familia y es solo un ejemplo de los miles que podrían replicarse en otras casas, en otras escuelas, en otros clubes, en otros espacios donde los chicos y los adolescentes comparten lo que les pasa y lo que los preocupa.
Pero, sobre todo, este conflicto que atraviesa al este europeo tiene un impacto adicional: es transmitido en vivo y en directo por cientos de miles de protagonistas, que con sus celulares cuentan lo que sucede y les sucede. Y las redes sociales y los medios de comunicación replican, sin descanso, noticias, medias verdades, fake news y opiniones disfrazadas de información.
¿Cómo hacemos, entonces, los adultos para canalizar apropiadamente esas dudas, no alimentar sus incertidumbres y angustias y acompañarlos en sus consultas? PERFIL consultó a tres expertos –un docente, una psiquiatra infanto juvenil y una especialista en educación y nuevas tecnologías– para tratar de elaborar una guía de respuestas.
“En primer lugar, lo que hay que hacer es esperar a que ellos pregunten. En caso de que uno lo encuentre mirando alguna noticia –en un medio o en la web–, es importante acercarse y preguntarle qué es lo que piensa de eso, qué es lo que entiende o qué idea tiene sobre el conflicto entre Ucrania y Rusia. Es importante escuchar qué piensan los chicos antes de darles nuestra propia idea. Esta situación obviamente va a variar según la edad, porque una cosa es hablar con un niño de 5 o 6 años y otra cosa es hablar con 9, 10 u 11 años”, explica la médica psiquiatra Andrea Abadi, directora del Departamento Infanto Juvenil de Ineco.
“Es muy importante preguntarnos de dónde obtienen información, ya que no es lo mismo que lo saquen por ejemplo de YouTube o TikTok, donde posiblemente haya muchas opiniones que no se encuentran de acuerdo con lo que uno quiere transmitir a sus hijos”, agrega.
Para el licenciado en Ciencias de la Educación y docente en secundaria, Federico del Carpio, “los chicos no están hiperinformados sino bombardeados de información, que es muy diferente. A veces escuchan y traen elementos sueltos de medios de comunicación que presentan información sesgada y maliciosa. También traen las opiniones de la casa, de lo que escuchan de sus propias familias y muchas veces ni saben lo que repiten”, dice. Desde la clase, “se puede empezar tomando eso que traen y como buenos docentes, hacer buenas preguntas: preguntas que ayuden a problematizar, a profundizar, que lleven a indagar, a buscar causas, a incorporar variables, a escuchar posiciones. Los docentes no tenemos que ser expertos en la guerra, pero tenemos que estar bien informados”, puntualiza.
Literalmente al alcance de la mano, las redes sociales son en gran medida las proveedoras de ese exceso informativo. “El ecosistema digital propone miles de alternativas para el consumo de información y cualquier persona, con un dispositivo propio con acceso a internet, puede consumir lo que quiera. Se aplica a todas las edades. El riesgo de ofrecer esta opción sin preparación previa es alto, y es lo que ha venido sucediendo. La infancia ha quedado algo huérfana en lo que respecta a la formación para internet”, asegura Silvina Tantone, especialista en educación y nuevas tecnologías y mentora educativa de la ONG Argentina Cibersegura, que da recomendaciones acerca de cuestiones vinculadas a la educación digital (ver recuadro).
Abadi sostiene que es importante que, después de escucharlos, hay que “bajarles” la información que reciben a niveles de comprensión acorde a las edades. “A los más chicos, explicarles que esta no es la manera de resolver conflictos, que los países deberían sentarse a negociar sus diferencias así como ellos deberían sentarse a negociar sus diferencias con sus compañeros y sus amigos. Como ejemplo, que si él o ella están en su casa, no les gustaría que alguien entre, rompa sus juguetes y destruya su cuarto. Decirles que eso no es justo, que seguramente se enojarían, como pasó con el pueblo ucraniano, que está defendiendo su país”, ejemplifica.
A esta situación particular se suman los más de dos años de pandemia, con cambios profundos en todos los niveles del que nadie, en ningún lado, salió ileso. “No podemos olvidar que hay niños, niñas y adolescentes que vienen con problemas de salud mental, como ansiedad y depresión. En algunos casos, oír hablar sobre conflictos armados puede agravar esa situación de intranquilidad”, dice Del Carpio. Ante esto, “puede ayudar el conversar sobre la distancia que nos separa de donde ocurre el conflicto o sobre la histórica posición argentina de neutralidad en las guerras por ejemplo”, asegura, respecto del rol que debe jugar la escuela para canalizar adecuadamente las inquietudes y temores, y colaborar en disiparlas.
Info segura
1 Desde la ONG Argentina Cibersegura recomiendan utilizar las herramientas de las plataformas para denunciar publicaciones falsas no bien se detectan.
2 El ecosistema digital propone miles de alternativas para el consumo de información.
3 Leer en digital también requiere de alfabetización. Hay que guiar para que esa forma sea segura.
4 Es clave tomar conciencia acerca del tipo de información que se consume si se la comparte sin tomar tiempo para reflexionar.
5 El ejemplo que niños, niñas y adolescentes toman del accionar adulto es más fuerte que cualquier palabra transmitida.